
Le Clézio y el origen
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AL ver hace pocas semanas en el programa Bouillon de culture , de Bernard Pivot, a Jean-Marie Gustave Le Clézio, entrevistado sobre sus dos libros más recientes, Hasard y Angoli Mala , me acordé de nuestro encuentro en Buenos Aires, hace algún tiempo. En aquel entonces, como en esta oportunidad televisiva, quedé subyugada por la apostura de este escritor tan prolífico (en la actualidad ya lleva escritos unos treinta libros), autor de una obra tan especial, que escapa a las modas y, diría también, al tiempo. Nacido en 1940, sigue teniendo, a pesar de los años, la apariencia de un joven. Es modesto y, sin embargo, su presencia tiene un aura luminosa que se impone. Habla pausadamente y jamás busca lucirse como lo hacen habitualmente los intelectuales que enfrentan una cámara de televisión. No necesita esforzarse: cada una de sus palabras cala hondo.
Surge en mi memoria un episodio que me tocó vivir hace unos años, al realizar un crucero por los glaciares del Sur. Casi al llegar a Punta Arenas, fui a la biblioteca del barco y tomé Le procés-verbal , de Le Clézio. En la escala, bajé a tierra con el libro. Como sabía que el barco permanecería por lo menos una hora atracado, fui a caminar y después me senté en el banco de una plaza para leer. En cierto momento, me llamó la atención un lustrabotas de unos nueve o diez años, de tez cobriza y pelo renegrido: con extraordinaria habilidad, manejaba con una mano el cepillo y con la otra sostenía un helado que tomaba con fruición. Me pareció insólito estar en esa plaza lejana, leyendo a Le Clézio mientras a pocos pasos se encontraba ese chilenito de rasgos indígenas que, seguramente, jamás había oído hablar del escritor francés.
A lo mejor ese curioso encuentro no era algo tan disparatado después de todo, porque Le Clézio siempre se interesó mucho por los pueblos amerindios, en especial los huichols, los mayas, de México, con los que convivió y que le inspiraron varias de sus obras. En una entrevista, Le Clézio declaró: "El encuentro con esos pueblos fue para mí una experiencia fundamental. Me produjo un shock hasta físico. Dejé de ser puramente cerebral. Mi modo de pensar y mi vida cambiaron por completo; cambiaron mi modo de caminar, de dormir, hasta de soñar". Le Clézio vivió mucho tiempo en Michoacán cerca de Puebla (México). Sobre esa experiencia, afirmó: "Fuera de la capital mexicana, uno siente el aspecto salvaje de la naturaleza y al mismo tiempo la presencia de civilizaciones rurales muy antiguas. En esos pueblos en apariencia más primitivos, hay personas de un gran refinamiento, de un gran valor humano. Tienen mucho que decirnos. Tenemos tanto que aprender de ellos. Son pueblos para los que el arte forma parte de la vida".
Me enteré de que Le procés-verbal había sido escrito bajo la influencia de J. D. Salinger. Con respecto a la obra del norteamericano, dijo Le Clézio: "Pienso que en Salinger hay una línea rectora que responde al budismo zen. Ha desarrollado sus personajes y construido su mundo basándose en muchas ideas del budismo zen". Henri Michaux es otro de los autores admirados por Le Clézio: "Ningún poeta en el mundo puede decir tantas cosas con tan pocas palabras".
Otro de los temas recurrentes en el novelista francés, además de las culturas indígenas y de los viajes, es el desierto. La atracción por el desierto proviene de sus recuerdos de infancia, de los relatos que le hacía su padre y de la lectura de Charles de Foucault. Si uno quiere entender lo que representa el desierto para Le Clézio, un buen consejo es leer su libro Désert , siempre que el lector se olvide de que ese desierto es el Sahara. Para Le Clézio, la identificación de ese inmenso horizonte de arena es un hecho anecdótico. Pone el acento en la inmensidad espacial y en la experiencia del tiempo que suscita esa infinita extensión desolada. "Hay que borrar las particularidades de un lugar que existe de verdad para que el lector acceda a un espacio que lo lleve a olvidar todos los puntos de referencia. Entonces se logra la materialización de la libertad", observa.
Désert es una novela en la que, a través de los personajes, el autor denuncia, provoca, lucha por sus ideales. En ese sentido señala: "Las ideas sin la escritura tienen la consistencia de los sueños". En Désert , Le Clézio combate violentamente el colonialismo, se rebela contra el mundo moderno que lleva la muerte y la miseria a los lugares y a las civilizaciones más apartadas. El novelista rechaza la civilización occidental basada en el lucro y la violencia. Siempre se ha sentido atraído por los orígenes, por lo primordial: "Me es imposible escribir una novela sin pensar en el aire, en el cielo, en el fuego, en la tierra y en el agua. En los elementos primitivos. Tienen para mí tanta importancia como la sociedad humana".
Con todo, Le Clézio se siente optimista respecto del mundo actual. Piensa que asistimos a un nuevo Renacimiento. Según él, estamos viviendo una transformación, de allí que se produzcan estallidos de violencia, guerras de religión; de allí que broten antiguos y nuevos fanatismos. Se redescubre la necesidad de creer en algo que no sea tan sólo el goce de lo cotidiano, el mero consumo. Hay una búsqueda de algo o de alguien que nos guíe y que perdure más allá del tiempo.





