Conocido principalmente por su rol como saxofonista (fundador de La Mississippi Blues Band y líder de Babel Orkesta), Marcelo "Zeta" Yeyati desarrolló, en paralelo, una carrera como artista plástico. Desde hace décadas atesora objetos de lo más dispares, elementos que rescata del olvido y del abandono, a los que brinda, a través de toda una variedad de obras de ensamblaje artístico, la oportunidad "de no morir".
El ejercicio poético de Zeta lo convierte en autor de piezas que cargan con sellos y vivencias resignificados en nuevos marcos y concepciones estéticas.
En sus esculturas, teclas de un viejo piano recrean el esqueleto de un pequeño caballo, la pata de una cama da cuerpo a un auto de madera y el fuste de una copa rota es el taco aguja de una recreación de calzado incómodo. En sus cuadros, bustos de cariz andrógino dan vida a magos, guardianes, mafaldas y a toda una suerte de personajes de estilizadas formas modiglianescas en los que abundan las referencias: su maestra de música, conocidos, amigos.
En un juego que amplifica dimensiones, el artista agrega a sus pinturas también algunos de los objetos que encuentra: pequeños y antiguos portarretratos ovalados que utiliza como anteojos o para delinear bocas, coronas, telas, encajes, ojos que recorta de afiches de la calle.
"Todos los objetos tienen una vivencia y una historia. Hay millones de elementos en lo cotidiano que están para tirar y que tienen presencia y luz. Uso materiales que la gente no quiere para hablar del tiempo y transformarlo, para hablar de esperanza, de reinventarse, de los cartoneros, de los latinoamericanos. E intento hacerlo con humor", explica Yeyati.
Admirador de Berni y de las temáticas sociales que abordaba el creador de Juanito Laguna y Ramona Montiel, Zeta cuenta que se vale de las "huellas" para hablar de experiencias, por ello en sus trabajos hay manchas, sellos, gestos. La historia "más linda" que escuchó está vinculada a uno de los mejores Stradivarius que se han fabricado, el cual se construyó con la madera de un remo encontrado en un lago. "Toda la vivencia de ese material es lo que hizo que tuviera esa vibración y ese sonido. De algún modo, yo tengo un montón de Stradivarius", agrega metafórico.
Atraído por la obra de Alexander Calder, en tiempos en los que todavía cursaba el colegio secundario, las manos de Yeyati comenzaban a modelar materiales. En una caja, conserva lo que sería su propio circo de figuras de alambre, en el que reemplaza a los trapecistas, contorsionistas y domadores de leones, ideados por el estadounidense, por músicos, entre ellos la figura de su álter ego en diminutos saxofonistas.
"Los hacía acostado en la cama y miraba las sombras. Luego, como no quedaban del todo bien, fui a ver a Antonio Pujia", cuenta. El magistral escultor fue uno de sus primeros maestros, entre los que también figuran Omar Gasparini, Víctor Chab, Diana Aisenberg, Jorge Argento y Pablo Amoedo. Además de la pintura, el collage y el ensamble –"unir objetos sin aparente relación de forma armoniosa"–, domina técnicas de carpintería, tapicería y serigrafía. A su período formativo, lo acompañaron y sucedieron numerosas muestras y un creciente interés público por sus piezas.
En sus ensambles están presentes cajas de violines y chelos, diapasones, pianitos y restos de instrumentos de viento, referencias a la música, su otra expresión artística.
"Las fronteras en el arte las ponemos cuando decimos: «Esto es teatro, aquello es música». Cuando trabajo, no es que me ponga a tocar, pero mi saxo siempre está cerca. Quizás algún día pueda surgir un cuadro con vibraciones sonoras, quién sabe", señala.
Marcelo Yeyati abrirá este año su propia galería-taller en Palermo, espacio que contará con un piano y cafetería. Su obra se reparte actualmente entre la galería Mar Dulce y su actual espacio de trabajo en Caballito. Es un refugio creativo, donde trabaja en decenas de obras a la vez, y cientos de objetos aguardan a ser trasplantados para recobrar vida en otros cuerpos: chapas oxidadas, cajas, patas de camas y sillones, esferas (que, en general, utiliza como cabezas), chapitas pisadas por los coches, pedazos de lámparas araña, ojos que recorta de afiches, telas, encajes, metales y cerámicas.
"En mi ensamble, las cosas quedan casi como son, le veo frescura a lo espontáneo, y la síntesis es algo precioso", concluye. En su web, también se pueden ver sus trabajos.