Argentinos en el mundo de Marcel Proust
La conexión argentina no falta nunca en la historia de la literatura, el arte, la ciencia y los escándalos. Walter Romero en la presentación de su libro Formas de leer a Proust, recopilación y condensación de las clases sobre En busca del tiempo perdido que dio en el Malba, dijo que en un futuro cercano se ocuparía de personajes que estuvieron muy cerca del escritor francés; sólo adelantó el nombre de uno de ellos, el tucumano Gabriel de Iturri (1860-1905), muy mencionado en las biografías de Marcel Proust y en libros y artículos argentinos por su amistad con éste. Iturri, expatriado en Francia, fue amante y secretario del conde Robert de Montesquiou-Fézansac (apodado “Quiou-Quiou”), árbitro de la elegancia en el París de la belle époque. Paul Groussac, el intelectual francés que dirigió la Biblioteca Nacional de la Argentina de 1885 a 1929, escribió una semblanza de Iturri de la época en que éste era uno de sus alumnos en el Colegio Nacional de Tucumán. Groussac lo dirigió en una comedia de fin de curso. Iturri hacía el papel de una mujer, Marcela. La interpretó con tanta convicción que desencadenó un escándalo provinciano. Mucho más tarde, Groussac se lo encontró en el salón parisiense de Edmond de Goncourt. Allí, Gabriel, por su vínculo íntimo con Montesquiou, era la llave secreta que abría las puertas del beau monde, donde Groussac era desconocido. Carlos Páez de la Torre (h) le consagró a Iturri una muy buena biografía, El argentino de oro (2011).
Hay otra conexión proustiana-argentina interesante. Illán Álvarez de Toledo, marqués de Casa Fuerte (1882-1962), descendiente de Carlos V, de los virreyes de Nápoles y de Nueva España, violonchelista, gran lector, era considerado uno de los hombres más hermosos de Europa. Gabriele d’Annunzio, Montesquiou y Proust quedaron impresionados por la apostura del joven, acostumbrado a la admiración de damas y caballeros; él prefería a las mujeres, pero era muy amable con los hombres de talento como Proust. Los dos tuvieron un “flechazo” de amistad pura. Illan le envió una foto al escritor (“À Marcel”, dice la dedicatoria) en la que aparece sentado, con un violonchelo entre las piernas, inclinada la bella cabeza sobre el diapasón. Un mechón cae sobre su ceja izquierda. Proust tuvo un “entusiasmo” platónico que le sirvió para incorporar rasgos del músico al personaje del marqués Robert de Saint-Loup.
Illán tuvo una nieta que no llegó a conocer: Cayetana, nacida en 1974, hija de Jean Álvarez de Toledo y la argentina Patricia Peralta Ramos. Vivió parte de su niñez y su adolescencia en Buenos Aires y estudió en Northlands School. Después, Cayetana siguió sus estudios en Oxford y, ya en España, se consagró a la política. No la colmó ser nieta de una criatura literaria fascinante como Saint-Loup. Fue diputada del Partido Popular y reclamó el título de marquesa de Casa Fuerte: se lo otorgaron.
Otro de los argentinos que circuló en la alta sociedad francesa y en el ambiente artístico proustiano fue Herman (o Hermann) Bemberg Ocampo (1851-1931), hijo de Otto Pedro Federico Bemberg, fundador de la millonaria dinastía germano-argentina, casado con Luisa Ocampo Regueira. Hermann fue tío de la cineasta María Luisa Bemberg y estaba emparentado con Victoria y Silvina Ocampo. Había nacido en Buenos Aires, pero se fue a París para estudiar música. Ingresó en el Conservatorio donde estudió con Jules Massenet. Sus obras más conocidas son la cantata La muerte de Juana de Arco y la ópera Elaine. También compuso numerosas canciones, tuvo algún escándalo y frecuentó los salones donde cantaba Reynaldo Hahn, al que Proust escuchaba enamorado.
Max Daireau, otro argentino, fue confidente del petit Marcel; y me falta mencionar a ¡Arturito Jacinto Álvarez!
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