Originalidad
Aunque al fondo de la imagen ondee la bandera francesa, París casi nunca necesita presentación. Sola se impone sin tener que nombrarla. Sí sería interesante poder verle la cara a la mujer que la retrata, que ella sí se presentara. El sombrero se las ingenia para ocultar a la artífice de estas acuarelas, que pinta sentada en un banquito sobre el Puente del Carrusel. Sus obras retratan rincones, edificios y monumentos de la Ciudad Luz que se han reproducido hasta el infinito en los más variados formatos y superficies. Por supuesto que el más icónico es la Torre Eiffel, que se ilumina, se engalana y resplandece según la ocasión. Sin embargo, a la misteriosa pintora no le importa la reiteración. Consciente o no de ello, ofrece su arte como irrepetible, “original”, como reza el cartel, en plural, porque es de su propia inventiva. El orgullo y el placer de la creación, que siempre se vive como única y exclusiva.
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