"El indio" que hace los mejores bombos del mundo ahora es un anfitrión literario
SANTIAGO DEL ESTERO.– Hace unos años, Divididos actuó en la localidad de Gramilla, a 64 kilómetros de la capital santiagueña, en el marco del Festival por la Memoria de los Pueblos, y en un momento del recital Ricardo Mollo alzó sus brazos y mirando al cielo dijo: "Estamos tocando en medio del monte, esto es maravilloso".
La misma sensación experimentaron el viernes en el Patio del Indio Froilán quienes asistieron a cuatro de los programas de la cargada agenda del VIII Festival Nacional de Literatura (FILBA): Poesías Encadenadas, Panel Territorio de lo Escrito, Recorridos de Lecturas y el final musical Tinkuy.
Se leyó poesía en este patio que si bien no está en el monte santiagueño, como donde tocó Mollo, está alejado del ruido del centro de la ciudad, al norte, donde termina la urbanización y empieza la flora y fauna típica de esta provincia.
"Peteco" Carabajal, descendiente de, tal vez, la familia más importante del folclore argentino, escribió: "Un bombo es un corazón del santiagueño de ley, el Indio Froilán González vive en el monte y es luthier". Froilán tiene 68 años y empezó a los 10 años ayudando a su padre en la fabricación de bombos, usando para esto madera del ceibo, la flor nacional del país, con un ritual de agradecimiento a la Pachamama por su generosidad.
Su Patio, que explota de gente los domingos desde la siesta, es el lugar perfecto para escuchar folclore, bailarlo, zapateando en la tierra, tomar mates, un vino, estar rodeado de árboles y llegar a la noche. Ese fue el escenario elegido por el Filba nacional para combinar letras, música y monte.
Diana Beláustegui, Casilda Chazarreta, Mariano Quirós, Juan Sasturain y Lucas Cosci, entre otros, se encontraron leyendo poesías en el espesor nocturno del monte santiagueño, entre sonidos de grillos. Allí, comento Cosci "se abrieron paso los narradores y sus voces, en algunos casos quechuas. Una joya inesperada en Filba".
Taller a cielo abierto
El patio es el taller del Indio. Durante la semana, a media mañana o por la tarde, se puede encontrar al Froilán de los mejores bombos del mundo en plena tarea, con sus herramientas en mano y respetando el estilo de fabricación de siempre.
Sus bombos están desparramados por el mundo y con humildad; casi avergonzado cuenta: "Tengo la suerte de que Shakira tenga un bombo mío, también Ciro, el que estaba en Los Piojos". La lista no se detiene ahí. Hay que sumarles a Catriel, baterista de Divididos, Gustavo Santaolalla, León Gieco, Mercedes Sosa, El Chaqueño Palavecino, Soledad, Raly Barrionuevo, Abel Pintos, Jorge Rojas, Los Chalchaleros y Los Fronterizos, entre muchos otros.
"Anduve por nueve países de Europa dando talleres, explicando de qué se trata esto. Uno de esos talleres fue para la BBC de Londres. Y estando allá me invitaron a participar en un festival junto a Peter Gabriel", cuenta el luthier convertido en chacarera por Peteco.
Su patio, su taller, su casa, es el punto de encuentro y referencia para el inicio de La Marcha de los Bombos, que se realiza hace 15 años una semana antes del 25 de julio, cumpleaños de la ciudad de Santiago del Estero, "Madre de Ciudades". Academias de folclore de todo el país juntan fondos durante el año para participar de este encuentro que ya es un clásico: una procesión de bombos interminable y caminando desde el Patio del Indio hasta el Parque Aguirre, el pulmón verde la capital. Un espectáculo único.
"Ahuecar el tronco del ceibo a mano, con gubia y maza, calzar los aros, seleccionar y lavar el cuero de cabra, coserlo al aro, elaborar y tirar las correas en un trabajo de semanas, de mucha paciencia y amor para que tenga ese sonido hermoso", comenta Froilán.
Su primer bombo lo remite a su infancia, a los once años, en esas escapadas a pescar para obtener algo del siempre generoso Río Dulce: "Resulta que un día pescando encontramos un tronco de ceibo en el río y lo queríamos traer para que mi tío, que vivía aquí cerca en Huaico Hondo, lo vea. Pero cuando decidimos traerlo rodando al patio pensamos que podíamos hacerlo nosotros; teníamos las herramientas pero no las gubias. Nos la facilitó mi tío y lo empezamos a hacer".
Unos cinco pedazos de troncos ahuecados se ablandan con brasas en sus bases para que los aros entren. Mientras eso pasa, Froilán alterna la inspección de cueros de cabra, futuros parches, con mates y tortilla.
"El es un hijo del sol y el monte lo hizo luthier, el Indio Froilán González sueña en los brazos del querer", remata la chacarera en su nombre. Filba eligió su casa, su patio, su mundo mágico para que escritores y público vivan una experiencia maravillosa.
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