Cómo es “Chicas en tiempos suspendidos”, el último libro de Tamara Kamenszain
Publicado hace pocas semanas por Eterna Cadencia, el ensayo en verso de la poeta y crítica literaria argentina que falleció ayer fue escrito durante la cuarentena de 2020
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La escritora Tamara Kamenszain, que murió ayer en la ciudad de Buenos Aires a los 74 años, había dado a conocer semanas atrás un nuevo libro: Chicas en tiempos suspendidos (Eterna Cadencia), que escribió durante la prolongada cuarentena en el país. El largo poema-ensayo, en el que la autora “pide prestado” varios recursos a la narrativa, está dedicado a la escritora mexicana Margo Glantz, lleva un epígrafe del filósofo francés Georges Didi-Huberman -“Estamos ante un tiempo que no es el de las fechas”- y “sin embargo sin embargo” (como reza uno de los estribillos del texto) aparece fechado al final: “marzo-diciembre de 2020″. Más que una despedida, el libro es una invitación a conocer la obra de la autora, una de las más destacadas de las letras en el país.
“Chicas es una palabra dulce / que no tenemos que dejar de lado / aunque nuestra edad la desmienta”, escribe Kamenszain, ella también una chica de la poesía junto con Amelia Biagioni (”esa chica vieja”, “nuestra loca del altillo, nuestra Dickinson”), Juana Bignozzi (”la poetisa de armas tomar”), Cecilia Pavón, Celeste Diéguez, la canadiense Anne Carson, la brasileña Marília Garcia, la peruana Blanca Varela y poetas uruguayas como Delmira Agustini e Idea Vilariño, a quienes, incluso contra su “severa pureza textualista”, Kamenszain se resiste a llamarlas por el apellido. En el poema, la escritora debate con la chica que fue y que quiere seguir siendo. “Yo no soy poetisa soy poeta / me dije una y mil veces a mí misma / a los 20 años / no soy Tamara soy Kamenszain”, recuerda. Ayer, en redes sociales y medios de comunicación se la despedía como Tamara.
Murió Tamara Kamenszain. No puede ser. No puede ser. Qué tristeza. pic.twitter.com/b1u0r3wYZK
— Eterna Cadencia (@eternacadencia) July 28, 2021
En Chicas en tiempos suspendidos, la autora eligió una forma que había elogiado en ensayos recientes -Una intimidad inofensiva y Libros chiquitos- sobre literatura contemporánea: el poema-ensayo. Estructurado en cinco partes -“Poetisas”, “Abuelas”, “Chicas”, “Antivates” y “Fin de la historia”-, el texto tiene como ejes -siempre desplazados y que evitan cualquier intento de fijación- la poesía escrita por mujeres y la “lírica ronca del amor” en un linaje que incluye a las poetas mencionadas y también a los chilenos Nicanor Parra (”el antipoeta más antivate del universo”) y Enrique Lihn, acerca del que cuenta la historia de una carta que llegó a destino veinticuatro años después. “La utopía del antivate / era pasar por escrito lo real / para enfrentarlo con la poesía / y demostrarse y demostrarnos / que siempre lograba vencerla”, sostiene sobre Parra. En parte, esa es la fórmula de la juventud que se aplica en la escritura de Kamenszain (y que la mantiene viva).
El poema se nutre también del contexto pandémico, con reflexiones sobre el “virus del estereotipo” (esparcido en primer lugar por la televisión), el tiempo suspendido de la cuarentena, la enfermedad y la muerte. “Sola y encerrada desde hace más de 100 días / atada al reloj de mi propia ajada biblioteca / yo ahora me identifico con las poetisas uruguayas / también con Amelia y con Emily / y ni que hablar con Juana y sus cenas solitarias”. Tal vez como homenaje a las “chicas del pañuelo verde”, hay un uso puntual del lenguaje inclusivo, además de una loa a Estela de Carlotto (”poetisa de lo real” contra las fake news) y testimonios de las fricciones entre palabra y realidad: “La palabra femicidio / no la teníamos / la palabra muso / no la teníamos / la palabra vata / no la queremos”.
Como en todos los libros que integran la galaxia Kamenszain (sobre todo, sus once libros de poemas, diez de los cuales están reunidos en La novela de la poesía), orbitan su vida sentimental y la teoría, el psicoanálisis y el tango, cierta melancolía puesta a raya por el humor, las palabras de maestros como Enrique Pezzoni y Jacques Rancière, imágenes de su madre y su padre, los hallazgos de las lecturas kamenszianas y el presente continuo de la poesía: ”Si yo ahora me hiciera un test / no de coronavirus sino de soledad / seguramente me daría negativo. / Resultado: NO ESTÁ SOLA”.
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