Flojo de papeles
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Cada vez con mayor frecuencia las personas toman decisiones basadas en un video viral que encontraron en alguna de las varias góndolas de ese gran supermercado al que llamamos redes sociales. Lo separo de la internet en sí porque son, técnicamente, cosas muy diferentes.
A veces se trata de decisiones inofensivas. Otra, involucran desde desafíos potencialmente mortales hasta supuestas terapias no menos riesgosas para males de toda índole. Los sofismas, las falacias, los datos espurios, las verdades a medias y las mentiras desvergonzadas están ahí, al alcance de todos, disfrazados de dato científico y maquillados con el rubor de la confirmación. Puesto que la mente humana tiende a creer (si pusiéramos todo en duda todo el tiempo, no podríamos funcionar), solemos caer en la trampa.
A lo mejor es tarde para proponer un humilde consejo, pero ahí va: si desde que el chico empieza a estar expuesto al mundo real nos ocupamos de impartir el pensamiento crítico, la viralización no sería ni tan frecuente ni tan rentable. Ni tan peligrosa, claro. Cierto es, sin embargo, que frente a un público crítico ningún slogan simplista y flojo de papeles funcionaría bien. Y esto viene siendo así desde mucho antes de las redes sociales.
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