
La ciencia que impulsa a la Fórmula 1: el trabajo invisible que marca la diferencia en cada carrera
La científica Valeria Loreti explica cómo el trabajo innovador del laboratorio móvil de la máxima categoría se convierte en tecnología para los autos de todos los días.
En el mundo de la Fórmula 1, donde cada milésima de segundo puede marcar la diferencia entre la gloria y el fracaso, el rendimiento de un auto no depende solo del talento del piloto o del diseño aerodinámico. Detrás de cada vuelta rápida hay un complejo entramado de ciencia, ingeniería y química que resulta decisivo. Así lo explicó Valeria Loreti, científica principal y gerente de entrega en deportes de motor para Shell, en una entrevista con Germán Paoloski y Grego Roselló.
Loreti lidera el equipo responsable del “trackside lab”, un laboratorio móvil que Shell instala en cada circuito y que funciona como una extensión del centro de investigación de la compañía. Allí, un grupo rotativo de científicos analiza en tiempo real los fluidos esenciales del monoplaza de la Scuderia Ferrari HP —aceite de motor, aceite de caja de cambios, refrigerantes y combustible— con un objetivo central: monitorear la salud del motor durante todo el fin de semana de carrera.

“Podés imaginarlo como un chequeo médico constante para el auto”, explica Loreti. “Analizamos muestras antes y después de cada sesión. Si detectamos trazas de metales pesados en el aceite, por ejemplo, puede ser una señal temprana de desgaste en alguna pieza. Esa información se comparte de inmediato con los ingenieros para ajustar la estrategia”. En un campeonato donde cada equipo tiene un número limitado de unidades de potencia, saber exactamente cómo está funcionando el motor puede ser clave para decidir si seguir utilizándolo o reemplazarlo antes de que falle.
Aunque este trabajo no incrementa directamente la velocidad del auto, sí garantiza su confiabilidad y rendimiento sostenido bajo condiciones extremas. La formulación del aceite —compuesta en un 70 u 80 % por bases lubricantes y el resto por aditivos— tiene que cumplir funciones críticas: reducir la fricción, proteger de la corrosión, mantener el motor limpio y, sobre todo, disipar el calor. En la Fórmula 1, donde las temperaturas son altísimas y las fuerzas G extremas, esos detalles hacen toda la diferencia.

Pero la tarea del equipo de Loreti va mucho más allá de la pista. Shell colabora con Ferrari en el desarrollo de combustibles y lubricantes a medida, diseñados específicamente para cada nueva generación de motores. Esa estrecha relación técnica, que ya lleva más de 75 años, permite que el conocimiento obtenido en el mundo de la competición se traslade luego a productos de uso cotidiano, como Shell Helix Ultra , el lubricante elegido por Ferrari, dentro y fuera de la pista, porque libera la potencia interior del motor, lo mantiene funcionando como nuevo y lo ayuda a alcanzar su máxima performance.
“Lo que aprendemos en el circuito se convierte en innovación para los autos que usamos todos los días”, señala Loreti. “Probamos nuevas moléculas y tecnologías en las condiciones más exigentes y, si funcionan, las adaptamos para los productos comerciales. Así, la eficiencia y la protección que ayudan a Ferrari a ganar carreras terminan beneficiando a millones de conductores”.
Esa simbiosis entre ciencia y deporte es lo que convierte a la Fórmula 1 en mucho más que un espectáculo de velocidad. Cada carrera es, al mismo tiempo, un laboratorio en movimiento. Y para Loreti y su equipo, cada podio de Ferrari es también un reconocimiento silencioso a un trabajo de precisión que empieza mucho antes de que se encienda el semáforo.
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