
Larga vida a la historieta
BUSCADOS VIVOS Por Juan Sasturain-(Astralib)-293 páginas-($ 30)
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Cuando un arte deja de ocupar el centro de la escena y se encuentra en posición de debilidad (imaginaria) frente a otros lenguajes, se lo convierte invariablemente en un baluarte moral. Así ha ocurrido con el teatro, con la poesía, con ciertas expresiones de la plástica, con el cine independiente. Cuando faltan lectores o espectadores, la actuación, la escritura, el dibujo se convierten en algo bueno en sí mismo, forman parte de una supuesta "resistencia", aunque nunca se sabe muy bien qué es lo que se resiste. La historieta, pasados sus mejores momentos, también entró en esa entronización moral, en la que justos y pecadores reciben su premio por igual. Afortunadamente existen libros como el de Juan Sasturain para salvarnos de toda mistificación, de todo desvarío populista, de toda glorificación irresponsable.
Protagonista decisivo de la historieta argentina a partir de fines de los setenta, Juan Sasturain fue jefe de redacción de las revistas SuperHum® y Fierro, y guionista de una de las grandes obras del género en la Argentina, Perramus, dibujada por Alberto Breccia. Ya desde las páginas de SuperHum® (desprendimiento historietístico de la revista Hum®) se notaba el ideario de Sasturain: un rescate de los grandes momentos del pasado combinado con la pasión por la búsqueda de nuevos autores y por revisar los vínculos del género con el cine, la literatura argentina, la ciencia ficción y el policial. Además de trabajos como editor o guionista, dedicó a la historieta numerosos artículos, recuperados en El domicilio de la aventura (Colihue 1995) y ahora en Buscados vivos.
Sasturain publica aquí sus encuentros con hombres notables de la historieta. Por el lado de la aventura, están Hugo Pratt (Corto Maltés), José Luis Salinas (Hernán el corsario y tantas adaptaciones de clásicos) y Francisco Solano López (El Eternauta). Más cerca del humor, figuran Mirco Repetto (guionista de Patoruzito, creador de La vaca aurora), Eduardo Ferro (autor de Langostino y Bólido), Oski y quien fue su guionista durante años en las páginas de Cascabel y de Rico Tipo: Carlos Warnes (que firmaba como César Bruto). El libro se cierra con una entrevista al plástico Carlos Alonso: el tema de la ilustración vincula esta conversación a las otras páginas del libro. Queda fuera de los entrevistados Alberto Breccia, cuyas palabras son el material de un libro futuro.
El mayor número de páginas está dedicado al veneciano Pratt, que se formó en la Argentina y al lado de Oesterheld, con quien hizo Ticonderoga, Sargento Kirk y muchos episodios de Ernie Pike. La entrevista que abre el libro lo muestra a Sasturain acercándose a Pratt no sólo con preguntas, sino con un equipaje de papeles, revistas, anotaciones. Ahí se da cuenta de que está actuando como un fan y no como un periodista; ahí se da cuenta el lector, a su vez, del rol esencial de la infancia y los recuerdos en lo que va a venir. Sasturain entrevista en carne y hueso a sus héroes de niñez y contempla el costado material que escondían aquellas ilusiones: las condiciones del trabajo, el apuro de las entregas, el tamaño de los originales, la complicidad o los roces entre guionistas y dibujantes. Atisbos de la época de gloria del género, en la que nada se sabía de la época y todo se ignoraba de la gloria.
Hugo Pratt se muestra como un incansable contador de historias (Sasturain opone los que tienen algo para contar, a los huecos que siempre tienen algo que decir); Oski, descreído y hosco, repasa el nacimiento de su estilo único como fruto de su fracaso ante del dibujo realista; Mirco Repetto rememora el clima y las bromas en la editorial de Dante Quinterno; José Luis Salinas habla de su experiencia norteamericana y su devoción al maestro Hal Foster... También hay páginas dedicadas a Calé, a Divito, a Lino Palacio.
La historieta es entre otras cosas el arte de concentrar, en un cuadrito, el mundo; fiel al género, Sasturain condensa en un recuerdo, en un detalle, el sabor de la experiencia. Borges escribió en prosa y luego en verso la fábula del hombre que se propone dibujar el mundo, y al final "descubre que esa vasta algarabía/ de líneas es la imagen de su cara". Sasturain pasea entre recuerdos ajenos, para terminar por hacer un minucioso retrato de su infancia como lector.




