Murió la poeta, traductora y editora Mirta Rosenberg
Esta mañana, acompañada por sus seres queridos en su casa en Villa Crespo, en la ciudad de Buenos Aires, falleció la poeta, traductora y editora Mirta Rosenberg, a los 67 años. Había nacido en octubre de 1951 en Rosario. Allí estudió algunos años en la Universidad Nacional del Litoral y luego cursó el traductorado literario y técnico-científico de inglés en el Instituto Superior Nacional del Profesorado de Rosario. Iba y venía entre su ciudad natal y Buenos Aires, donde terminó de mudarse durante los años noventa. Era madre de dos hijos, Juan y Miguel, y una abuela dichosa.
Además de ser un hito de la poesía argentina contemporánea, Rosenberg desempeñó una gran tarea como difusora de la obra de poetas argentinos y extranjeros. Desde su creación en 1986, integró el consejo de dirección de la mítica revista Diario de Poesía, junto con Jorge Aulicino, Jorge Fondebrider, Daniel Freidemberg, Martín Prieto, Pablo Gianera y Daniel Samoilovich, entre otros poetas, traductores y críticos. Rosenberg tradujo y publicó poemas de Katherine Mansfield, William Blake, Walt Whitman, Emily Dickinson y Marianne Moore; muchos de esos trabajos se dieron a conocer en la inolvidable colección Los Grandes Poetas, del Centro Editor de América Latina. Sus versiones eran consideradas obras maestras del arte invisible de la traducción. También tradujo a poetas como James Laughlin, Seamus Heaney, Elizabeth Bishop, Louise Gluck, Anne Carson, Robert Hass, Anne Sexton, Joseph Brodsky y Ted Hughes. Durante años, tradujo para LA NACION, a solas o junto con Jaime Arrambide, artículos de las temáticas más variadas.
Todavía en Rosario, en 1991, Rosenberg fundó la editorial de poesía, ensayo y narrativa Bajo la Luna Nueva, que luego pasó a llamarse, simplemente, Bajo la Luna. En 2002, cambió la sede a la ciudad de Buenos Aires. El catálogo de ese sello (actualmente a cargo de su hijo Miguel Balaguer y de Valentina Rebasa) es imprescindible a la hora de explorar el acervo de la narrativa y la poesía argentina y extranjera contemporáneas.
En 2018, en ese sello se publicó en una edición ampliada la obra poética reunida de Rosenberg, El árbol de palabras. 1984-2018, que incluye títulos clave como Madam (1988), El arte de perder (1998), El paisaje interior (2012) y Cuaderno de oficio (2017). La observación de la naturaleza unida al rumor de fondo de las pasiones, la espiritualidad de la belleza y la materia misteriosa de las palabras, y el acto de decir bordeado por el humor, la crítica y el placer del lenguaje son algunas constantes de su literatura. Varios de sus libros incluyen una sección dedicada a recopilar sus versiones de poemas ajenos. En 2016, junto con Liliana García Carril, Silvina López Medín, Horacio Zabaljáuregui, Anahí Mallol, Ezequiel Zaidenwerg y Enrique Winter, emprendió el proyecto de Extra, revista de poesía y traducción. En ese único número hasta el momento, se puede leer su poema-ensayo "Traducir poesía".
Los críticos coincidían en señalar el carácter único, tan bien calibrado y consciente, de su obra poética. "La poesía de Rosenberg emerge dentro del panorama de la poesía argentina como una rama independiente, arraigada en las profundidades de la lengua, o de su lectura personal de la lengua y de las ampliaciones que esta encuentra en la traducción. Si usamos una muy vieja palabra como estilo, eso es lo que la hace reconocible entre muchos: su estilo es ritmo y su estilo es alguna clase de fe", escribió la poeta española Olvido García Valdés. En 2003 obtuvo la Beca Guggenheim en poesía.
Meses atrás, Rosenberg aún daba clases en la licenciatura de Artes de la Escritura de la Universidad Nacional de las Artes, en la cátedra de Taller de Poesía II. Al morir, trabajaba desde hacía varias semanas en un nuevo libro. Durante los últimas días, siempre estuvo acompañada por su familia y "la otra familia" de amigos poetas y traductores, todos ellos de generaciones más jóvenes. Alejandro Crotto, Ezequiel Zaidenwerg (con quien publicó un bestiario poético titulado Bichos), Daniel Lipara (con el que tradujo, para Bajo la Luna, Memorial, de la poeta Alice Oswald), Gastón Navarro, Andi Nachon, García Carril y Franco Castignani, entre otros, compartían con Rosenberg el amor por el modo en que las palabras crean, además de belleza, una mayor conciencia sobre el lenguaje y el mundo.
Para despedir a Mirta Rosenberg, el velatorio se realizará esta tarde en Thames 1164, de 18 a 22.
Un poema de Mirta Rosenberg
La consecuencia
Esto es un árbol. La raíz dice raíz,
rama cada rama, y en la copa
está la sala de recibo
de un mirlo que habla.
La mesa donde escribo
—una fiesta de solteras—
está hecha de madera de ese árbol
convertida por el uso y por el tiempo
en la palabra mesa.
Es porque da frutos que caen
y por el gremio perenne de sus hojas
que se renueva el árbol
y que existe la palabra árbol:
aunque a veces el bosque
lo oculte a la vista, lo contiene
el árbol en la palabra árbol.
Y no es que este sea un poema abstracto.
Es que las palabras se repiten entre sí
por el sentido: son solteras y sociables
y de sus raíces crece un árbol.
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