Cine: Los 50 años de "Amici Miei", melancolía y cinismo
Curiosidades, anécdotas y actualidad del film de Monicelli
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Reunir estas dos obras maestras tiene sentido porque confirma cómo la comedia, el género que hizo famosa a Italia en toda Europa, puede tener el mismo estatus de calidad que el cine de autor que dio a los directores italianos el Oscar y el reconocimiento mundial.
El preestreno festivalero de "Amici miei" tuvo lugar en julio de 1975 en el Teatro Griego de Taormina y posteriormente la comisión de censura impuso una prohibición para los menores de 14 años, lo que, paradójicamente, atrajo la atención de un público más amplio y curioso.
De hecho, estrenada como "otra comedia a la italiana", la película no recibió inmediatamente una gran aclamación de la crítica; solo el creciente apoyo del público la impulsó a la fama, convirtiéndola finalmente en un éxito de taquilla, superando incluso a Steven Spielberg, quien ya había estrenado "Tiburón".
Los créditos iniciales de "Amici miei" decían: "Una película de Pietro Germi. Dirección de Mario Monicelli": el último homenaje de un grande a otro autor que había ideado la película, había compartido la historia y las ideas del guión con Piero De Bernardi, Leo Benvenuti y Tullio Pinelli, que había tenido que abandonar el rodaje debido al agravamiento de su enfermedad.
Fue el propio Germi quien le pidió a Monicelli que "terminara el trabajo", despidiéndose de la compañía con la frase (¿leyenda o verdad?).
Nunca lo sabremos) "Amigos, nos vemos, me voy", que inspiró el título.
La inspiración inicial fue una historia real, aunque posteriormente los autores e intérpretes añadieron muchos elementos, especialmente Ugo Tognazzi, a quien le encantaba impregnar a sus personajes con recuerdos de la vida real.
Así, Germi se inspiró en una historia de la década de 1930, cuando cinco jóvenes a los que les encantaba divertirse juntos y gastar bromas vivían en Castiglioncello (provincia de Livorno): Mazzingo Donati, un respetado inmunólogo florentino; Ernesto Nelli, arquitecto; Giorgio Menicanti, un joven noble local; Silvano Nelli, periodista; y Cesarino Ricci, colaborador de su amigo Silvano.
Algunos de ellos aún vivían en el momento del rodaje y aceptaron de buen grado los inolvidables retratos que les ofrecieron Ugo Tognazzi (el pobre conde Mascetti), el reportero romántico Philippe Noiret (Perozzi), el sádico clínico Aldolfo Celi (Sassaroli), el desafortunado amante Gastone Moschin (Melandri) y Duilio Del Prete (el gerente del Bar Necchi).
Este último es responsable de la "zingarata" (broma desenfadada, ndr) más feroz, contra el pensionista Bertrand Blier (il Righi), mientras que la famosísima idea de las bofetadas en la estación fue perfeccionada con la pérfida colaboración de Tognazzi.
Entre las curiosidades del set están la negativa de Mastroianni, que debía interpretar a Mascetti, pero lo rechazó por miedo a desentonar en el unido grupo, y la de Raimondo Vianello que -se dice- declinó porque el rodaje coincidía con el Mundial, del que no quería perderse ni un solo partido.
Cabe destacar también que Philippe Noiret, llamado a último momento también por motivos de coproducción, fue doblado por Renzo Montagnani quien, siete años más tarde, ocuparía el lugar de Del Prete en la secuela del ahora muy popular zingarate de "Amici miei - Atto II" dirigida también por Monicelli, mientras que para un tercer y último episodio la dirección pasó a Nanni Loy.
No tiene sentido recordar todos los episodios de una trama que se mueve de una escena a la siguiente siguiendo el hilo de los recuerdos de Perozzi y que se beneficia del montaje calibrado y rapidísimo impuesto por Ruggero Mastroianni, mientras que la música de Carlo Rustichelli aporta a la historia un sabor nostálgico que va de la mano con su irresistible comedia.
En efecto, la ambientación concebida por los autores habla de un lívido amanecer florentino en el que el periodista Perozzi, volviendo a casa después de una noche de vigilia en la redacción del periódico florentino LA NACION, se rebela contra el sueño, contra la normalidad de su vida de hombre divorciado constantemente criticado por su mujer y su hijo, y sueña con otro día de vagabundeo con sus amigos "bischeri" (tontos) por "un día que no volvería a ocurrir nunca más".
Al final de la película, tras revivir tantos momentos inolvidables, Perozzi se acuesta en la cama y sufre un infarto repentino.
Su última "supercazzola" está dedicada al sacerdote que acudió a su lado y, en el funeral, sus amigos reunidos rompen a llorar, convirtiéndose en risas incontrolables, un homenaje a la vida que, de todos modos, continúa.
Estas dos escenas capturan la melancolía de Germi, pero también el aparente cinismo de su digno sucesor, Mario Monicelli, a quien hoy reconocemos como uno de los más grandes artistas del cine italiano.
"La verdadera felicidad —dijo el director— es la paz consigo mismo. Y para alcanzarla, uno no debe traicionar su propia naturaleza".
Esta es la naturaleza de los personajes de "Amici miei", y por ello siguen siendo defensores indiscutibles de una humanidad que nunca deja de ser relevante. (ANSA).
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