Un ángel por amiga
Acaban de cumplirse cincuenta años del debut en el Teatro Colón de Victoria de los Angeles, una de las grandes cantantes del siglo XX. En esta entrevista, se refiere a la amistad que la une al público argentino, a su vida y a su carrera
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Se ha cambiado de casa hace un tiempo. De un piso gigantesco ("un mausoleo", comenta) en la zona alta de Barcelona, ha pasado a otro "grande pero normal", en los alrededores de su ciudad natal. Y sigue siendo la misma de siempre, la señora de los Angeles, un mito viviente de la lírica y, de su generación, el que probablemente más ha frecuentado la Argentina. Toco el timbre bastante nervioso. "Pasa, y no te fijes en el desorden, que todavía no he podido terminar de poner el departamento a punto", me dice.
Los ojos brillantes, a mitad de camino entre el impulso vital y la melancolía o una velada tristeza, parecen el exacto reflejo de su voz, en tantas de sus famosas interpretaciones, de ópera o de canciones de cámara del más variado origen. Las argentinas, por ejemplo: Ginastera, Guastavino. "¿Te acuerdas? Yo también me acuerdo", acota y tararea la estrofa más nostálgica del "Sampedrino" ("Es triste, amigo").
Ha pasado por muchos sinsabores y contratiempos personales en los últimos tiempos, pero mueve una mano como para apartar lo que le ha empañado u opacado la mirada, y el brillo, menos intenso, más distante, reaparece: "No vale la pena hablar de eso; recordemos lo bueno y, si se puede, miremos para adelante".
Se sienta al piano y desgrana la mitad de un tango. Desde pequeña era fanática de Gardel. ("Imagínate lo que fue conocer aquel país, aquella ciudad, aquella gente: Ômis´ argentinos").
Y antes de que yo pueda preguntar nada empieza el desfile de nombres (a veces el apellido, a veces el de pila, a veces los dos, a veces "aquel chico" o "aquella señora", seguido de una descripción casi de prontuario policial): "¿Qué sabes de ellos? Diles que me disculpen, porque siguen escribiendo o llamando por teléfono y yo nunca contesto, qué vergüenza. A veces he llamado a alguien y después me he quedado tan mal, pensando en tantos amigos a los que quisiera volver a ver."
Amigos es la palabra clave. Victoria de los Angeles tiene amigos personales en la Argentina, pero también considera al público (y en particular al del Colón), que no tiene nombres ni apellidos para ella, como un amigo. "Siempre ha sido una relación muy especial -explica-. No se trata de una predilección particular o de éxito. Cada vez que he pisado el escenario, he sentido una corriente muy fuerte de afecto hacia la artista, pero sobre todo hacia la persona: para vosotros he sido siempre Victoria, casi nunca Ôla de los Angeles´, y nadie se puede imaginar lo que agradece una eso."
-¿Ya cincuenta años de mi debut? Ni me lo digas, que bastante rápido ha pasado todo. Y claro, nada más debutar y se muere Eva Perón. Yo no podía quedarme eternamente y el teatro estaba cerrado. El resultado fue que llegué a México (por la misma agencia de los Quesada, los Conciertos Daniel), en la misma semana en que tenía que cantar una función tras otra, casi sin ensayos. Y curiosamente, salieron muy bien. Claro que parece que cada vez que iba yo a tu país había problemas: la tercera vez fue en 1955 y hubo una revolución.
-¿Te gritaban en otras partes, como en Buenos Aires, "Victoria, la guitarra"? ¿Cómo se te ocurrió lo de cantar al final de los conciertos acompañándote con una guitarra?
-No, como público sois desde luego el más expansivo y cariñoso: era divertidoÉ La verdad es que lo de la guitarra se le ocurrió a mi agente, Sol Hurock, una vez que lo hice en una reunión de amigos en la que él estaba. Yo lo hacía por placer, como una cosa casi familiar, y para el público era eso: hacerlo parte un poco de mi entorno íntimo; yo no sé tocar bien la guitarra.
-Tampoco sabes dirigir y una vez le sacaste la batuta a un director.
-Qué vergüenza; estábamos ensayando una pieza de Ravel y yo intentaba decirle el efecto que quería conseguir y casi ni me di cuentaÉ Por suerte no se enfadó.
