Entre la derecha y la izquierda
Desde hace un siglo el autor de El anticristo entusiasma por igual a fascistas, nazis e izquierdistas, que se disputan su pensamiento como un botín de guerra. Hoy, la izquierda más actual, representada por Foucault, Deleuze y Derrida, considera al pensador alemán como a uno de sus ilustres antepasados
Nietzsche y su maestro Schopenhauer constituyen casos singulares en la historia de las ideas. Fueron dos outsiders, marginales de la filosofía académica, y a la vez, los primeros éxitos editoriales de esa disciplina; recibieron el halago, aunque tardío, de las multitudes a las que, sin embargo, habían despreciado. La influencia de Nietzsche fue más intensa y duradera porque su rara personalidad era propicia para el culto del genio, uno de los ingredientes de su fama equívoca. Pertenecía a una categoría de escritores surgidos con el romanticismo, que hacían de su propia vida una obra de arte, y del pensamiento, la expresión de una personalidad original, insustituible y única.
La primera "moda Nietzsche" comenzó en 1890, inmediatamente después de que el filósofo se hundiera en la locura. Tres características de su pensamiento -el irracionalismo, el vitalismo y el esteticismo- reflejaban y contribuían a acrecentar los rasgos distintivos del estilo 1900. Lejos de los círculos universitarios que no lo tomaban en serio -con excepción de Dilthey y después, Heidegger-, sus innumerables lectores se encontraban en los ambientes artísticos y literarios, entre los "poetas malditos" y los bohemios. Fue un autor de culto para los jóvenes wandervogel que llevaban Así hablaba Zaratustra en sus mochilas durante la Primera Guerra Mundial, y algunos de los cuales integrarían luego las juventudes hitlerianas. Siguió siendo un ícono para perpetuos jóvenes rebeldes de sucesivas generaciones. Los beatniks californianos llegaron a mezclarlo con el budismo zen.
Heidegger, en el "Discurso inaugural" de Heidelberg, rememorando "los años excitantes entre 1910 y 1914", reconocía que éstos le habían traído el descubrimiento de Dostoievski, de Kierkegaard y de Nietzsche. Dostoievski había sido una de las fuentes de Nietzsche y Kierkegaard era como un Nietzsche cristiano.
Introducido en París por el poeta Jules Laforgue, tras su estadía en Berlín, el nietzscheanismo se difundió en los cenáculos simbolistas y decadentistas y entre los cultores del dandismo estético. Abel Hermant, observador de las costumbres mundanas parisinas, señalaba hacia 1904: "se ha tenido un Schopenhauer para damas y un Wagner para familias, se va a tener un Nietzsche de salón". Jean Cocteau, siempre al día, se proclamaba, en 1915, discípulo de Nietzsche.
Siguiendo una tradición iniciada por los románticos alemanes (los filósofos Schelling y Schlegel y los poetas Novalis y Hölderlin), Nietzsche intentó -después también lo haría Heidegger, nietzscheano tardío- la fusión entre el pensamiento y el arte, entre la filosofía y la poesía. Concebía el arte como la verdadera actividad filosófica y esta metafísica que privilegiaba el arte le granjeó la desconfianza de los profesores pero el fervor de los artistas.
Por otra parte, la ambivalencia de sus teorías (como sus admirados sofistas griegos, solía defender apasionadamente una posición, la contraria, y a veces, hasta una tercera) provocaba la adhesión por igual de reaccionarios y revolucionarios, autoritarios y libertarios, creyentes y ateos, individualistas y colectivistas, oscurantistas y libre pensadores, en fin, la derecha y la izquierda.
La idea de la lucha solitaria del individuo genial contra el rebaño de los mediocres atrajo a Gide, G. B. Shaw, D. H. Lawrence, Ibsen, Strindberg, Hamsun, Hesse, Benn, los anarquistas y aun a Heidegger: el hombre inauténtico de El ser y el tiempo tiene resonancias de las diatribas de Nietzche contra el hombre masa.
