Se cumplen cien años del nacimiento del autor de Mi planta de naranja-lima
Antes de convertirse en uno de los autores más exitosos de Brasil, José Mauro de Vasconcelos (Bangú, 1920-San Pablo, 1984) fue entrenador de boxeadores de peso pluma, pescador, maestro y trabajador rural. Viajero incansable, aprendió el arte de la narración oral de manera autodidacta, primero como oyente y, luego, como contador de historias, muchas veces protagonizadas por él mismo. Las ambientaba a su gusto y el del público, en distintas regiones de su país. De madre indígena y padre portugués, adoptó ambas tradiciones en su actividad literaria, que comenzó de manera oficial cuando tenía veintidós años, en 1942. Como "hombre de letras", trabajó como periodista y guionista; fue, incluso, actor de cine y televisión. Este miércoles se cumplen cien años del nacimiento de Vasconcelos, el consagrado autor de Mi planta de naranja-lima, la novela protagonizada por Zezé y su amiga algo más que imaginaria: un árbol frutal que crece en el fondo de un hogar amenazado por la pobreza.
Con el trasfondo de una típica crisis social sudamericana, que se encarna en un entorno hostil en los suburbios de Río de Janeiro, un padre de familia desempleado (y a veces violento con los suyos) y una carrera de obstáculos para el cumplimiento de los sueños del protagonista, la historia se apoya en un formato conocido por los lectores: la novela de aprendizaje. A la manera de un Charles Dickens tropical, Vasconcelos presta su voz al chico lector que quiere ser poeta, el más pequeño de la familia, un pícaro que entabla amistad con un árbol.
"Los árboles hablan por todas partes. Por las ramas, por las hojas, por las raíces. ¿Querés ver?", le pregunta la planta de naranja-lima al nuevo huésped, en vísperas de una Navidad. En la versión en español de la novela, la planta tiene dos nombres: Xururuca y otro con un sonido más rioplatense. "Minguito se ponía muy feliz cuando yo lo llamaba Xururuca; en ese momento, él sabía que yo lo quería más aún", evoca el narrador. En uno de los best sellers de América Latina, se narran las aventuras de un niño pobre y "su" árbol.
Los lectores quedan sobre aviso desde las primeras páginas del libro; debajo de la foto de un niño (el autor) figura un epígrafe: "Historia de un niño que un día descubrió el dolor". No es difícil percibir claves autobiográficas y a la vez universales, vinculadas con el mundo de la infancia, en la novela más famosa de Vasconcelos.
Un clásico con público "cautivo"
Decenas de miles de lectores en el mundo lagrimearon al leer esta novela destinada al público infantil y juvenil. El libro se publicó en Brasil en 1968, cuando comenzó el ciclo más represivo de la dictadura militar en el país vecino. La primera edición de Mi planta de naranja-lima en la Argentina está fechada en febrero de 1971. Desde ese momento hasta diciembre de 2019, se han vendido en el país más de 1.200.000 ejemplares.
Desde la década de 1970, la casa editorial argentina es la misma: El Ateneo. La traductora de este y otros libros del autor, como Rosinha, mi canoa (1965), los cuentos para adultos de La cena (1969) y la fábula para "infadultos" El palacio japonés (1975), títulos que no volvieron a reeditarse, fue Haydée M. Jofre Barroso. Las ilustraciones originales de Mi planta de naranja- lima son del ilustrador lusobrasileño Jayme Cortez.
En parte, la cifra récord de ventas se explica porque en muchas escuelas aún es un texto de lectura escolar complementaria. No obstante, se debe reconocer la fuerza dramática de la historia. Gracias a su amistad con Xururuca, Zezé sobrelleva las dificultades diarias a las que se enfrenta y, como dos amigos, comparten descubrimientos, travesuras y alegrías. A inicios de la década de 1970 y de 1980, la novela se adaptó a series televisivas de cientos de capítulos y fue llevada al cine dos veces.
"Jorge Luis Borges definió que un clásico es ese libro que una nación o un grupo de naciones o el largo tiempo han decidido leer como si en sus páginas todo fuera deliberado, fatal, profundo como el cosmos y capaz de interpretaciones sin término -dice la directora editorial de El Ateneo, Marcela Luza, a LA NACION-. Al repensar por qué seguimos leyendo Mi planta de naranja-lima, la reflexión de Borges va como anillo al dedo. Es un texto sin tiempo, en el que la actualidad es un ruido de fondo casi imperceptible. La niñez, la ternura, la fantasía, la violencia y la pobreza son universales". Según Luza, es un texto que siempre nos atraviesa, emociona e interpela. "Pero, además, es un libro entretenido, de lectura ágil, que no requiere nivel de preparación alguna -agrega-. Como El Principito, de Antoine Saint-Exupéry, es un libro que pueden leer todos".
Desde los veintidós años hasta su muerte en la ciudad de San Pablo, cuando tenía 64, Vasconcelos publicó una gran cantidad de novelas y libros de relatos, pero ninguno igualó el éxito de Mi planta de naranja lima. Años después dio a conocer una secuela: Vamos a calentar el sol (1974), también publicada por El Ateneo. En esta continuación de su historia, Zezé vive en Natal con la familia de su padrino (como le pasó al propio autor) y tiene como confidentes a un sapo y a dos héroes del cine: Maurice Chevalier y Tarzán. En la Argentina, solo fue leída con fervor por los fanáticos de Mi planta de naranja-lima.
Mi planta de naranja lima
José Mauro de Vasconcelos
El Ateneo
$680