-Tu famosa timidez y modestia, en aquella gran última época de divas y divos y de rivalidades.
-A mí me decían la "sweet Victoria" y qué rabia me dabaÉ (Ríe). Piensa lo que es cantar Desdémona cuando lo que de veras te interesa es el personaje de OteloÉ Por carácter, yo era retraída y me gustaba llevarme bien con mis colegas, aunque no a cualquier precio. Tuve algún problema con Karajan en la Scala, por negarme a cantar con toda la voz en los ensayos. Con Beecham tuve también mis diferencias durante la grabación de Carmen y la planté. Pero él entendió mis puntos de vista, que eran de tipo estrictamente musical, y retomamos la grabación meses después, tan amigos. Me pasó en el Colón, con la gran directora de escena Margarita Wallmann, que era un poco suspicaz y pensó que me burlaba de ellaÉ Pero hablando la gente se entiende, y terminamos grandes amigas. Ahora me arrepiento un poco de no haber hablado más con mis compañeros. Con algunos de ellos, como Jussi Bjšrling o Gedda o Fischer-Dieskau o Kraus, se daba más naturalmente.
-¿Y con tus colegas mujeres?
-Tuve y tengo una excelente relación con Schwarzkopf y, más tarde, con Nilsson, Seefried u Olivero. Con Callas, Tebaldi o Milanov nunca tuve problemas ni relaciones especiales; sí las de un mutuo respeto (con las dos primeras compartía roles y a veces nos alternábamos en el Metropolitan). Ahora lamento un poco que me inspiraran tanto respeto. Pensé varias veces en París visitar a Callas, que estaba tan sola, pero no me animaba.
-Ella dijo una vez, en su disputa con el director del Met, que la única que sabía cómo comportarse con dignidad eras tú.
-Bueno, sólo les dije a los que pretendían que tomase partido que no me parecía correcto pronunciarme en algo que no me afectaba directamente y que no insistieran.
-O sea que, con ese carácter, hiciste una carrera de semejante importancia casi contra tu voluntad. ¿Crees que hoy podrías hacerla igual?
-Yo no estaba en una competencia ni tenía que dejar atrás a ninguno para poder hacer lo que me gustaba. Eso es lo que no me gusta de lo que veo ahora. Si estás aquí y hago con gusto la entrevista, es porque la mayoría de los argentinos habéis sabido apreciar a la persona Victoria más que a la sopranoÉ Pero te diré, para mí era sobre todo una alegría y una emoción hacer lo que me gustaba.
-¿Es decir que no te ha quedado nada por hacer o que quisieras no haber hecho?
-Como en la vida, se cometen errores y no es fácil borrarlos. También te dices, mirando una partitura (en mi caso, más del canto de cámara que de la ópera): "¿ y por qué nunca hiciste esto, tonta?" O recuerdas las luchas por que te dejaran hacer un disco de lieder , o que sugerías una grabación de Louise y te decían que no era ópera para grabar. Pero a Callas, Tebaldi, a todos y todas nos han dicho que no. Pero no, no tengo especiales mortificaciones en el plano musical. Y prefiero recordar las cosas buenas. Por ejemplo, que Wieland Wagner viniera a Hamburgo para escuchar un concierto y me pidiera después que fuera a cantar TannhŠuser a Bayreuth.
-Fuiste la primera cantante española en cantar en la colina sagrada.
-Una gran emoción. Y una sorpresa que no me corrigieran mucho, ni en la actuación ni en nada. Wieland sabía ver tu enfoque y respetarlo e iba siempre en pos de la música. De eso se trata siempre, no de enfoques modernos a la fuerzaÉ Pero me pidió Senta y le dije que no, con gran sentimiento, porque no era para mi voz. Lo entendió. Por eso me cuesta entender que un cantante no pueda decirle no a quien sea cuando le proponen algo que le puede costar la voz. Yo debuté en la Scala con la primera presentación en ese teatro de Ariadna en Naxos de Strauss. Me quedaba muy bien, pero me encontré después con una voz pesada y oscurecida, y deseaba cantar un Schubert Y dejé Strauss, salvo algún lied .
-Decías antes "mirar para adelante": ¿te referías a dar clases o a un concierto o conciertos de despedida?