El nietzcheanismo también dejó su sello en las primeras vanguardias artísticas, futuristas y expresionistas; entre estos últimos su importancia fue tal que el nombre del grupo El Puente derivaba de un pasaje de Zaratustra . Un surrealista heterodoxo, Georges Bataille, descubrió una nueva veta en Nietzsche: la locura entendida no como enfermedad sino como un trance místico liberador de los impulsos dionisíacos. En el Nº 5 de su revista Acéphale de junio de 1939, Bataille conmemoraba el cincuentenario de la locura en Nietzsche, declarada el 3 de enero de 1889. Durante los años sesenta, Foucault, quien llegó a Nietzsche a través de Bataille, conquistó para la locura el estatus académico en los círculos universitarios de París: en su famosa Historia de la locura en la época clásica (1961), consagraba a los grandes locos, Artaud, Van Gogh y Nietzsche, como profetas que enfrentaban la racionalidad moderna.
El nazismo
El advenimiento del fascismo fue preparado por corrientes culturales adversas a la racionalidad, la democracia, la fe en la ciencia y el progreso, los fundamentos, en fin, de la modernidad. Este antimodernismo, cuyos padres fundadores fueron tanto Nietzsche como sus coetáneos Ferdinand Tönnies, Georges Sorel y Wilfredo Pareto, se renovó con la primera generación de nietzscheanos, aunque algunos no se reconocieran como tales: Stefan George, Ludwig Klages, Maurice Barrés, Gabriele D´ Annunzio, todos jóvenes hacia 1890, fecha en que comenzaba la difusión de la obra de Nietzsche.
En la década del ochenta, nacía una nueva generación de nietzcheanos: la de Oswald Spengler, Ernst Jünger, Drieu La Rochelle y Martin Heidegger. Tanto los primeros como los segundos se consideraron a sí mismos encarnaciones del superhombre nietzscheano, llamados a orientar el movimiento de rebelión contra la sociedad moderna -capitalista liberal, democrática o socialista- y preparar así el ánimo para la revolución de derecha que culminaría en el fascismo.
El círculo wagneriano fue un vivero de estas ideas. Allí Elizabeth Nietzsche (hermana de Friedrich) se relacionó con su futuro esposo, el militante antisemita Bernhard Forster, y también conoció a Hitler, quien la cautivó. Una vez en el poder, Hitler haría frecuentes peregrinaciones personales al Archivo Nietzsche, convertido en santuario.
En Michael , novela autobiográfica de Joseph Goebbels, el protagonista leía Zaratustra y La gaya ciencia . Es difícil saber si Mussolini y Hitler también leían puntualmente a Nietzsche, pero es significativo que lo hayan elegido como mentor y que encontraran en su obra justificación para sus actividades. La conexión no es arbitraria y es preciso reflexionar sobre las relaciones intrincadas, ambiguas, mediatizadas, ondulantes entre las ideas y sus derivaciones políticas.
Mussolini fue consagrado por Elizabeth como "el más noble discípulo de Zaratustra, con quien había soñado Nietzsche". Con mayor autoridad que la oportunista hermana, Heidegger, en la lección inaugural de su curso "Schelling y la esencia de la libertad humana" (1936), proclamaba: "Los dos hombres que han encabezado el movimiento de reacción contra el nihilismo, cada uno de ellos de un modo diferente, son Mussolini y Hitler. Los dos han aprendido de Nietzsche, los dos de un modo esencialmente diferente". Lo menciona Otto Pöggeler que asistió al curso.
Ambos dictadores, ya en total decadencia, recordaban aún a su maestro de pensamiento: cuando Mussolini cumplió en prisión sus sesenta años, Hitler le hizo llegar, como regalo, las Obras Completas de Nietzsche.
