Darwin aviva el fuego de la polémica
A doscientos años de su nacimiento y ciento cincuenta de la publicación de El origen de las especies, las ideas del naturalista británico producen enfrentamientos virulentos. Por un lado, actualizan la discusión entre evolucionistas y creacionistas; por otro, la pelea de los que quieren mantener la teoría de la selección natural en el ámbito de la biología contra aquellos que aspiran a usarla para explicar las conductas humanas
Enfrentada con los fundamentalistas del creacionismo, la Iglesia Católica organiza una importante conferencia para discutir El origen de las especies cuando se cumplen ciento cincuenta años de la revolucionaria obra de Charles Darwin. Según el cardenal Paul Poupard, que fue presidente del Consejo Pontificio para la Cultura, "los fundamentalistas pretenden dar significado científico a palabras que no tienen intención científica", como son las del Antiguo Testamento. Los fanáticos del creacionismo dicen: "Hay una ciencia igual a la creencia", mientras que iglesias como la Católica y la Anglicana admiten que ciencia y creencia pueden coexistir. "Si el cuerpo humano tiene origen en la materia viviente que lo preexiste, el alma espiritual es creada inmediatamente por Dios", afirmó en 1996 el Papa Juan Pablo II ante la Academia Pontificia de Ciencias.
El 12 de febrero se cumplen los doscientos años del nacimiento del naturalista, tan cercano a la Argentina, ya que durante sus extensos recorridos por nuestro país, ante el hallazgo de fósiles que testimoniaban una historia de extinciones, empezó a interesarse por la evolución biológica. En 1859, después de años de paciente elaboración, publicó El origen de las especies , una obra que transformó de raíz los conocimientos biológicos. Sin embargo, con el tiempo, las ideas estrictamente científicas de Darwin, las aplicadas a la evolución de los seres vivientes, fueron quedando reducidas a los laboratorios de biología y se opacaron en el imaginario colectivo, donde el término darwinismo se convirtió casi en sinónimo de "darwinismo social".
Mas allá de las celebraciones, en este "año de Darwin" se dibujan dos grandes polémicas que han adquirido notable virulencia. Una es la que enfrenta a evolucionistas y creacionistas, y en la cual la Iglesia Católica ha tomado partido: "Hoy, los nuevos conocimientos conducen a reconocer en la teoría de la evolución algo más que una hipótesis", dijo Juan Pablo II. Y el teólogo anglicano Malcom Brown formuló una disculpa pública por "no haber entendido" a Darwin. La otra polémica divide a quienes aspiran a mantener las ideas darwinianas en el ámbito biológico y los continuadores del darwinismo social, que tratan de explicar las conductas humanas a la luz del evolucionismo.
Herederos del viento
El célebre "juicio del mono", ocurrido en 1925 cuando el profesor de secundaria John T. Scopes fue acusado ante los tribunales de Tennessee por violar una ley que prohibía enseñar ideas que desconocieran la creación divina, fue el primer enfrentamiento jurídico: ¿Sí o no a Darwin? La obra teatral Heredarás el viento y la posterior película dieron amplia difusión a ese combate legal, que recrudeció con tremenda fuerza en los últimos años del siglo XX, cuando los fundamentalistas llevaron adelante poderosas campañas en Estados Unidos para prohibir la enseñanza de la evolución.
El juicio contra Scopes fue encabezado por el célebre abogado y orador William Jennings Bryan, considerado el fundador del fundamentalismo religioso. La sentencia en primera instancia fue contraria a Scopes. Pero si bien el creacionismo fue después derrotado en la apelación, durante las décadas posteriores logró imponerse en distintos estados norteamericanos y se prohibió enseñar a Darwin en numerosas escuelas.
Las batallas legales no terminaron. En la década de 1980, el recrudecimiento del fundamentalismo auspiciado desde el gobierno de Ronald Reagan encontró respuesta en un fallo de la Corte Suprema que dictaminó que la enseñanza del creacionismo en las escuelas era una intrusión de la religión en la educación pública. Sin embargo, más allá de ésa y otras victorias de las posturas tolerantes en los tribunales, el creacionismo continuó ganando influencia entre el gran público de los Estados Unidos, especialmente durante el gobierno de George W. Bush.