-Como sabes, para mí siempre ha pesado la vida personal antes que la artística. Siempre he dicho que no me retiraría (otra palabra que odio). ¿De qué te retiras?, ¿de hacer música, que es lo que has hecho siempre, desde antes de estudiar? No, yo siempre he dicho que no me despediría; simplemente, que llegaría un momento en que un acontecimiento muy especial me obligaría a detenerme. Y ese acontecimiento llegó, con la muerte de mi hijo mayor. En aquellos momentos, ni podía sentarme ante el piano. Y me queda el segundo, del que tengo que cuidar, y que es una bendición y una gran compañía. Nadie sabe el afecto y la bondad que puede haber en un niño con síndrome de Down. Así que no. Tal vez haga todavía un disco que me han pedido y me haría ilusión; ya veremos. Las clasesÉ En el conservatorio que está aquí cerca y lleva mi nombre me esperan. Pero no pienso dar cursos regulares. He dado unas cuantas master classes , me las siguen pidiendo de varios sitios. Es bonito y gratificante hasta cierto punto. Pero lo bonito es lograr plasmar una voz desde el principio. Los que me llegan en general lo hacen por consultas concretas. Pero encuentro que lo primero que falta es que se siga un método, combinado quizás con otros, y no querer cantar como éste o aquélla. Pierdes tu personalidad y no te das cuenta de que lo que ese cantante tan admirado hacía era su forma de resolver y enfocar las cosas, no la tuya. Por suerte en mi época ni teníamos dinero ni material visual o fonográfico de gran volumen. Estudiabas tu partitura y tratabas de imaginar cómo hacer lo mejor posible lo que te sugería o lo que el autor indicaba. Cuando yo empecé a actuar en óperas, había visto muy poco, y menos las que yo hacía.
-¿Sigues creyendo que todo está en la partitura?
-A ver, dime, ¿dónde, si no?
-¿Te sentías más cómoda en el concierto, en el escenario, en la sala de grabación?
-Olvida la sala de grabación. Casi nunca escucho mis discos, porque empiezo a encontrar las faltas. Me gustaba mucho la ópera, pero ahí dependes de otros y si un día no estás del todo bien, hay muchas cosas que te pueden ayudar a disimular. En el concierto, con orquesta o piano, estás sola ante el público. Puede ser muy duro y difícil, pero cuando la corriente pasa -y he tenido, sin vanidad, la suerte de que pasara muchas veces- la comunicación es algo único. Ahí es donde de veras "recreas" y le das al público, del mejor modo que puedes, lo que consideras que el autor quería. Recuerda que yo siempre pedía que cuando debutaba en un lugar me hicieran primero dar un concierto y después la ópera. Era mi tarjeta de presentación: así soy, así canto.
-¿Cómo se aceptaban las canciones españolas de tus programas? ¿Igual en todas partes? ¿Qué te parecen los que cantan ahora en español sin pertenecer a esta cultura?
-Los públicos no son siempre iguales, pero debo decir que en todas partes se esperaba la parte en español (como sabes, cantaba en las lenguas peninsulares, no sólo en castellano; y después las sudamericanas, particularmente las vuestras y algunas mexicanas y una o dos en portugués). Claro que si entiendes lo que se dice, hace más efecto. Y mira, cualquier cantante puede cantar lo que le apetece, si lo hace bien o está convencido de ello. A mí se me reprochaba el alemán, el inglés (no el francés, por suerte) casi "de oficio": como no era nativa, no podía ni pronunciarlo ni hacerlo bien. Pues no es verdad. He cantado en polaco y en japonés dos o tres canciones que por tema y escritura me iban muy bien. Hace falta que seas serio, te hagas explicar, aprendas fonética y sepas qué estás diciendo.
-¿Y tu vida actual?
-Ah, il dolce far niente me entusiasma, aunque no sepa practicarlo del todo. Y, aunque siga siendo básicamente una solitaria, lo que me sostiene es la amistad. La prefiero al amor. Sólo por eso, por ver a los amigos, no sabes cuánto me gustaría volver una vez más a tu país. En todo caso, diles que sigo con angustia lo que ocurre, que no me parece justo y que les deseo de veras lo mejor: no es nada, lo sé, pero es lo que puedo hacer yo.
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