Verdad o consecuencia
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La verdad nunca importó mucho. Esto ni es nuevo ni es novedoso. Muy al revés de lo que tendemos a creer, no somos seres solamente racionales. Sobre todo, no reaccionamos racionalmente. Esto requiere un tiempo de reflexión. La emoción, en cambio, es un resorte siempre tenso que se dispara al menor contacto. Es lógico. Somos herederos de una evolución biológica de, al menos, 700 millones de años. Ninguna especie sobrevive en este planeta a fuerza de meditar. Excepto nosotros, y ahí está lo más delicioso de esta paradoja. Irracionales, pero racionales.
En la lucha por la existencia, nuestra vanguardia es siempre emocional. El miedo, la codicia, el territorialismo, el afecto, la agresividad y otras emociones que nos salen solas –y que por esto evaluamos como más auténticas– fueron y muchas veces vuelven a ser esenciales para la supervivencia. Lo ha tratado con erudición el Dr. Daniel López Rosetti en su libro Emoción y Sentimientos. Pero si no asumimos nuestra parte racional, entonces corremos el riesgo de que nuestras emociones sean manipuladas hasta que la verdad y el pensamiento crítico queden inhumados bajo dos metros de irracionalidad. Ambos son tesoros humanos, y quienes los desprecian suelen esconder agendas perturbadoras.
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