Nacido para ser museo
Por iniciativa privada, el edificio del Museo Castagnino de Rosario fue el primer proyecto nacional concebido para exhibir obras de arte
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Primer museo construido con ese fin en el país, el Museo Municipal de Bellas Artes Juan B. Castagnino de Rosario se inauguró en diciembre de 1937 en un terreno ubicado en las intersecciones del bulevar Oroño y la avenida Pellegrini (parque de la Independencia). La iniciativa fue de Rosa Tiscornia de Castagnino, quien financió el diseño y la construcción del edificio y lo donó a la ciudad en memoria de su hijo Juan Bautista, un promotor cultural, muerto prematuramente, que desde muy joven fue un referente en la apreciación artística y un importante coleccionista.
El proyecto lleva la firma de los arquitectos Hilarión Hernández Larguía y Juan Manuel Newton y está inspirado en las pautas museográficas más avanzadas de la época. En dos plantas unidas por una importante escalinata desarrollaron 31 salas de diferentes dimensiones -incluso alturas- que articularon a través de un recorrido circular alrededor de patios interiores para permitir el ingreso indirecto de la luz natural por cielos rasos vidriados.
Para el lugar de emplazamiento, cedido por el intendente Miguel Culaciati, pusieron especial atención en la evolución de la ciudad, ya que por entonces la zona no estaba parquizada.
En la actualidad, el museo cuenta con un patrimonio de unas 2800 obras que se fue conformando a lo largo de más de 80 años. Al acervo del antiguo Museo Municipal de Bellas Artes, que había sido inaugurado en 1920, se le sumaron compras realizadas en distintos períodos por los gobiernos municipal y provincial; importantes donaciones particulares y de la Fundación Museo Castagnino, y premios adquisición de los salones nacionales y municipales organizados por la institución.
El resultado es una colección que está entre las más importantes del país, ya que reúne pinturas y esculturas paradigmáticas de arte argentino de los siglos XIX y XX y valiosas obras de artistas europeos de diversas épocas.
Entre las argentinas se destacan pinturas de Eduardo Schiaffino, Eduardo Sívori, Martín Malharro, Fernando Fader, Ramón Silva, Miguel Carlos Victorica, Raquel Forner, Lino Eneas Spilimbergo, Lucio Fontana, Emilio Pettoruti, Antonio Berni, Alfredo Guttero, entre otros. Entre las europeas vale destacar las tablas flamencas de siglo XVI atribuidas al círculo de Gerard David, a Mabuse y a Marteen Van Heemskerk, pinturas de José de Ribera, Luca Giordano, Juan de Valdés Leal, Henri Fantin Latour, Charles Daubigny. E importantísima es la colección de grabados de Francisco de Goya, que incluye las series de Los Caprichos , Los Desastres de la Guerra y Los Disparates .
Promotores
La visita del presidente Roque Sáenz Peña a Rosario en 1913 despertó la conciencia de promover el arte en la ciudad. Pero la iniciativa de crear un museo no provino de sectores oficiales sino del interés privado.
En 1917, la Asociación El Círculo, que dirigía Rubén Vila Ortiz, realizó el Primer Salón de Otoño (primero de bellas artes de la ciudad) y poco después se creó la Comisión Municipal de Bellas Artes, presidida por Fermín Lejarza e integrada, entre otros, por Juan B. Castagnino, cuya principal misión fue crear un museo con un fin educativo.
Desde un principio los salones anuales sirvieron para la adquisición de obras, que fueron seleccionadas con un criterio relacionado con lo que se podría denominar gusto oficial o cuando menos con lo que los integrantes de la comisión consideraban representativo del arte argentino y merecedor de formar parte de una colección pública.
El primer museo, inaugurado tres años después, abrió las puertas cuando desde diversos organismos se pretendía sentar las bases del arte nacional. Esto generó una influencia decisiva sobre la comisión y explica la incorporación de numerosas obras de artistas de ideales nacionalistas, como Fernando Fader, los demás ex integrantes del Grupo Nexus (Quirós, Ripamonte, entre otros) y los artistas paisajistas tradicionalistas de los años 20 y 30 que pintaron con insistencia los paisajes del interior del país.
Pero en la década del 30 aparecen en el contexto cultural rosarino grupos de reacción frente a esta postura. Esto fue potenciado por el regreso de pintores del acostumbrado viaje a Europa, realizado para completar su formación. Así comenzó a generarse un ambiente plástico nuevo donde en pocos años se sucedieron distintas agrupaciones, la mayoría comprometidas socialmente, alejadas de las preocupaciones oficiales de la búsqueda del arte nacional y aun críticas respecto de otras posturas renovadoras que se difundían en Buenos Aires.
Antonio Berni, a través de la Mutualidad de Estudiantes y Artistas Plásticos que dirigía, fue una figura muy destacada en este proceso; sin embargo, el cambio se motorizó desde el nuevo museo. Los artífices fueron el primer director, Hilarión Hernández Larguía; su secretario, Julio Vanzo, y el titular de la recientemente creada Dirección Municipal de Cultura, Manuel Castagnino.
Desde su creación, el Museo Castagnino apoyó los movimientos modernistas e incluso a artistas muy jóvenes, y realizó numerosas adquisiciones de obras de plásticos argentinos contrarios a las corrientes academicistas. Fueron años donde Lucio Fontana, Juan Grela, Anselmo Piccoli y Leónidas Gambartes, entre otros, comenzaron a ocupar espacios significativos. Esta acción fue duramente criticada por los sectores más reaccionarios que no admitían que en las salas del museo se mostraran obras de jóvenes a quienes se los impugnaba tanto artística como políticamente.
En este período el patrimonio del museo se enriqueció además enormemente con una nueva donación de la familia Castagnino: la colección europea, que incluía trabajos de Francisco de Goya, José de Ribera y El Greco, entre otros.
El avance de las ideas nacionalistas generó nuevas interferencias en la línea progresista del museo. Tras sucesivas intervenciones, finalmente su director Hernández Larguía fue exonerado en 1946.
Se abrió así un período en el que el Castagnino perdió, pese a su excelente colección, la interrelación con los grupos más progresistas y prácticamente se mantuvo ajeno a movimientos tan importantes como los que desembocaron en el grupo Litoral en 1950 y la vanguardia rosarina de los 60.
En los últimos años, el museo ha vuelto a vivir numerosos cambios. Por una parte fue refaccionado totalmente, para modernizarlo, aunque respetando sus características proyectuales, mientras que paralelamente se iniciaron distintos trabajos para la conservación y difusión de su colección, y la promoción del arte de la ciudad.
En este sentido, a través de un convenio con la Fundación Antorchas y la Academia Nacional de Bellas Artes se organizó la catalogación del patrimonio, en un trabajo que incluye conservación e investigación, mientras que se inició un trabajo historiográfico de la producción local.
El otro objetivo fue retomar el compromiso con la importante producción local y en este aspecto se concretó la Colección de Arte Contemporáneo de Rosario, por donaciones de artistas, con obras de Graciela Sacco, Mauro Machado, Daniel García, Claudia del Río, Nicola Costantino, Daniel Scheimberg, Jorge Orta, Fabián Marcaccio y Román Vitali, entre otros.
Este compromiso se completa con la producción de libros de artistas históricos y contemporáneos para la difusión del quehacer cultural de la ciudad.
El autor es crítico de arte y director del Museo Castagnino de Rosario.
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