
Un verdadero hombre orquesta
Creador, intérprete, arreglador, el guitarrista divide su tiempo entre el calor de los escenarios y la soledad de la composición. A poco de que la soprano Anne Netrebko grabara una orquestación suya, sigue presentándose junto a su cuarteto
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Hace un año, Guillo Espel se sorprendía con la noticia: la soprano rusa Anne Netrebko, una voz prodigiosa combinada con una belleza no menos convincente, había decidido grabar en disco una canción de Carlos Guastavino con orquestación suya. Espel había orquestado "La rosa y el sauce" en 2006, junto con otras nueve canciones del compositor argentino. Souvenirs , el disco de la Netrebko (para muchos la gran diva del siglo XXI), salió en noviembre pasado, editado por Deutsche Grammophon. Desde entonces, Espel recibe nuevos encargos del exterior pero no se decide a aceptarlos. Una cuestión de tiempo: lo necesita para multiplicarse en las muchas facetas en las que despliega su carrera de músico.
Compositor, guitarrista, arreglador, productor y líder de un cuarteto que aborda el folklore con un tratamiento camarístico, Espel disfruta de todas estas distintas versiones de sí mismo y no está dispuesto a resignar ninguna. Cada una de ellas le aporta algo distinto, explicará durante la entrevista en el living de su departamento muy cercano al Palacio de Tribunales, un ambiente ocupado por pocas cosas: un piano eléctrico, la guitarra, una mesa donde apoyamos el café y una biblioteca de caña llena de música y libros, entre los que destaca The Beatles Complete , un volumen de peso considerable con las partituras de todos los temas del grupo de Liverpool. "Con ellos empezó todo -cuenta Espel, que durante los años 90 renovó el folklore desde su grupo La Posta-. Los escuché por primera vez a los nueve años y fue una fascinación. Empecé a estudiar guitarra con un profesor de barrio y le pedía temas de los Beatles. Después pasé al rock nacional y a investigar en la discoteca de mi viejo. Me apasionaron Jobim, Bacharach, Bach, Beethoven, Piazzolla."
A los quince años tenía su grupo ("Hacíamos rock con influencias de bossa y de jazz , todo mal tocado, por supuesto") y siguió estudiando. Pero no sólo música: a los veintidós se recibió de psicólogo y empezó a trabajar. Tres años después abandonó el consultorio y decidió dedicarse de lleno a su gran pasión. Para entonces ya era un alumno avanzado de Manolo Juárez, al que considera su gran maestro. "Cuando empecé a estudiar en serio armonía y composición descubrí que el folklore me ofrecía un terreno de trabajo interesante -dice-. Pero yo no pienso en términos de género. Es algo más visceral. Parto de una idea y para expandirla me valgo de las herramientas que tengo. Pienso en términos musicales."
Espel sabe que se lo identifica como una suerte de anfibio que cruza el folklore con la tradición académica o, en rigor, con la música contemporánea. Y no reniega de eso, pero pone las cosas en claro: "No tengo nada que ver con un sentimiento nacionalista o tradicional. Nací en la Argentina y eso implica una serie de vivencias, por supuesto. En todo caso, los folklores son eso, y en ese sentido Stravinski y Prokófiev son folklóricos, y a su modo Bach también. Para evitar que la tradición se transforme en una pieza de museo, para mantenerla viva, hay que cambiar. Mirá la música de Brasil, del samba a la bossa y de allí a la electrónica, y todos orgullosos de esas evoluciones", dice, y deja entender que por estos lares la cosa es diferente.
Esta actitud se refleja en el Guillo Espel Cuarteto, que desde hace unos meses está presentando Salir al ruedo (MDR Records), un disco donde el músico combina su guitarra con los colores del vibráfono (Marcos Cabezaz, ahora reemplazado por Oscar Albrieu Roca), el chelo (Alfredo Zuccarelli) y el bandoneón (Román Rosso, a quien está dedicado el disco; tras su fallecimiento, tomó el fuelle Alejandro Guerschberg). Obsesivo, Espel escribe las partes de cada músico, pero después tocan con el espíritu y la libertad de un grupo de rock, dice. "La vibración de la música en vivo es fascinante y me gusta tanto como componer, una actividad más íntima y recluida. Componer es plantearse un problema y tratar de resolverlo a medida que vas escribiendo. Un problema estético, claro."
Hoy Espel escribe arreglos para un conjunto de canciones folklóricas encomendados por la cantante Rosa Rodríguez y compone una obra para la Compañía Oblicua por encargo de Marcelo Delgado, director de este ensamble dedicado a la música contemporánea. Hasta hace poco estaba arreglando piezas que Susanna Moncayo interpretó en Europa (la cantante hizo además algunas obras nacidas de puño y letra del guitarrista).
La orquestación de obras ajenas, comenta, le permite salirse de sí mismo. Eso le ocurrió con la obra de Guastavino que Netrebko grabó junto a la Orquesta Filarmónica de Praga. "Es un tipo de música que yo nunca escribiría, y eso me gusta porque trato de ponerme en la cabeza del compositor. Lo importante es respetar el modo en que el autor concibió el tema. En este caso no se trata de un arreglo libre, sino de una orquestación." Lo mismo ocurre cuando escribe para cine. "Por ejemplo, cuando hice la música de La novia errante , de Ana Katz, la idea era que ella sintiera que la que yo le proponía era la partitura que ella misma hubiera escrito."
-¿Y la guitarra?
El instrumento estuvo allí, fuera de su estuche y listo para ser tocado, durante toda la conversación. Espel hace un gesto entre alegre y resignado, propio de aquellas parejas que ya están más allá de todo.
-Me acompañó toda la vida. Tengo todos los vicios del instrumentista que busca el mejor toque posible y eso implica estudiarla mucho. Uno siempre quiere tocar mejor de lo que toca. La amo y la odio.
Más lo primero que lo segundo, parece. Al menos por el modo en que la toma entre sus manos y hace vibrar las cuerdas en el primer acorde.
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