Por la tarde, cuando llegamos al mítico Patio de Froilán, en la capital de Santiago, el Indio –de apellido González– está sentado bajo un árbol y hace lo que mejor le sale: un bombo. "Es para Maradona", desliza Tere, su mujer, su mano derecha y su todo, mientras el Indio lo gira y dibuja. La cosa es así. El próximo sábado Central Córdoba de Santiago del Estero jugará contra Gimnasia Esgrima de la Plata dirigido por Diego, y las autoridades del club quieren que el Diez se lleve algo bien santiagueño.
"Me emociona que Maradona tenga mi bombo, pero también que tenga uno Chayanne, Shakira o el Cirque du Soleil", asegura el Indio, en el patio de su casa y sin levantar la mirada. "Los hago mirando el corazón de la persona, no su bolsillo. Sin sentimiento, no sirve", sentencia. Después detalla que de un árbol saca 18 bombos, que lo suyo es a pedido –"nada que ver con los comerciales"– y que todos los grandes músicos de nuestro país tienen uno.
¿Cómo los hace? Elige un tronco de ceibo, que es el único árbol con acústica propia y que puede ser de cinco variedades distintas, más gomosos o más livianos. Lo ahueca con motosierra y lo afina con una gubia especial. Lo pone a secar con una llanta para darle forma. Lo pule con cepillo para que no quede viruta suelta que interrumpa el sonido. Con un fierro caliente hace el agujero para que no reviente, y dibuja sobre los bosquejos que hizo en lápiz. Todos llevan su firma. Después del laqueado, con los parches, crea la caja sonora. "Arriba uso el pelo más largo, para lograr el sonido grave. Abajo, más corto. Es de cabra u oveja. Y tiene que estar muy bien lavado. Los ato con aros de quebracho blanco", explica.
Tere cuenta que trabaja todos los días, desde las nueve de la mañana hasta las diez de la noche. Y que no corta durante la siesta. Sólo los lunes arranca después del mediodía. Cuando nosotros lo visitamos está rodeado de aprendices, que por la noche lo dejan solo para que ponga música "de su época y se inspire para trabajos especiales", apunta Tere. Y detalla que en el patio toman encargos y que cada bombo tarda dos meses en estar listo.
Con la mirada apenas arriba de los anteojos que son para ver de cerca, el Indio señala rincones de un patio donde los pájaros cantan tanto como los grandes músicos que pasaron por ahí. "Debajo de ese árbol ha estado Alberto Cortez", asegura. "De Ushuaia a La Quiaca se grabó ahí", apunta antes de llamar al crespín, el ave, y compartir su leyenda.
"Había una vez un hombre que trabajaba mucho en el campo con la cosecha del trigo. Un día cayó enfermo y le pidió a su mujer Durmisa que fuera a buscar medicinas, para curarse y seguir con la cosecha. Ella salió a buscar el remedio; pero en el camino se encontró con una fiesta, y se quedó bailando. ‘Crespín está moribundo’, le avisaron los vecinos. Pero ella siguió bailando y contestó: ‘La vida es corta para divertirse, y larga para llorar’". Volvió a su casa, y Crespín no estaba. Comenzó a llamarlo, a buscarlo en los trigales, y, llena de remordimiento, pidió tener alas para ver si desde el aire lo encontraba. No sabía que su marido muerto, ya había sido sepultado. Desde entonces, Durmisa se convirtió en crespín, y quedó piando, de octubre a febrero, llamando a su marido.
El Indio llama al crespín y no viene uno, sino cientos, y les tira semillas para que nunca se vayan de su patio.
El patio de Froilán
Los domingos, el patio de Froilán se transforma. Todo empezó en 1997, cuando por primera vez le festejó el cumpleaños a su sobrino. Entonces, su amigo Carlos Saavedra le propuso juntarse allí a guitarrear. "Fue algo muy natural que empezamos hace 21 años. Al principio venían cien personas. Pero fue creciendo. Ahora, cada domingo recibimos cerca de mil", comenta Tere, después de precisar que el anterior estuvo Peteco Carabajal.
De hecho, el programa se ha convertido en un clásico de la santiagueñidad. Su fama excede el ámbito local. En 2019, varias actividades del VIII Festival Nacional de Literatura (FILBA) que se llevó a cabo en Santiago del Estero tuvieron como escenario su patio.
Entonces Tere aclara: "El patio es un producto cultural, no turístico. Está pensado para los santiagueños… Porque así como otras provincias tienen la belleza natural de los mares y las montañas, nuestro atractivo está en las personas. Tenemos que ponernos en valor. La esencia de Santiago del Estero está en la memoria de su gente. El patio está pensado para que sigamos recreando nuestra historia y rescatando la familia, además de nuestro ser solidario".
Un par de días después, el domingo siguiente, volvemos al patio cuando el sol está cayendo. Nos sentimos tentados por la fiesta ineludible y queremos comprobar cuánto, cómo, qué y con quién bailan los santiagueños. Con una docena de empanadas que maridamos con un vino "sodeado", disfrutamos del jolgorio que propone la chacarera y que sólo se interrumpe por alguna que otra zamba. En familia, en pareja o con amigos, el continuado de baile termina cerca de las doce de la noche. Y volverá a arrancar una semana después, en aquel magnifico patio que no sabe de inhibición, ni disgustos.