El libro de la almohada
Las obras maestras iniciales de la literatura japonesa fueron escritas por mujeres. Aguda, sensible, culta y también algo cínica, Sei Shônagon, autora del bellísimo El libro de la almohada (Adriana Hidalgo), rescata en este ensayo misceláneo la vida en la corte entre 990 y 1000, década en la que sirvió a la emperatriz. A modo de anticipo, publicamos fragmentos del estudio preliminar y de este libro, por primera vez traducido al español
Con posterioridad a los siglos VII y VIII, caracterizados por los préstamos culturales chinos, y luego de la última misión oficial al continente en el 838, se inicia en Japón el período Heian (794-1185), recordado por su esplendor y considerado unánimemente como la época clásica de la literatura japonesa. La capital recibió el nombre de Heianzô -literalmente "ciudad de la paz y la tranquilidad"-, y su planta cuadrada copiaba la de la capital de la dinastía china Tang.[...] El esplendor cultural se produjo en la década de 990, cuando Fujiwara no Michinaga (966-1028) inició su prolongado dominio en la corte y las consortes del emperador Ichijô (986-1011) formaron grupos rivales de talentosas damas. Heian fue también el momento de desarrollo de la escritura fonética -surgida de la evolución del ideograma chino-, gracias a la cual el centro de gravedad literario se desplazó de los hombres a las mujeres y de la poesía y prosa en chino al verso, la ficción y los diarios en escritura hiragana japonesa. Las mujeres intervinieron en el desarrollo de esta escritura fonética y la emplearon con exclusividad (por estarles vedado el estudio exhaustivo del chino). [...] Dueñas de un nuevo sistema de expresión, las mujeres se convirtieron en las verdaderas protagonistas de la literatura. El resultado lo constituyen dos extraordinarias obras en prosa: la primera novela japonesa, Genji Monogatari (Romance de Genji), cuya autora es Murasaki Shikibu, y Makura no Sôshi ( El libro de la almohada ) de Sei Shônagon. Ambas escritoras son las figuras más destacadas de un gineceo literario que no habría de repetirse. Corresponde entonces rectificar el epíteto de milenaria que suele aplicarse a la cultura japonesa: no es milenaria sino tardía en lo que se refiere a una literatura propia (su primera antología poética data del siglo VIII), y de un carácter muy peculiar, ya que las obras maestras iniciales de su narrativa están escritas por mujeres.
La literatura de Heian circulaba en ámbitos predominantemente femeninos, con un público que gustaba de los diarios y memorias, del intercambio de poemas y los acertijos literarios. Se trataba de una sociedad con gustos muy especiales y refinados: la combinación de aromas de incienso era marca de identidad, y la admiración por el cabello largo embadurnado como laca, partido al medio y cayendo hasta el suelo, convertía la ceremonia de tonsura en un acto de duelo. La combinación de colores en los ropajes -bordados en las mangas, ruedos y escotes- caracterizaba las doce capas de trajes de seda que obligaban a las mujeres de la corte a gestos contenidos y actitudes hieráticas.
El sustento filosófico de las mujeres aristócratas eran nuevas formas del budismo, cuyas sectas principales eran la Shingon -liderada por Kûkai (774-835), con sede en el monte Kôya-; la Tendai -establecida por Saichô (767-822), que dominaba desde el monte Hiei-, y el budismo de la Tierra Pura, que predicaba los horrores del infierno y las delicias del paraíso de Amida. Primaba una iconografía religiosa de mandalas y deidades de colores violentos, los paisajes de estación y los biombos decorados de palacios o mansiones. El mundo vegetal, con su carácter efímero y cambiante, era motivo de contemplación y meditación. Si la flor emblemática de la antología imperial Manyô , del siglo VIII, había sido el ciruelo, que permanece en la planta durante meses, los árboles elegidos por Heian son el cerezo y el arce rojo como representaciones del paso del tiempo, una de las obsesiones femeninas. Los procesos de transmigración o transmutación, sintetizados en los conceptos budistas de nacimiento, vejez, enfermedad y muerte ( shô, rô, byô y shi ), se conjugaban con los procesos naturales. Por eso el invierno y la nieve eran importantes, ya que ilustraban muy bien la noción de evanescencia que el budismo esotérico predicaba en esos tiempos de la era Mappô, que se creían los últimos de la Ley. Pero el libro de Shônagon comienza invocando a la primavera y sus largas noches.
Muy poco se sabe de la autora de El libro de la almohada . Se la conoce como Sei Shônagon, que en realidad es el apodo que usó durante su servicio en la corte a lo largo de la década de 990. Sei es la lectura china del primer ideograma de su apellido, Kiyohara. Shônagon designa su cargo en la corte: ayudante de menor rango de la Emperatriz Sadako (976-1001). Sin absoluta certeza, se dice que nació en 966 y que era hija de Motosuke, estudioso y poeta de cierta reputación. Se da por seguro que sirvió a la Emperatriz hasta la muerte de ésta, pero las noticias posteriores son sólo conjeturas: que continuó atendiendo a la hija de Sadako, Shûshi (997-1049), o a su prima Akiko. Casi todas las versiones coinciden en que murió anciana y en la pobreza.
