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¿Cómo no iba a florecer una ciudad con carácter en los valles de uno de los cordones serranos más antiguos de Sudamérica? No exageran los guías cuando afirman que la sierra que rodea esta metrópoli no es cualquier sierra y que hay que cuidarla: el sistema de Tandilia pertenece a la era precámbrica, tiene unos 500 millones de años y está aquí nomás, a 10 minutos del centro de Tandil, a 360 km de Buenos Aires.
Día 1. Cuevas y rappel. El preámbulo a nuestra travesía es un almuerzo 5 estrellas en el comedor recientemente ampliado de Ave María, un clásico del hospedaje top en la zona conocida como Paraje la Porteña, a 8 km del centro de Tandil. Más que una hostería, Ave María es una obra de arte, un agasajo constante al huésped.
Ahora, mientras degustamos los inefables mini soufflé de queso memorizamos las coordenadas para ir al encuentro de Guillermo Alonso y Raúl Carrizo, nuestros guías de aventura en el cerro Cuchilla de las Águilas, ubicado a unos 53 km de la ciudad. Iremos por la ruta 74 en dirección sudoeste hasta la ruta 80. De allí, a la base del cerro, serán 8 km.
El acceso al macizo es inconfundible: allí se levanta un puesto amarillo de la municipalidad de Benito Juárez (partido vecino a Tandil) en la que se cobra una entrada de $10 por persona.
Antes que nada, Raúl Carrizo explica que "el espeleoturismo es la visita a cavidades naturales (cuevas) con un guía calificado, de modo que el visitante pueda apreciarlas en sus distintos aspectos: biológicos, arqueológicos, geológicos, etc".
La lección multidisciplinaria empieza apenas el grupo emprende el trekking, de poca exigencia física, hasta las paredes de este cerro de rocas ortocuarcitas (con mucho cuarzo). El macizo, de 439 metros de altura máxima, es una especie de doble meseta, con pliegues en los que se han formado cuevas.
Cuidando los resbalones (las cavernas son muy húmedas), entramos a las dos más grandes de este cerro. La primera, Cueva Plateada, es mediática: en su intrincado interior se filmó un reciente comercial con cavernícolas y también se rodó un video clip del grupo de rock La Renga. Pero lo que nos interesa es un fenómeno óptico muy curioso, que Guillermo señala como único en el mundo: desde la boca de la cueva el agua acumulada en charcos internos se torna dorada en los bordes. Y al ingresar a la cavidad, esa ilusión desaparece.
En la segunda caverna, Cueva de las Águilas, munidos de cascos, llegamos hasta el final estrecho y oscuro, donde ?aseguran los guías? habitan seres vivos sin ojos, como el pez ciego. No vemos nada, literalmente.
Salimos de las cuevas y comienza la aventura. Raúl despliega arneses, mosquetones y ochos y nos inicia en la técnica del rappel (descenso de montaña por una pared abrupta a través de una cuerda). Intenta convencer a un geólogo desconfiado, integrante del grupo y sentencia: "rappelar es fácil y seguro, lo puede hacer cualquiera porque no requiere esfuerzo ni destreza física". El geólogo no se anima, pero yo sí.
La tarde termina con una mateada en la parte más alta del cerro y nuestro asombro ante los ocres que el sol barniza en los campos sembrados y en los bosques; en inolvidable contraste con el gris de la serranía discontinua, que salpica de piedra el paisaje.
Día 2. Mountain bike. La tarde siguiente, en Casa de Piedra, propiedad privada de 40 hectáreas, vecina al turístico Valle del Picapedrero, la piedra tandilense dibuja un paisaje prehistórico. Estamos ahora en plena travesía en mountain bike, sorteando arroyos, un lago, pinares y antiguas cavas en las que los picapedreros dejaron su huella de trabajo artesanal.
Los posibles circuitos dentro de Casa de Piedra son bellísimos: el silencio es apenas interrumpido por el murmullo del agua o del canto de algún pájaro. El paseo culmina con una relajación en el bosque de pinos y una merienda en la misma Casa de Piedra, construida íntegramente con piedras cortadas a mano.
