Un espejo
¿Qué tan pobre es en realidad la Argentina? Lo pregunto porque solemos refugiarnos ingenuamente en lo que llamamos cifras de pobreza. En lingüística las palabras dicen mucho más de lo que el hablante pretende, y solemos decirlo así, decimos que hay cifras de pobreza. Como si la pobreza fuera exclusivamente de otros, de los desposeídos, de los humildes, de los más necesitados. O como si solo fuera una cifra.
Peor todavía, en uno de esos delirios tan nuestros, la Argentina llegó incluso a ocultar las cifras de pobreza, con la excusa de que era una forma de estigmatizar a los más vulnerables. Es el colmo de esa visión desviada en la que los pobres están aparte de los demás, de los que no son pobres.
No solo no hay peor estigma que el que te escondan, sino que además ningún organismo se empobrece por partes. En un ser vivo, en una nación, en un planeta todo está relacionado. Publicar las cifras de pobreza es un deber de la política, pero, además de volvernos más solidarios y de paliar esa condición tanto como sea posible, es menester que leamos esas cifras con adultez. Aunque uno soñaría con una pobreza cero, cuando el número supera el 40 por ciento, deja de ser un dato económico y se convierte en un espejo.
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