Los fascistas tenían derecho a reclamar parte de la herencia del defensor de la violencia, la crueldad, la fuerza contra el derecho, los instintos contra la razón, el mito contra la historia, la guerra como estímulo de la energía, la barbarie como rejuvenecimiento de los pueblos. No podían dejar de identificarse con ese profeta apocalíptico que anunciaba el advenimiento de una nueva edad heroica; ese profesor de energía que enseñaba a "vivir peligrosamente" y adoraba la "bestia rubia que hay en el fondo de todas las razas aristocráticas", el filósofo que despreciaba la democracia y justificaba la existencia de las castas, el racismo, la esclavitud y la opresión de los débiles, el misógino que destinaba las mujeres al "reposo del guerrero". Aun la estetización de la vida en Nietzsche era un antecedente de lo que Walter Benjamin llamaba la "estetización de la política" por el fascismo.
Fue legítima la apropiación por el hitlerismo de quien proclamaba: "Una buena y sana aristocracia [É] acepta el sacrificio de una multitud de hombres que deberán ser humillados y rebajados al estado de seres mutilados, de esclavos, de instrumentos" ( Más allá del bien y del mal , aforismo 257); "Los débiles y los fracasados deben perecer; ésta es la primera proposición de nuestro amor a los hombres. Y hay que ayudarlos a perecer"( El Anticristo , 2). El propio Nietzsche, débil y enfermo, habría sido víctima, de haber asistido al triunfo de sus ideas.
El nietzscheanismo de izquierda, para blanquearlo, acostumbra tomar con pinzas algunas frases contra el antisemitismo, ocultando que en Nietzsche, se encuentran otros tantos aforismos antisemitas. El judaísmo fue estigmatizado junto al cristianismo como resentimiento de esclavos. Ese antijudaísmo filosófico se mezclaba a veces con el antisemitismo vulgar, por ejemplo, en el aforismo 46 del Anticristo , en el que se habla del "mal olor" de los judíos polacos. Más aún, el racismo de Nietzsche -admirador de los padres fundadores de esa doctrina, Gobineau y Wagner, y del darwinismo social- tenía a veces connotaciones biologistas: "Es imposible que un hombre no tenga en la sangre las cualidades y predilecciones de sus padres y de los antepasados, aunque las apariencias puedan hacer creer lo contrario. Ese es el problema de la raza" ( Más alla del bien y del mal , 264). "No se posee derecho a la filosofía, en su sentido más amplio, sino por un don de nacimiento; los antepasados, Ôla raza´, son todavía aquí el elemento decisivo" ( Idem , 213).
La superioridad de la raza aria estaba presente en Nietzsche cuando señalaba: "El latín malus (al que doy el sentido de negro) podría haber designado al hombre vulgar por su color oscuro, sobre todo, por sus cabellos negros. El autóctono pre-ario del suelo itálico se distinguía más claramente por su color sombrío de la raza dominante, de la raza de los conquistadores arios, de cabellos rubios". "¿Quién nos garantizaría que la democracia moderna, el anarquismo, aún más moderno, sobre todo esa tendencia a la ÔComuna´, a la forma social más primitiva, cara hoy a todos los socialistas de Europa, no sean en esencia, un monstruoso caso de Ôatavismo´, y que la raza de los conquistadores y de los señores, la de los arios, no esté en trance de sucumbir incluso fisiológicamente" ( Genealogía de la moral , I, aforismo 5).
"No existe más nobleza que la de nacimiento y la sangre [É]. Cuando se habla de la Ôaristocracia intelectual´, es generalmente porque se tiene algo que ocultar; se sabe que es una palabra favorita de nuestros judíos ambiciosos. El espíritu sólo no ennoblece; por el contrario, se tiene necesidad de algo que ennoblezca el espíritu. ¿Qué hace falta para eso? La sangre" ( Voluntad de poder , IV, 318). Citas como éstas rebaten la aseveración de Heidegger que, en su curso de 1936-1937, negaba el biologismo de Nietzsche.