[...]La tradición la ubicó como la rival literaria y política de Murasaki Shikibu, aunque se debe aclarar que servían a emperatrices diferentes. Como prueba de esa rivalidad, se esgrime una cita del diario de Murasaki: "Sei Shônagon, por ejemplo, es terriblemente engreída. Se juzga tan aguda, que hasta esparce en sus escritos caracteres chinos, pero si uno los examina con atención, dejan mucho que desear. Alguien que hace un esfuerzo tal para diferenciarse de los otros está condenado a perder la estima de la gente, y sólo puede augurársele un futuro infausto. Sin duda es una mujer dotada. Sin embargo, si una da rienda suelta a sus emociones en las circunstancias menos apropiadas, si prueba cada cosa interesante que se le presenta, las personas la considerarán frívola. ¿Y cómo podría una mujer así resolver bien las cosas?" Los estudiosos sajones se refieren a su espíritu como dotado de ingenio ( wit ). Sei Shônagon aparece como la mujer que demuestra su superioridad intelectual ante cualquiera que compita con ella en una conversación, dentro del marco de una sociedad donde hombres y mujeres parecían compartir cierta camaradería de iguales. Una mujer de mundo entonces, inteligente, cultivada, algo cínica y tratando de imponer siempre sus gustos y predilecciones.
Muchas son las interpretaciones del título del libro. Para algunos tal vez sea la ocurrencia de un copista que se inspiró en el epílogo. Se plantean también especulaciones metafóricas: ¿se trata literalmente de una pila de papeles, o de lo que en inglés se denomina bedside book y en francés livre de chevet , o sea, un cuaderno de notas oculto en un lugar privado, quizás escondido en uno de los cajones de la almohada de madera en la que las damas apoyaban la cabeza? Las notas, ¿son esquisses d´oreiller , es decir, apuntes nocturnos o matutinos? Otros arriesgan que si utamakura (literalmente: poemas almohada) designa a los manuales que contenían las reglas esenciales de la composición literaria, referencias de lugares y objetos reales o soñados incluidos en poemas famosos, etc., podría suponerse una intención canónica que haría de las listas elaboradas por Sei Shônagon un thesaurus de consulta para futuros escritores.
El último fragmento, interpretado como un epílogo ( batsubun ), fue objeto especial de análisis. Algunos -para desilusión de los admiradores de Sei- sostienen que se trata de un agregado posterior y ajeno, escrito con la intención de ordenar los textos dispersos. Los eruditos se basan para ello en que la narradora, al decir en este fragmento que escribe para su diversión , emplea el adjetivo tawabureni , en tanto que el que aparece repetido 466 veces entre otros 3660 del texto es el adjetivo okashi . Tampoco falta la interpretación autobiográfica: Sei habría escrito el epílogo a los 37 años (los 36 de Occidente) -edad ominosa para las mujeres, cuando muchas se hacían monjas- y el tono melancólico se debería a esta conciencia de fin de una etapa.
[...]Pero hay que destacar que Sei Shônagon fue la pionera de un género propio de la literatura japonesa, que aún está vigente en la actualidad: zuihitsu , el ensayo fugaz y digresivo, literalmente "al correr del pincel", farrago libelli sobre emociones, observaciones, apuntes autobiográficos o poemas, carente de una orientación predeterminada; una dispersión del sujeto en fragmentos. Algo tan típicamente japonés como la literatura de los diarios ( nikki bungaku ).
Anochece
Anochece y apenas puedo seguir escribiendo. Sin embargo, me gustaría dejar terminadas mis notas por completo, haciendo un último esfuerzo.
Escribí en mi habitación estos apuntes sobre todo lo que vi y sentí, pensando que no iban a ser conocidos por nadie. Aunque mis anotaciones son triviales y sin importancia, podían parecer malintencionadas e incluso peligrosas a otros, por eso he tenido cuidado en no divulgarlas. Pero ahora me doy cuenta de que, así como inevitablemente brotan las lágrimas, según dice el poema, del mismo modo estas notas dejarán de pertenecerme.
Un día, el Ministro del Centro entregó a la Emperatriz una pila de cuadernos. La Emperatriz me preguntó: "¿Qué se podría escribir en ellos? El Emperador ya está redactando los Anales de Historia". Entonces yo le contesté:"Si fueran míos, los usaría como almohada". La Emperatriz me dijo: "Entonces, quédatelos", y me los dio.
Comencé a llenarlos con el relato de rarezas sobre hechos del pasado y toda clase de asuntos. Llené una enorme cantidad de hojas. En mis notas hay muchas cosas incomprensibles. Si hubiera elegido temas que las demás personas consideraran interesantes o espléndidos, o si hubiera escrito poemas sobre árboles, plantas, pájaros o insectos, los otros podrían juzgar mis escritos, tendrían derecho a afirmar "conocemos sus sentimientos". En otras palabras, la crítica sería admisible.
Pero mis notas no son de esta clase. Escribí para mi propio entretenimiento, y apunté únicamente lo que sentía. Nunca esperé recibir, sobre estos escritos casuales, comentarios tan importantes como los que se dedican a notables libros de nuestro tiempo. Me sorprendo cuando escucho cómo los lectores aseguran que se sienten apabullados ante mi trabajo. Pero es natural que actúen así: conozco la mentalidad de aquellos que hablan bien de lo que detestan y critican lo que les gusta. Por eso todavía lamento que hayan leído mi libro.
Cosas que han perdido su poder
Un gran barco que con todo su porte está, seco, en una caleta con marea descendente.
Una mujer que se ha quitado su peluca para peinar el poco pelo que le queda.
Un gran árbol que ha sido derribado por un ventarrón y que yace de costado con sus raíces al aire.
La figura en retirada de un luchador de sumô que ha sido derrotado.
Un hombre sin importancia que reprime a un criado.
Un hombre viejo que se quita el sombrero, dejando a la vista su escasa coleta.
Una mujer que, disgustada con su marido por un asunto baladí, abandona su casa y se va a algún lugar para esconderse. Está segura de que él se lanzará a buscarla, pero él no hace nada de esto y muestra la más exasperante indiferencia. Como ella no puede permanecer allí para siempre, se traga su orgullo y vuelve.