¿Qué caracteriza al creacionismo actual? En primer lugar, como lo advirtió el cardenal Poupard, los creacionistas realizaron una eficaz operación de enmascaramiento de sus ideas. En tiempos en que la ciencia adquirió aceptación amplia y consenso social, buena parte de los fundamentalistas religiosos dejaron a un lado la crasa literalidad de los primeros adeptos. Jennings Bryan ya les había enseñado el camino: en el juicio de Scopes manifestó que los días en que Dios había creado todas las cosas debían ser interpretados como una metáfora por tiempos mucho más extensos. Surgió entonces la idea de una "ciencia creacionista", que pretendió acceder a las escuelas en pie de igualdad con respecto a la biología evolucionista.
Si se trata de una ciencia, ¿por qué no enseñarla al mismo tiempo que el evolucionismo? "El profesor de Biología expone las ideas de Darwin; pues bien, nosotros queremos dar otra mirada científica, la sustentada en la Biblia", es su grito de batalla. Con este argumento se desarrollan actualmente los mayores enfrentamientos a todo lo largo y lo ancho de Estados Unidos. La Academia Nacional de Ciencias, la Asociación de Profesores de Biología y la Sociedad para el Estudio de la Evolución, entre otras entidades, reconocen que el creacionismo es una fuerza ideológica en crecimiento, especialmente en los estados del Sur, el Medio Oeste y la costa del Pacífico.
En la Argentina (donde el darwinismo fue, al decir del historiador Ricaurte Soler, "casi oficial" a fines del siglo XIX), actualmente "ni siquiera hay discusión y, salvo excepciones, es notoria la ausencia de la cuestión de la evolución en los establecimientos de enseñanza media (tanto confesionales como en muchos de los públicos) a despecho de que aparezca como parte del currículo. Hay provincias enteras en las cuales no se enseña evolución", afirma el filósofo Héctor Palma, especialista en Historia de la Evolución.
¿Un diseño inteligente?
La teoría del "diseño inteligente", creada por William Paley a principios del siglo XIX y en la que el mismo Darwin creyó en sus épocas de estudiante de teología, es uno de los argumentos más esgrimidos por los creacionistas actuales. Pero años más tarde, cuando ya gestaba sus teorías, Darwin manifestó: "La incredulidad fue poco a poco adueñándose de mí, hasta ser total". Posteriormente, en 1876, Darwin refutaba así los argumentos de Paley: "No podemos seguir afirmando que la bella charnela de una concha bivalva es el resultado de la creación de un ser inteligente, igual que la bisagra de una puerta es resultado de la mano del hombre. La variabilidad de los seres vivos, y la acción de la selección natural, parecen no tener otro diseño que la dirección hacia donde sopla el viento".
Así como entre quienes profesan creencias religiosas hay una amplia variación de posturas, desde el fundamentalismo más estricto hasta los sectores que manifiestan la posibilidad de que ciencia y fe coexistan, ocurre lo mismo en el campo evolucionista. Hay científicos ateos, agnósticos y también creyentes. Stephen Jay Gould, uno de los grandes popes del evolucionismo en el siglo XX, manifestó en los últimos años de su vida una postura conciliadora. Para él, los ámbitos del conocimiento científico y los de las creencias serían independientes el uno del otro y no deberían colisionar. Por el contrario, Palma opina que "cualquier intento de conciliación entre el cristianismo y la teoría darwiniana de la evolución conlleva violentar o bien la evolución o bien la religión".
El enfrentamiento entre evolucionistas y creacionistas no es la única gran polémica generada por las ideas de Darwin. La otra pelea tiene un bando que quiere mantener la teoría de la selección natural en el estricto campo para la cual fue creada, es decir, la biología, y otro bando que, inspirado en el pensador decimonónico Herbert Spencer, intenta aplicarla a la explicación y justificación de las conductas humanas. Teoría biológica en Darwin, teoría biologista en Spencer.
Se ha convertido casi en un lugar común unir ambas miradas y finalizar atribuyendo a Darwin responsabilidad por las ideologías racistas y eugenésicas inspiradas en el darwinismo social. Inclusive, entre los creacionistas circula el argumento propagandístico de que las formulaciones nazis sobre la superioridad alemana estarían inspiradas en el naturalista inglés. Es otra de sus justificaciones para querer prohibir el evolucionismo en las escuelas.