Heidegger, en el citado curso, tomaba conceptos de Alfred Baeumler y de Karl Jaspers al mismo tiempo. Según Hugo Ott, "los mezcla a ambos y crea una amalgama basada en cosas contradictorias y opuestas". Jaspers en 1936 intentaba, en la vertiente del existencialismo cristiano, sintetizar a Nietzsche y Kierkegaard. Alfred Baeumler, maestro de Alfred Rosenberg, había iniciado, con Nietzsche como filósofo y político (1931), la corriente del nietzscheanismo nacionalsocialista. Para incorporar mejor el pensamiento de Nietzsche al nazismo, se publicó el manual Nietzsche y el nacionalsocialismo (1935), de Henrich Haertle, que contenía una lista de aforismos no asimilables al nazismo y los explicaba como "errores" imputables a la época en que fueron escritos.
Queda una pregunta: ¿qué habría sido de Nietzsche de haber vivido hasta la época hitleriana? La ambivalente ideología nacionalsocialista era elitista, jerárquica, antidemocrática y antisocialista -en la tradición nietzscheana- pero se apartaba de ésta en tanto su elititismo no era aristocrático sino populista y se apoyaba en las masas, tan despreciadas por Nietzsche. Es de suponer que del mismo modo que sus continuadores, Spengler, Jünger o George, Nietzsche habría visto en Hitler un deformador de su pensamiento, repitiendo el hábito, frecuente entre los pensadores políticos, de no reconocer sus ideas en la aplicación que de ellas hacen los hombres de acción.
La izquierda nietzscheanizada
Cuando los filósofos alemanes de la posguerra trataban de desprenderse de la tradición desprestigiada de Nietzsche y Heidegger, demasiado comprometidos con el nazismo, asistieron con asombro al rescate de ambos, por obra de la cultura francesa de izquierda.
En 1967 apareció La gaya ciencia , el tomo V de las Obras Completas de Nietzsche en la edición francesa de Gallimard, traducida por Pierre Klossowski y con prefacio de Gilles Deleuze y de Michel Foucault. De ese modo, se unían tres de los nombres liminares del neonietzscheanismo francés, a los que habría que agregar el de Jacques Derrida y el del precursor de todos ellos, Bataille. La obra de Deleuze Nietzsche y la filosofia (1962) inició el revival nietzscheano imponiendo lo que J. G. Mercier llamó el "nihilismo de cátedra" en la universidad francesa, luego, a través de Derrida, en la norteamericana y por reflejo, en la argentina.
Siempre hubo una oposición entre la derecha y la izquierda nietzscheanas, pero lo curioso de este nuevo revival es que ideas de derecha y de izquierda aparecen inextricablemente mezcladas. Las izquierdas del último medio siglo se han ido deslizando hacia posiciones que las vuelven irreconocibles con respecto a la izquierda clásica, las retrotraen al anticapitalismo romántico denostado por Marx y se confunden, a veces, aun con el pesimismo cultural de cierta derecha no tradicional. En este contexto debe explicarse el propósito de la izquierda académica de suprimir todo vestigio ilustrado y racionalista hegeliano del pensamiento de Marx y el intento inaudito de heideggarizarlo y nietzscheanizarlo.
Foucault y Deleuze fueron los creadores de la rara mezcla de Freud, Marx y Nietzsche, reunidos como "maestros de la desconfianza" y "técnicos de la interpretación". En el VII Coloquio Filosófico Internacional dedicado a Nietzsche en Royaumont (1964), Foucault, en su conferencia "Nietzsche, Marx y Freud", lanzó a ese trío destinado al éxito. Deleuze, en su Antiedipo (1972), escrito en colaboración con el antipsiquiatra Felix Guattari, intentó una reconciliación entre Freud y Marx, repensado desde el interior de Nietzsche. En realidad, tanto Deleuze como Foucault atacaban a Freud y Marx desde Nietzsche y Heidegger.
