Alta fidelidad. Dylan: se hace camino al escuchar
Eso de caminante no hay camino se hace camino al andar lo escuché antes que en la voz del bardo catalán en la de Consuelo, una muchacha que daba clases (¿castellano? No tengo grupo de whatsapp con mis compañeros de la escuela primaria como para aseverarlo) y un buen día trajo además de su sonrisa que ya se volvía insinuante para mis once, doce años una guitarra acústica con la que decidió obsequiarnos un puñado de canciones un día de la primavera. Así se me fijó en la memoria aquello de las “pompas de jabón” cerrando el verso de Machado pasado a pop mediterráneo por Serrat (“Yo amo los mundos sutiles, ingrávidos y gentiles, como pompas de jabón”). La palabra “pompas” entonada en la voz de Consuelo adquiría la dimensión de un universo fantástico como las burbujas en las que décadas después vería a los Flaming Lips de Oklahoma sobre un escenario.
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Se hará camino al andar como Machado y Serrat pero si no hay cómo salir al camino en un mundo cuyas fronteras se pliegan como origamis siguiendo la ruta de la fiebre mortal hay que aferrarse a esas “pompas” que son una traducción más, entre tantísimas, de la magdalena proustiana. Para mí no hay álbum de fotos más revelador (revelado en un negativo fulgurante) que el cassette de Bob Dylan Good As I Been to you, su álbum número veinte de cuando ya era un trovador tardío del pop pero tenía 51 años (En mayo cumple 80 y no ha parado nunca de grabar). Quien crea conveniente cerrarse a una biblioteca y una discoteca perfectas se lo pierde pues. Yo elijo los desvíos, las apariciones fortuitas, los discos que llegaron primero y que no necesariamente son los mejores. Nadie hablaba de Good As I been to you en 1992 como se habla hoy ante cada álbum-acontecimiento del viejo Bob Premio Nobel de Literatura. Una colección de repertorio casi anónimo donde se mezclan tonadas venidas de Irlanda y Gran Bretaña con el bluegrass y las intersecciones de la música folk y los blues negros. No puedo precisar ahora que fue primero: si los viajes o la música. Había algo en la textura minimalista, pura, de este, su primer disco acústico desde 1964, que me ponía en situación de partir. Y de hecho cada vez que escucho rasgar la guitarra en “Jim Jones”, el segundo tema del lado A del casette, la canción no es la misma sino que hace lo mismo: estoy en un micro de larga distancia viajando a Necochea a deshoras para llegar al mediodía y las luces se van apagando mientras la máquina se mueve perezosa hasta salir del perímetro de Retiro y enfilar hacia el sur. Estoy en mi “pompa”, entonces, entrecerrando los ojos o dejando ese foquito que permitía leer escuchando el grano de la voz y la limpieza de las cuerdas de acero como una perfecta flecha dirigida al centro de la noche. Todo “Good As I been to you” es un viaje en medio de la noche por la ruta 3. Algunos destellos de armónica todavía hoy me sobresaltan como cuando al detenerse el micro hacía un hueco con las manos para ver donde demonios estábamos a las 4 AM. Siempre era lo mismo nena: una estación de pueblo, bolsos en formación de pirámide, perros color del café con leche dando vueltas a la nada. Volver al sueño y al walkman y ese sonido que tiene una épica de travesía, acaso porque lo que cuenta y canta Dylan es la migración de las islas del Mar del Norte y de Africa a América. Con el tiempo “Good As I been to you” atravesó el espacio y viajó conmigo por Europa y Estados Unidos. Sin embargo, su sonido tiene geolocalización pre GPS. Lo escucho y es un camino de tierra al borde de los médanos a las seis de la mañana con un cielo apenas formándose camino a la ruta 88 y de ahí hasta la estación de micros. No ya en el walkman sino en el pasacasette de un Renault 18, en su “pompa”, su hábitat tan lejos de donde fue compuesto y cantado vaya a saber cuando antes de que Dylan lo retomara como evangelio apócrifo del camino. Así que a medida que pasan las canciones de “Good As I Been To you” pasan los lugares: Las Flores, Benito Juárez, Balcarce, Quequén, su ruta.
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El cassette lo conservo como un objeto testimonial pero mientras escribo escucho con el audio de la computadora (me parece más leal al original que los graves de los auriculares Sennheiser). Es un audio más parecido al de una radio o al del pasacasete aquel. La copia en un CD virgen la tengo siempre en la guantera del auto, un viejo Ford Fiesta y cuando quiero viajar lejos no necesito moverme demasiado. Una vez que el CD se desliza en el dispositivo soy yo en mi “pompa”: o bien recostado en el asiento-cama del larga distancia esperando robarle a la noche kilómetros de ruta o pegando el desvío de la ruta 2 que conduce a Balcarce para seguir las ondulaciones de Tandilia con la vista acompasada por esa máquina proustiana de guitarra, voz y armónica. Good as I been to you es el registro grabado más móvil que conozco: siempre estoy de viaje cuando lo escucho. También ahora que no se puede viajar. Una meditación sobre ruedas.