Caio Bonfim, en marcha contra los prejuicios sociales
Cuando entrenaba en sus inicios en Sobradinho, Caio Bonfim era víctima de la incomprensión e incluso
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Cuando entrenaba en sus inicios en Sobradinho, Caio Bonfim era víctima de la incomprensión e incluso lo insultaban por la calle. Ahora, con 34 años, puede presumir de ser el primer campeón mundial de marcha de la historia de Brasil.
"Me decían que me comportara como un hombre, que no me fuera meneando como una mujer. Hay mucha ignorancia, la gente no conoce cómo funciona la marcha atlética", contó a la prensa tras su primera medalla mundial, el bronce de hace ocho años en Londres, refiriéndose al estilo peculiar de la caminata.
"He tenido que enfrentarme a la homofobia sin ser homosexual, pero no me importa. Yo estoy orgulloso de ser marchador atlético. A las personas se les valora siempre por lo que hacen y por lo que aportan, siempre con respeto", apuntaba.
A Caio Bonfim le inculcaron desde niño en la escuela que tenía que jugar al fútbol, el deporte del país, y lo practicó entre los 6 y los 16 años.
En su infancia distintos problemas de salud, entre ellos una meningitis y una deficiencia de calcio por su intolerancia a la lactosa, condicionaban sin embargo su capacidad para el esfuerzo deportivo.
Pero su madre Gianette, que fue siete veces campeona de marcha en su país, no renunciaba a sembrar la semilla del atletismo en su hijo, que se resistió al principio por temor al acoso de sus compañeros de clase.
Abriendo caminos
Tras dejar de lado el fútbol, Bonfim dio el paso y comenzó a marchar, a pesar de lo intimidante que le resultaba que lo vieran entrenando por la peculiar técnica consustancial a esta disciplina, como un baile en el que las caderas van de lado a lado.
Después de destacar en el ámbito nacional y regional, el esperado debut olímpico se produjo en los Juegos de Londres 2012 y allí, con 21 años, su participación fue testimonial pero pudo terminar (39º).
La progresión no tardó en llegar y en el Mundial de Pekín 2015 consiguió ser sexto, igualando el entonces mejor lugar de la marcha de su país, el de Sergio Galdino en Stuttgart 1993.
Siguió escalando y en los Juegos de Río de Janeiro en 2016 fue cuarto, a apenas cinco segundos de haberse colgado la medalla de bronce, algo que pudo lograr ya en el Mundial de Londres 2017, en una carrera terminada frente al Palacio de Buckingham y tras la que él se sentía el rey del mundo.
"Es historia para mi país. No somos un país solo de fútbol, también estamos los de los demás deportes", reivindicaba entonces.
Segunda juventud
Su carrera parecía estancarse después —fue 13º en los Juegos Olímpicos de Tokio en 2021—, pero en los últimos años, con la madurez de la treintena, disfruta de una segunda juventud.
Su segundo bronce mundial llegó en el Mundial de Budapest, hace dos años en la Plaza de los Héroes de la capital húngara, que sirvió de presagio para la histórica plata olímpica del año pasado frente a la Torre Eiffel de París.
Ambas medallas, en los 20 kilómetros.
El Mundial de Tokio le ha permitido alcanzar por fin la gloria.
La plata mundial de los 35 kilómetros del pasado sábado era ya un gran presagio, pero la confirmación definitiva llegó en los 20 kilómetros, con un oro con el que escribe una nueva página de la historia del atletismo brasileño.
"Tokio va a ser parte de mi historia. Salí aquí con mucha lucha y después de mucho trabajo. Tengo 34 años y he estado en ocho Mundiales. Hay que renunciar a muchas cosas para poder llegar acá", lloraba Bonfim en declaraciones a la AFP en la capital nipona.
dr/ag
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