El fundamento del pensamiento francés posestructuralista, posmoderno y sesentista es el relativismo cultural, la convicción de que no hay hechos sino sólo interpretaciones. Tanto Deleuze como Foucault basaban su teoría de la no objetividad del conocimiento en Nietzsche, más precisamente, en el aforismo 12 de la segunda parte de Genealogía de la moral , donde el pensador alemán sostenía que las cosas en historia no son sino "una cadena ininterrumpida de interpretaciones y aplicaciones siempre nuevas".
La crítica del racionalismo, según Deleuze, habría sido llevada hasta sus últimas consecuencias por el "perspectivismo" nietzscheano: "No existe más que una visión perspectivista, un Ôconocimiento´ en perspectiva" ( Genealogía , III, 12). De ese aforismo, Deleuze deducía que el conocimiento en sí mismo era una ilusión, un error, peor aún, una falsificación.
Foucault, que dedicó a Nietzsche uno de sus cursos en Vincennes (1970) y otro en el Collége de France (1972), asumía también la concepción nietzscheana del conocimiento como invención, producto de instintos, deseos, impulsos corporales violentos y agresivos, reprimidos por la cultura. En el artículo "Nietzsche, la genealogía, la historia" (1972), siguiendo la Genealogía nietzscheana, afirmaba que cualquier interpretación no es más que una interpretación. El conocimiento no estaría orientado hacia la verdad sino hacia el eterno escepticismo de interminables interpretaciones aleatorias. Elogiaba asimismo el desprecio nietzscheano por la búsqueda de objetividad de los historiadores a los que oponía la "genealogía" que "no teme ser un conocimiento en perspectiva".
Pero el relativismo de Nietzsche contiene la contradicción de todo relativismo. Si todo es relativo, si todo no es más que interpretación, entonces también la teoría de la voluntad de poder, como lo sugiere Gianni Vattimo en su Introducción a Nietzsche , es tan sólo una teoría entre otras, una interpretación relativa, sin ninguna validez objetiva.
La otra posibilidad es interpretar que toda teoría es relativa menos la relativista. Esta postura -a mi modo de ver, y en oposición a los neonietzscheanos- es la predominante en Nietzsche. Cuando, para señalar el carácter ilusorio de toda valoración moral, Nietzsche afirmaba que "Hay un solo mundo y es falso, cruel, contradictorio, sin sentido [...]. Un mundo hecho de esa forma es el verdadero mundo", pretendía mostrar la esencia de la realidad, postulaba una metafísica tan dogmática e indemostrable como las que se había propuesto destruir. Para desenmascarar todos los valores, Nietzsche necesitaba algún criterio válido y éste era, según él, la división de la humanidad entre fuertes y débiles, entre sanos y enfermos, los primeros de los cuales forman la elite de los superhombres, más allá del bien y del mal. La voluntad de poder, fuerza vital, biológica, psicológica o espiritual, según las distintas interpretaciones, impulso irresistible que mueve a los hombres, no sería ya una interpretación entre otras sino un hecho objetivo, más aún, la clave última de toda realidad humana. Comprobamos así que tras el perspectivismo pretendidamente neutral, hay una metafísica que no osa dar su nombre; tras la fragmentación, una unidad que se ignora o se oculta; la negación de todo es una afirmación; la proclamación del fin de las valoraciones, una valoración más.
Claves
Formación: Friedich Nietzche nació el 15 de octubre de 1844. Su padre, Karl, era pastor protestante. El joven, destacado estudiante de lenguas clásicas, tocaba el piano y componía.
Obras: El nacimiento de la tragedia, La gaya ciencia, Así habló Zaratusta, Más allá del bien y el mal, la genealogía de la moral, El caso Wagner, El crepúsculo de los ídolos, El anticristo, Ecce Homo, La voluntad del poder.
Profeta: la figura del superhombre que aparece en la obra de Nietzche apasionó a Hitler y a Mussolini, que veían, en ese nuevo hombre anunciado por el pensador, el arquetipo de sus ideales.
Muerte: Nietzche murió el 25 de agosto de 1900. Poco antes, su hermana lo había rescatado de un manicomio donde había sido internado, presa de un ataque de locura.