Pequeña luz
Una gota de luz –artificial– en el instante no tan preciso –minuto antes, minuto después– en que comienza el amanecer. Deben ser los momentos más lindos de las ciudades, del cielo, de cualquier rincón allá afuera: la “hora azul”, minutos apenas antes de que se ponga el sol; apenas antes de que amanezca. Como todo lo que merece la pena, es efímera y depende que se esté allí, los ojos y el alma dispuestos. Instante fugaz, sí, pero no mezquino: cada 24 horas, cíclica y puntualmente, la oportunidad de asistir a la magia se renueva. “Ventanas buscan ojos/que las miren” escribe en urbana la poeta Liliana Corredera. Sin embargo, la ventana de la imagen parece más replegada que expuesta; no busca la mirada del fotógrafo que, en estado de gracia, la captura justo cuando la ciudad comienza a desperezarse. La hora azul: ese instante en que una pequeña luz puede más que mil estridencias.
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