Alta Fidelidad. Alberto Greco DJ: las canciones de la primera novela pop
Se activa la pausa en YouTube y el primer plano congelado de Libertad Lamarque adquiere un rictus desaforado. La boca que se abre como la de Mick Jagger, los ojos entrecerrados como si clamaran venganza, las cejas enarcadas de la indignación. En La novia de América (México, 1949), la eterna Libertad vuelve sobre el tango "Besos Brujos" que Alfredo Malerba (segunda pareja de la diva) y Rodolfo Sciamarella habían escrito para el soundtrack original de Besos Brujos (la película) en 1937 y el lucimiento de la ascendente starlet que obtenía uno de sus primeros protagónicos de la mano del director José Agustín Ferreyra.
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"Besos Brujos/yo no quiero que mi boca maldecida traiga más desesperanza".
Melodramática, Lamarque ocupa toda la pantalla. En imagen y sonido. La oímos desesperada y la vemos cerrar un puño con fuerza y abrirlo inmediatamente dejando que los dedos se crispen como las puntas filosas de una Yuca. No es para menos, la sinopsis de la película decía: "Una joven cantante huye al interior de la selva para actuar en un lugar muy primitivo y su novio va en su busca". Imagínenlo.
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La obra Besos Brujos se exhibe por primera vez entera (una parte se había visto en 2015, en Klemm) desplegada sobre una plancha de acrílico suspendida en el espacio de una de las salas del reinaugurado Museo de Arte Moderno de Buenos Aires. Primera Plana la llamó "primer novela pop" en 1967, dos años después de que Alberto Greco la hubiera escrito-dibujado en Ibiza para pocos días después suicidarse en Madrid. Pero nunca se publicó en forma de libro y siempre fue esto: un montón de hojas sueltas manchadas de vino y cerveza escritas con el pulso autodestructivo de su autor. Una mezcla de diario íntimo, cómic, collage, guión, carta de amor extrema a un amor no correspondido, el del joven chileno Claudio Badal. En medio de todo ese caos que el editor Carlos Mazar recibió en un bulto envuelto en papel madera con las 130 hojas asoma Alberto Greco, disc jockey. Besos Brujos (la novela) también es una playlist de las canciones que Greco le hubiera grabado a Badal en un TDK o le hubiera dedicado en una lista de Spotify. Como en el guión de un music hall, el texto indica la entrada de la música. "Greco canta Sin Timón". Allí sonaría entonces el ruidoso hit de Dino Ramos y Ramón Ortega. No es extraña la presencia de Palito en Besos Brujos. Greco se sentía atraído por su popularidad y quería hacer con él una obra Vivo Dito en el Teatro San Martín. A falta de "Besos Brujos" (el tango), Greco elige "Victoria" de Gardel y consigna: "grabado por Carlos Gardel en discos Odeón número 18.964. El éxito de siempre de Tania. Letra y música de E.S Discépolo". Hay música por todas partes en estas hojas. Posmodernísimo, Greco corta y pega partes del correo sentimental de la revista es-pañola "Fans": "Tengo dieciocho años. Adoro a los Beatles y a los Shadows y a Cliff Richard. ¡Sensacional! Además de la música me gusta la gente rara y conocer idiomas". O dibuja un cuadrado vacío y escribe: "Este espacio os espera si os parecéis a…Sarita Montiel, Rita Pavone, Sylvie Vartan, Paul McCartney o a cualquiera otro de vuestros ídolos". Al pie de otra hoja deja instrucciones para que suene el instrumental "You forgot to say when", del olvidado Alan Hawkshaw. Su selección es un tesoro para el arqueólogo pop: cifra un momento en el que lo anglo aún no era hegemónico. El tránsito de lo popular a lo pop.
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Cualquiera que haya intentado decirle algo a alguien través de una lista de canciones puede encontrarse en "Besos Brujos". Esas canciones elegidas están ahí para decirle al otro que así suena el amor para nosotros. Acaso arrastren experiencias anteriores pero con cada nueva relación se resignifican. En la última playlist que dediqué olvidé poner "One", de U2. Representaba un momento muy específico, atesorado mucho tiempo atrás. Como un boomerang, "One" volvió una noche que la chica de la última playlist pidió que pusiera Johnny Cash. Busqué en Spotify rápidamente y seleccioné "American III: Solitary man" y ahí estaba, de nuevo, "One". La original, etérea, representa ahora el recuerdo de un amor no concretado. La versión adusta de Cash (como un Zitarrosa del norte), en cambio, es pura concreción. La canción es la misma pero cada versión es un sonido, cada sonido una memoria muy distinta del cuerpo.
Una canción bruja "One", ciertamente. ¿Hubiera garabateado Greco el verso "Acaso te decepcioné o dejé un mal gusto en tu boca"? ¿Cómo la hubiera cantado Libertad?
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