Las cartas de Victoria Ocampo a Jacques Maritain: “Un pájaro en busca de la luz”
La publicación de “No sé rezar” es el testimonio de una época y, sobre todo, de una lucha religiosa
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No debería pensarse que, por escasa, la correspondencia que mantuvieron Victoria Ocampo y el filósofo católico Jacques Maritain sea una curiosidad bibliográfica. Pasa más bien lo contrario. La minuciosa pesquisa de María Laura Picón, responsable del volumen No sé rezar. Cartas y otros textos 1936-1943, traducido por Juan Javier Negri, deja entrever (y lo entrevisto resulta en ocasiones más persuasivo que lo visto) la lucha religiosa de Ocampo, su agonía, diríamos con Unamuno.
Hay por lo menos dos maneras de leer esta correspondencia; maneras que, por otro lado, lejos de excluirse se implican. Una es histórica y consiste en seguir entre líneas, o en las líneas mismas, el efecto que tuvo en la Iglesia católica argentina la visita de Maritain en 1936, cuando Ocampo lo conoció, para hablar en los Cursos de Cultura Católica. Picón refiere los pormenores en su introducción y hay un estudio detallado de Roberto Bosca, “La herejía democrática. El impacto de Maritain en el magisterio social”. Baste decir que el Maritain que llegó no era el del muy leído Antimoderne, que su cercanía con la revista Sur, de corte liberal, fue indigesta y que, además, su neutralidad en la Guerra Civil española (definida por algunos nacionalistas católicos de “guerra santa”) provocó perplejidad. Hubo una discusión en otra revista, Criterio, en la que el sacerdote Julio Meinville impugnó a Maritain, y también una defensa matizada de Leonardo Castellani en Sur (número 23). Parece demasiado para alguien neutral.
Sin embargo, ése es precisamente el asunto de la “Carta sobre la independencia” (Sur, n° 22) en la que Ocampo sintió que Maritain hablaba por ella. Escribía Maritain: “De izquierda o de derecha: a ninguno pertenezco […] La independencia del cristiano atestigua de la libertad de la fe frente al mundo”. Maritain da aquí ese salto de lo político a lo teológico, o de la razón a lo supraracional, para tomar su idea en otro ensayo fundamental suyo que publicó Sur (número 31) “De un nuevo humanismo”. En la primera de las cartas conservadas, le dice Ocampo: “Si usted pudiera captar la atención de los católicos como ha logrado captar la mía, si puede hacerse oír entre ellos como lo ha hecho conmigo, nada me habría alejado de ellos”. También aquí hay otro salto, el de la política a algo menos público, la fe herida de Ocampo. Le dirá Maritain un año después: “La inquietud que hay en usted, ese gran vacío que hace que usted se debata como un pájaro en busca del aire libre, he aquí lo que a nosotros nos parece un signo de que los espíritus del cielo no la pierden de vista…” Maritain habla por él y por su esposa Raïssa, que le dirá en 1943, después de que Ocampo pida una lista de vidas de santos para que lea su amigo Aldous Huxley, y ella misma: “¿Me equivoco, querida Victoria, pensando que para usted Dios no es un ausente?”.
Quedará para una indagación futura hasta dónde y en qué medida influyó Maritain en las posteriores conversaciones espirituales de Ocampo con Thomas Merton.
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