Los conceptos implícitos en el darwinismo social han sido calificados como "falacia naturalista", un tipo de razonamiento que sostiene que lo que es de determinada manera debería ser, por lo tanto, naturalmente correcto. Y que si algo ocurre, ello es algo que debió suceder. Los biólogos evolucionistas, inspirados en Darwin, piensan justamente lo contrario: lo que sucedió en la evolución de la vida fue un proceso impredecible, el cual al ser mirado en retrospectiva nos da la ilusión de tener un sentido.
No por ser una idea añeja, el darwinismo social ha perdido vigencia. Muy por el contrario, está cómodamente instalado en el imaginario popular, a diferencia del darwinismo estrictamente biológico, que vive y se desarrolla en ámbitos académicos. Los conceptos de "lucha por la vida" y "selección de los más aptos" que Darwin acuñó para explicar la evolución de los seres vivos suelen ser utilizados habitual y abusivamente en referencia a las conductas humanas.
Así como la sociobiología (que intentaba explicar en términos evolutivos conductas sociales como el egoísmo o el altruismo) tuvo su auge durante las tres últimas décadas del siglo XX, desde hace un tiempo alcanza gran desarrollo la psicología evolucionista, fuerte en ámbitos universitarios norteamericanos y también europeos. Inspirados en una frase de Darwin en El origen de las especies , que auguraba en el futuro una psicología que aceptaría una "adquisición gradual de capacidades y poderes mentales", Leda Cosmides y John Tooby, dos de los creadores de esa disciplina, sostienen que "es una manera de pensar sobre la psicología que puede ser aplicada a cualquier tópico dentro de ésta".
Con ese ambicioso objetivo, los psicólogos evolucionistas avanzan a paso redoblado. Parten del supuesto de que si se conoce cómo se adquirió por adaptación determinado proceso mental, eso podría llevar a descubrir el "programa cognitivo" que resuelve ese proceso y desde allí encontrar su base neurofisiológica. Pero ¿qué piensan los biólogos de esta nueva aventura sobre el pensamiento darwiniano? Entre los miembros de la Sociedad para el Estudio de la Evolución, que agrupa a la mayoría de los biólogos evolucionistas de los Estados Unidos, es un tema de constante debate, donde prima la idea de que la psicología evolucionista sería una nueva vuelta de tuerca de la sociobiología.
Los filósofos de la biología también discuten. Mientras que David J. Buller, autor de Adapting Minds , critica los métodos pero no niega las posibilidades de la psicología evolucionista, su colega John Dupré, autor de El legado de Darwin , rechaza la idea de que se pueda estudiar la conducta humana como si fuera la del perro de Pavlov. Otros filósofos de la biología acusan a los psicólogos evolucionistas de caer en la misma falacia naturalista que los darwinistas sociales. Según dicen, las explicaciones de las adaptaciones mentales que sostienen tales psicólogos serían argumentos que implicarían una suerte de ramplón finalismo evolutivo. Y que, paradójicamente, el finalismo de los psicólogos evolucionistas vendría a coincidir, aun sin quererlo, con la teoría del "diseño inteligente" de los creacionistas.
Uno de los ejemplos que esgrimen los biólogos para mostrar los errores conceptuales de los psicólogos evolucionistas es éste: dado que las patas delanteras de las tortugas marinas les sirven para excavar sus nidos en la arena de las playas, se podría pensar a primera vista que es una adaptación a la necesidad de excavar nidos pero, en realidad, se trata de una adaptación a la natación que, por añadidura, permite cavar en la arena. Según sus críticos del campo biológico, los psicólogos que buscan inspiración en Darwin caen fácilmente en equivocaciones semejantes al analizar las conductas y encuentran explicaciones adaptativas por todas partes.
Hace poco fue publicada en la revista Nature una investigación del neurocientífico Larry Young sobre el enamoramiento a partir de reacciones químicas. Para Young, el amor humano se desencadenaría entonces "por una cadena de eventos bioquímicos que evolucionó del antiguo circuito cerebral involucrado en el amor madre-hijo, estimulado en los mamíferos por la oxitocina liberada durante el parto y los meses subsiguientes". Este tipo de explicaciones de una conducta humana basadas en la adaptación evolutiva es lo que critican pensadores como Dupré, para quien los seres humanos no son "una especie animal como cualquier otra". Lo peculiar está en que "las clases de pensamiento y las formas de conciencia de las que somos capaces son muy diferentes de las que caracterizan a las otras criaturas terrestres". Para Dupré, ello define "algo que genuinamente merece ser llamado libertad humana".