Comercio: Guerra de aranceles y oportunidades para UE
Entre Estados Unidos y China se trata de hallar una tercera vía
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Europa cree estar en una encrucijada: por un lado, un diálogo imposible con el presidente estadounidense, Donald Trump; por el otro, un intento sumamente complicado de llegar a un acuerdo con China para buscar una alternativa económica y comercial.
Pero hay otra opción -y este es el camino que debería ser obligatorio si Europa quiere tener un rol significativo- y es simplemente la tercera vía europea, que consiste en varios pasos claros y concretos: la construcción de una política exterior verdaderamente común, un enfoque compartido y auténtico de los grandes desafíos internacionales y el fortalecimiento de los lazos económicos, comerciales, financieros y fiscales entre los 27 países.
El resultado será la creación de una auténtica autonomía europea en todos los sectores vitales, con una nueva actitud y una mayor conciencia del poder hasta ahora desaprovechado de la UE.
De hecho, se trata de un bloque que tiene 450 millones de habitantes, un PBI de 17.000 millones de euros -aproximadamente equivalente al de China- y está a la vanguardia de numerosos sectores económicos y comerciales, con un conjunto de leyes y costumbres que reflejan plenamente los valores de democracia y libertad que sustentan su construcción.
No obstante, vive días de tensión y agitación, mientras se acerca la fecha límite del 1° de agosto, con el ultimátum de Trump sobre los aranceles, mientras las instituciones de Bruselas visitan Japón y, sobre todo, China.
Por lo tanto, el diálogo con Trump es realmente difícil, y nadie puede imaginar con certeza cómo terminará la guerra comercial.
Pero algo se sabe muy bien: se trata de un difícil y doloroso camino hacia la nueva relación entre Estados Unidos y Europa, donde la antigua amistad y alianza, tras solo seis meses con el magnate en la Casa Blanca, parecen pertenecer a otra era geológica.
En resumen, se trata de aceptar plenamente que, con Trump, la situación será un flujo constante de aquí a las próximas elecciones estadounidenses.
Por lo tanto, la diversificación es positiva, aunque también hay que tener en cuenta que China, sin duda, no ayudará a Europa a resolver sus problemas.
El neoproteccionismo de Trump, basado en aranceles, contrasta con el proteccionismo tradicional de Xi Jinping, con el que las empresas europeas están familiarizadas dadas las enormes dificultades, las estrictas normas y el papel del Estado en la inversión extranjera en China.
Ya en los primeros meses de 2025, las exportaciones europeas a China disminuyeron, mientras que las exportaciones chinas a Europa aumentaron.
Entretanto, crecen los temores y los riesgos ante la llegada de nuevos productos chinos, que ya no encuentran salida en el mercado estadounidense tras los confinamientos globales implementados por Trump.
Esta es la situación, que también forma parte de los importantes cambios geopolíticos de los últimos meses.
Europa deberá asumir nuevas responsabilidades -y nuevos gastos- con respecto a Ucrania tras la retirada de Trump.
También deberá construir una defensa europea común, complementaria e integrada con la OTAN, y afrontar los grandes desafíos del inicio del milenio, desde las nuevas migraciones hasta el cambio climático, desde el uso correcto de la inteligencia artificial hasta la explotación de tierras raras, desde los nuevos recursos energéticos hasta la producción de microchips y nuevas tecnologías.
Así que ahora es el momento de crecer, de superar el egoísmo nacional y las divisiones internas.
Y también de construir una postura común nueva y más sólida y una diplomacia más asertiva ante el nuevo clima que emerge en las relaciones internacionales, donde la intimidación, la arrogancia y la rudeza reemplazaron el diálogo sereno y las reglas del multilateralismo.
La actitud cortés de Europa debe mantenerse, porque así es la vida en este rincón del mundo, pero debe prepararse para responder con dureza a quienes intenten usar tácticas de fuerza.
Y para ello, se necesita una postura firme.
El camino para construir una tercera vía europea, entre Estados Unidos y China, será largo y complejo, pero probablemente también sea el único necesario si Europa quiere tener peso en los próximos años y evitar ser arrastrada por el nuevo, desafiante y competitivo mundo que emerge rápidamente a su alrededor. (Ansa).
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