"La disciplina también se enseña"
Así lo asegura el especialista norteamericano, profesor ilustre de la Universidad del Estado de Florida
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"Sólo disciplinamos a quienes amamos", dice Clifford Madsen. Y su aseveración es todo un pronunciamiento en tiempos de confusión de roles, donde los hijos mandan y los padres obedecen y donde las muestras de amor parecerían pasar, casi exclusivamente, por la satisfacción inmediata de las exigencias materiales.
Durante las últimas tres décadas, Madsen observó que la indisciplina escolar perturbaba plenamente el proceso de aprendizaje y privaba a los niños de adquirir las conductas indispensables para desarrollar una productividad personal.
También observó que el tema en el nivel escolar no podía divorciarse de la concepción con que se lo encaraba en el ámbito familiar y que la mayoría de los maestros que abandonaban la profesión lo hacían por lo que ellos llaman una "inhabilidad para controlar la disciplina".
Ese fue el puntapié de una larga serie de investigaciones en las escuelas públicas norteamericanas, que desembocó en un libro que es best seller en los Estados Unidos y que ya agotó cuatro ediciones: "Enseñanza y disciplina", escrito en colaboración con su hermano Charles Madsen, psicólogo como él, y coeditado aquí por Marymar y la Universidad Nacional de General San Martín (Unsam), con prólogo del doctor Guillermo Jaim Etcheverry.
Madsen, que también es ilustre profesor del Centro de Investigación Musical de la Escuela de Música de la Universidad del Estado de Florida, Tallahassee (Estados Unidos), visitó Buenos Aires para dictar unas Jornadas sobre el tema "La disciplina en el aula, una visión desde la investigación", organizadas por la Licenciatura en Artes de la Unsam.
"Cada maestro debe entender desde el principio que su principal responsabilidad como docente es incorporar al niño a una cultura dada. Enseñarle a deletrear, a leer, a escribir, así como a comportarse bien, equivale a la imposición de los valores sociales y educativos, que no nacen con el alumno", asegura.
-¿Por qué entonces el orden, los límites, tienen poco predicamento en las teorías educativas vigentes?
-En principio porque muchos maestros creen que la indisciplina no tiene conexión con el aprendizaje, cuando ambos aspectos van de la mano. Mientras que los adultos no queremos vivir en un sistema autoritario, es imposible pensar que una escuela pueda subsistir sin principios de orden. No sentarse en la clase, hacerle burlas al profesor, no esperar su turno para ir a almorzar, pegarle a un compañero, son conductas que muy rápido transforman a estos chicos en un problema para el maestro.
-¿Y no lo son?
-Los chicos-problema no permiten avanzar a los maestros al ritmo necesario y ciertamente complican el desarrollo de la clase, pero puedo asegurar que rara vez son tan problemáticos como los maestros creen. El verdadero y no siempre detectado conflicto de estos chicos es que tienen devaluada su autoestima.
-¿Por qué?
-Porque no han aprendido la alegría de aprender, no han tenido orden ni paz interior para hacerlo, no han tenido entornos positivos que los ayudaran en ese sentido. Son los chicos que uno dice que se alegran o regocijan en arruinarle la vida al maestro, o en destruir los bancos y las paredes, por que haciendo eso consiguen la atención y los límites que están pidiendo a gritos.
-¿Hay estadísticas acerca de cuántos chicos responden a este perfil?
-Entre el 5 y el 10% de los chicos presenta problemas de indisciplina, según el contexto familiar y social. Pero sólo entre el 1 y el 2% de la población no puede ser atendido efectivamente dentro de las escuelas y necesita recibir atención en un entorno especial, o con un trabajo personalizado, o con especialistas de minoridad.
-¿Por qué los maestros fracasan en crear o mantener condiciones favorables a la disciplina?
-Porque no comprenden cabalmente que, así como la gramática o la geometría, la disciplina también se enseña. Y porque, seguramente, las recompensas por aprender no han sido debidamente establecidas. Cuando el maestro inicialmente determina cuáles son las decisiones que le competen al alumno y cuáles las que le competen al maestro, está definiendo los límites de la conducta aceptable. Si los alumnos saben exactamente qué es lo que se espera de ellos y quieren hacerlo, probablemente lo hagan.
-¿Qué diferencia a un niño disciplinado de otro que no lo es?
-Un niño disciplinado es un niño que socialmente aprendió a comportarse de manera apropiada y que evidencia patrones de respuestas adecuadas para el trabajo académico. La disciplina promueve el orden social y la productividad individual.
-Si la autodisciplina es algo que hay que incorporar, ¿cómo hace el niño para ganarse estos atributos?
-La respuesta es obvia: tiene que haberlos aprendido. Si el alumno está motivado es porque aprendió a asociar determinadas conductas con determinados resultados. La motivación no existe en el vacío, es una conducta.
-¿Y si no las adquiere?
-Bueno, ahí decimos que el chico tiene un problema. En el camino del aprendizaje hay una fuerte tendencia a mirar hacia atrás en la historia del niño. Pero un análisis largo y complejo sobre su personalidad suele ser improductivo e innecesario, si bien para algunos maestros significa la oportunidad de renunciar al niño porque, finalmente, hay una razón que justifica la conducta descarriada.
Es mejor mantenerlos adentro
- Madsen reconoce que para muchos chicos con problemas de conducta la escuela se convierte en su última esperanza.
-¿Coincide con las teorías más recientes respecto de que, no importa lo que hagan, es preferible mantenerlos dentro que fuera de la institución escolar?
-Creo que sí, que para ellos puede ser muy bueno el entorno favorable y el ejemplo de otros compañeros, que funcionen como modelo. El maestro debe tener muy en claro cómo trabajar con estos chicos, pero no echarlos de la escuela.
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