
El progresismo desencantado
En ¿Qué les pasó? , el periodista Ernesto Tenembaum realiza una equilibrada crónica personal sobre las expectativas puestas en los primeros años de gestión de Kirchner y su progresiva desilusión
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<b> ¿Qué les pasó? <br></br> Por Ernesto Tenembaum <br></br></b>
En el último capítulo de ¿Qué les pasó? , Ernesto Tenembaum se pregunta sobre su profesión de periodista. Comenzó muy joven cuando también Página/12 era joven y recuerda, con emoción autobiográfica, aquel momento creativo, innovador, audaz y vanguardista del periodismo argentino. A lo largo de todo el libro, muchas veces al pasar pero de modo siempre significativo para quien se interese por estas cosas, Tenembaum da información sobre las relaciones de los gobiernos con los periodistas. Se confirma lo que se sabe, pero con gran cantidad de detalles: el cultivo que Alberto Fernández hacía de muchos periodistas, durante las conversaciones en su despacho de la Casa de Gobierno, donde el jefe de gabinete jugaba sus cualidades de dialoguista. Con esas breves escenas de despacho oficial reconstruimos el camino de los trascendidos y de los off the record .
Probablemente nunca un gobierno haya tenido un interlocutor con el periodismo más persuasivo que Alberto Fernández: de la misma edad que muchos periodistas, con la misma cultura y estilo, con una elocución que parecía sincera. En ese despacho se escucharon todas las cosas que al gobierno de Kirchner le habría gustado que dijera la prensa; a veces lo conseguía y a veces no, pero nunca tomaba la forma de una operación brutal, como las acostumbradas hoy. Un lector cuidadoso podía preguntarse entonces "¿pero de dónde saca esto el periodista?". Este libro ayuda a una respuesta: del despacho de Alberto Fernández, al que ingresaba de improviso pero sistemáticamente (como le pasó a Tenembaum) el mismo presidente Kirchner.
Comienzo por este aspecto del libro por dos razones. La primera porque testimonia una nueva autoconciencia del periodismo, que emerge, si mi hipótesis no es equivocada, en los años de la transición democrática, una autoconciencia que se sostiene en la centralidad de la profesión con tanta fuerza como su valorización por parte de la opinión pública. Sería imposible encontrar en memorias de periodistas de la primera mitad del siglo XX esta puesta en valor, lograda por la doble visibilidad que dan los medios audiovisuales y la firma estampada en los medios escritos. La segunda porque Tenembaum se define casi exclusivamente como periodista, hecho en las redacciones. Su novela de aprendizaje transcurre en un momento innovador.
Pero ¿Qué les pasó? tendría sólo un interés dirigido a quienes quieren saber cómo se escribe la información y cuánto pesan allí las opiniones, si no presentara otro aspecto fundamental. Expone, de manera larga y explícita, la historia de un progresista, nacido en 1963 en una familia progresista, lectora de Nueva Presencia durante la dictadura militar, libre de viejos enconos y, por lo tanto, en condiciones de reconocer al gobierno de Raúl Alfonsín lo realizado en el juicio a las juntas militares. Es decir, un hombre equilibrado y reflexivo, un buen modelo (aunque no mayoritario) del progresismo ilustrado de las capas medias urbanas de este país. Alguien que entiende a su audiencia y es entendido por ella porque pisan un suelo común.
Como esas capas medias, Tenembaum simpatiza con Kirchner en los primeros años de su gobierno. Pero hoy se hace las preguntas adecuadas: ¿era sincera la conversión de Kirchner?, ¿era definitiva su transformación de gobernador semiautoritario de Santa Cruz, despreocupado de los derechos humanos, a hijo de Madres y Abuelas de Plaza de Mayo?
En el caso Blumberg, Kirchner encontró una estrategia "con un alto grado de sofisticación que sorprende en sí mismo y, más a la distancia, por el contraste con lo que hizo después". En 2004, no descalificó la enorme manifestación encabezada por Juan Carlos Blumberg y lo recibió en la Casa de Gobierno. El penúltimo día de ese mismo año, cuando ardió Cromañón y el presidente siguió en Calafate, Tenembaum descubrió otro Kirchner cuyos atributos son "la impiedad, la insensibilidad, la crueldad y la demagogia" (rasgos que es dable suponer hace extensivos también a Aníbal Ibarra, que tampoco apareció en las fotos de esa noche).
De allí en más, ¿Qué les pasó? sigue el camino sin retorno de Kirchner, su gobierno y el de Cristina Fernández. La pregunta que da título al libro podría escribirse en primera persona del plural (¿qué nos pasó?) y también en primera del singular (¿qué me pasó?). Los hechos relatados pertenecen todos a un camino que conduce a la desilusión de las expectativas puestas en los primeros dos años de gobierno y encuentran un nudo dramático en el conflicto con el campo, que Tenembaum sigue extensamente, privándose, con inteligencia, de convertirlo en una epopeya ni progresista ni reaccionaria. El equilibrio es una cualidad de esta crónica, sobre todo a medida en que Tenembaum va cambiando su posición sobre Kirchner y, por lo tanto, se ve obligado a razonar con argumentos mejores, porque razona como un hombre de buena fe.
Con buena fe, sin cinismo ni oportunismo, creyó que Kirchner pudo haber cambiado en su tránsito de Santa Cruz a Buenos Aires, y de la gobernación a la presidencia; con buena fe, comprueba que ese político que comenzó tocando muy directamente su ideología se fue transformando, de modo tan absurdo como inexorable, en un hombre enfurecido y violento. Esto fue lo que le pasó a Tenembaum; recorrió un arco tan intenso como el de la historia de los últimos siete años; creyó y dejó de creer.
El libro narra esa pérdida que Tenembaum experimenta por varios motivos. Es ajeno a la tradición política peronista y, por lo tanto, no es proclive a las explicaciones sobre la excepcionalidad de los actos producidos por dirigentes peronistas; por eso, en el último capítulo, examina con sentido común algunas de las hipótesis de los intelectuales de Carta Abierta, confiando en que, frente a adhesiones sólo en apariencia complejas, el sentido común de la buena política es suficiente. No oculta ni rearma su propia historia en relación con el kirchnerismo; al volver a ella con espíritu abierto, evita las omisiones sospechosas y el lector tiene la posibilidad de mirar de nuevo un pasado reciente que, en la crónica de Tenembaum, lejos de parecer desordenado, muestra que tuvo algo de inevitable.
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