Un sombrío diagnóstico
LOS EXILIADOS DEL DIALOGO Por Jean Baudrillard y Enrique Valiente Noailles-(Sudamericana)-152 páginas-($ 24)
Un poderoso aliento conceptual recorre la enunciación de Jean Baudrillard y Enrique Valiente Noailles. Su elocuencia, asentada en el placer de la conversación, perfila los nuevos desafíos de la época enlazando la consideración del pasado, el porvenir y el presente en un enfoque tan amplio como integrador.
Quienes estén familiarizados con la obra de Baudrillard circularán a gusto por este formidable repaso de sus convicciones y advertirán la sagacidad con que Valiente Noailles retoma nociones primordiales de su pensamiento para interrogarlas, replantearlas y volver a insertarlas en el escenario de una actualidad que demanda incesante esclarecimiento. Quienes, en cambio, se aproximen por primera vez a las ideas del filósofo, encontrarán en este libro una certera introducción a sus ideas fundamentales. En cualquiera de los dos casos, el lector tiene asegurado un contacto sin concesiones con la filosofía.
La versión original de esta obra (editada por Galilée en el año 2005) es francesa, y resultó de un prolongado encuentro que los autores sostuvieron en París. En dieciséis capítulos que ordenan argumentalmente la conversación, Los exiliados del diálogo explora, a lo largo de 150 páginas que no conocen el demérito de la superficialidad, algunos de los problemas centrales de nuestro tiempo.
Digámoslo de entrada: el curso seguido por la vida contemporánea induce a estos dos hombres a elaborar un sombrío diagnóstico sobre el porvenir de la especie. El homo sapiens , según ellos, ha consumado sus posibilidades de desarrollo. La inteligencia humana, autofagocitada, ha cedido su puesto a la inteligencia artificial.
Tanto el pensador francés como el argentino reconocen, en los fenómenos sociales predominantes, los síntomas de la descomposición de la subjetividad tal como hasta hoy la hemos concebido. ¿En qué consiste el mal de nuestro tiempo? En la hegemonía alcanzada por una visión cultural que estima que con ella se ha tenido acceso a "la realidad integral", una realidad sin apariencias ni velos simbólicos. Vivimos en un mundo donde lo real se encuentra petrificado en significados que no toleran la dimensión metafórica. La metáfora impide congelar los objetos en una acepción única o excluyente. La filosofía, hondamente metafórica, busca liberar lo real que yace encorsetado en un sentido rígido, facilitar su salida del orden de lo indiscutible. Pensar, dice Baudrillard, equivale a "restituir una ausencia que, en general, está conjurada por una presencia" a la que podríamos considerar monopólica. La tarea del pensador es "desobstruir el acontecimiento creando el vacío. Desenclavar las cosas de su realidad". Por lo tanto, la tarea del lenguaje filosófico (y no sólo del poético) es restringir la suficiencia del sentido que aspira a agotar lo real en su dominio, vulnerar su pretendida suficiencia. Sugestivamente acota Baudrillard: "El lenguaje (en lo que tiene de mejor) se exilia en las palabras que temen significar". Pues bien, los autores buscan abrirle al pensamiento un respiradero frente al destino de esterilidad creciente al que se lo condena en un mundo virtual empeñado en extenuar el valor de la diferencia e imponer el escenario de la homogeneidad. "El mundo realizado, operacional hacia el que nos encaminamos traerá consigo el fin del lenguaje y, con él, el de los seres humanos, tal como hasta hoy los hemos concebido."
En la raíz de este proceso destructivo y autodestructivo, Baudrillard y Valiente Noailles señalan la existencia de una profunda disconformidad del hombre consigo mismo. "El hombre no se soporta, no soporta su alteridad, ni en el mundo ni en sí mismo." El esfuerzo técnico de reconversión del mundo en una realidad unívoca encuentra su causa en esta íntima necesidad de negar la diversidad. Para los autores, lo virtual y lo numérico representan "la operación pura de un mundo expurgado de toda ilusión, es decir perfectamente ideal, técnicamente realizado". El hiperrealismo, patología social dominante, "es un pensamiento mágico. Como pensamiento mágico confunde la palabra y la cosa".
¿Qué lugar hay para la esperanza ante un panorama así concebido? "En el corazón de la realidad misma resurge algo como la ilusión, y esto no es, por cierto, dialéctica; es el destino ( l enjeu ) definitivo de una forma dual y antagónica. La historia está carcomida desde adentro por su forma reversible. La ilusión se nutre en las disyunciones creadas por el sistema". Al estar en contra de la disolución de lo particular en lo general, de la diferencia en la serie, Baudrillard y Valiente Noailles contravienen la tendencia dominante que se orienta hacia el pensamiento único y uniforme. La generalidad, la subsunción de lo específico en lo inespecífico es, para ellos, el gran enemigo de lo viviente. En consecuencia, la ilusión que nutren es la de dar sostén a las energías que, al promover la convalidación de lo singular, promueven la vida. "Entre la alteridad radical y la identificación sistemática del mundo, no hay comprensión posible."
Baudrillard y Noailles proponen, en fin, el ejercicio de un pensamiento "siempre exiliado de sí mismo", es decir disconforme, en última instancia, con la posible suficiencia de sus propias proposiciones; un pensamiento siempre conjetural, abierto, en camino. Este libro prueba, ciertamente, que ambos lo saben ejercer.
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