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LA Sala Sert en los altos del Palacio Errázuriz, convertido en Museo nacional de Arte decorativo en 1937 , era el cuarto preferido de Mato , el único hijo varón del matrimonio formado por Matías Errázuriz y Josefina Alvear.
Errázuriz, entonces embajador de Chile en la Argentina, había encargado los planos para su futura casa al francés René Sargent, con la idea de albergar en ella parte de sus colecciones. De hecho, el gran hall Renacimiento, decorado por George Nelson, sirvió de marco para colgar las tres inmensas tapicerías tejidas sobre cartones de Julio Romano, que todavía hoy custodian ese ambiente de proporciones desmesuradas.
Audaz en sus gustos y en sus costumbres, el joven Mato prefirió jugar una carta innovadora, y cuando le tocó elegir la decoración de su salón privado pensó en José María Sert, un catalán que estaba en la punta de la ola en los años veinte, por su relación con Diaguilev y sus ambientaciones para los Ballets Rusos.
El vanguardista Sert estaba casado con Misia, una mujer intensa, enemiga de las medias tintas, que reinaba en los salones europeos de la época. En Buenos Aires, Sert dejó también su sello en el palacio Pereda , sede de la Embajada del Brasil. Cuando el Errázuriz pasó a ser museo, los decorados de Sert sufrieron las consecuencias inevitables de los presupuestos magros y perdió gran parte de su esplendor. Una oportuna gestión del director Alberto Bellucci, de los Amigos del Museo y de la rematadora Sotheby`s ha devuelto el brillo original a los paneles dorados, que preludian el Art Deco y a las figuras goyescas, que se asoman desde el fondo del espejo usado como soporte. La sala es ahora la perla del palacio proyectado por Sargent, según las precisas directivas de Errázuriz, que como muchos ricos sudamericanos miraban a París como un Norte.
Basta saber que la fachada de avenida del Libertador está inspirada en los palacios de la Place de la Concorde, y la que da al jardín tiene como modelo el Petit Trianon de Versalles. El edificio es un buen ejemplo de la arquitectura de la Belle Epoque, período muy bien representado en Buenos Aires, donde el único bombardeo ha sido la especulación inmobiliara. Por suerte, quedan en pie grandes casas y empresas con ánimo de invertir en la puesta en valor de su patrimonio.
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