Día 3. Hotel de estreno. Luego de nuestras aventuras por la sierra, nos registramos en el flamante Amaiké Hotel Golf & Spa, ubicado en el espléndido Valle Escondido, a mil metros de la Avenida Don Bosco y a diez minutos en auto del centro de Tandil. Impacta la entrada al hotel de dos plantas enclavado en las sierras, con su amplísimo lobby con dos modernas chimeneas enfrentadas y creativamente decorado por el tandilense Javier Trueba. La sutil arquitectura de James Donaldson no contamina el paisaje y la parquización de Carlos Thays también aporta armonía.
Otro gran acierto de este hotel es su ubicación: las áreas comunes (lobby, restaurante, wine bar, gimnasio, piscinas y spa), así como más de la mitad de sus 35 habitaciones, tienen vista panorámica a uno de los valles más hermosos de la zona y al moderno campo de golf de 18 hoyos, par 71, del Valle de Tandil Golf Club, construido en 2002. Amaiké es un hotel temático: las habitaciones, todas con colores y muebles diferentes entre sí, tienen nombres de golfistas. La más alegre, con vista al valle, es la Pato Cabrera, con sus paredes rojo jalapeño.
Otra novedad hotelera que llena de color el paisaje tandilense es Chacra Bliss, un bed & breakfast en pleno campo (a 400 metros de Ave María), construido por el arquitecto Nicolás Dubourg. Son dos amplias habitaciones alegremente pintadas y decoradas, con kitchinettes equipadísimas para prepararse uno mismo el desayuno.
Día 4. Lo nuevo en la city. La mañana está fresca y soleada. Decidimos ir a visitar el complejo La Esquina, un paseo de compras que abrió en marzo en la avenida Brasil, en la zona del country Sierras de Tandil. Con siete locales de cuidada arquitectura, el sitio atiende varias necesidades de la clientela algo alejada del centro. Una pequeña sucursal de supermercadosGiga tiene, a buen precio, todo lo que necesita un viajero para abastacer su cabaña. También se instalaron una conocida juguetería didáctica, un drugstore, una empresa de teléfonos celulares y Butik, adorable casa de decoración y diseño en la que María Goris, su propietaria, exhibe una exquisita selección de objetos traídos de Buenos Aires. Dos restaurantes, Sushi Fusion y Q´Tupé (este último con divertida ambientación de Javier Trueba) componen la oferta gastronómica de La Esquina.
Otra novedad tandilense, esta vez en la cima de la Villa del Lago, son las esculturas de Don Quijote de la Mancha y su escudero Sancho Panza, realizadas en metal tejido retorcido por el artista local Alberto Vinsennau. Las figuras, ubicadas junto a un molino de viento, tienen a sus espaldas la ciudad iluminada. Nicolás, el fotógrafo, obtiene una imagen renovada de Tandil.
En el corazón de la ciudad hay algo diferente en la Plaza Independencia. Son los nuevos sonidos de las viejas campanas de la Parroquia Santísimo Sacramento: se finalizó un proyecto de recuperación y puesta en valor del antiguo carillón, de origen alemán, y ahora suenan melodías a cada rato. Vale la pena visitar, en el primer piso de la parroquia, el Museo Religioso, con algunos tesoros, como una reliquia de astillas de la Santa Cruz de Cristo, autenticada en el siglo XVIII en Francia.
De noche, las calles céntricas están atestadas de jóvenes. Un dato no tan conocido explica, en parte, esta fauna urbana: la Universidad Nacional del Centrode la Provincia de Buenos Aires ofrece, solo en Tandil, más de 45 carreras de grado y postgrado, entre ellas Cine y Teatro. Y organiza seminarios y jornadas con profesionales extranjeros que convocan intelectuales y científicos de toda la provincia. Hay acuso de recibo de esta movida cultural, en propuestas actuales como Sukalde, restaurante de comida vasca, con ambiente moderno, música y platos elaborados por un joven chef vasco. O La Realidad, casa restaurante sin pretensiones, pero con una infrecuente onda palermitana.
Bienvenidos los nuevos aires en la ciudad de las piedras prehistóricas.
Por Nora Vera
Fotos de Nicolás Pousthomis
Publicado en Revista LUGARES 161. Septiembre 2009
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