A 50 años, Antonio Rattín recuerda su expulsión frente a Inglaterra que dio inicio una rivalidad atípica
Uno de los emblemas del fútbol argentino rememora la tarde en la que lo echaron en Wembley, durante el Mundial 66; desde entonces, los partidos ante los británicos se convirtieron en clásicos, más allá del océano que los distancia
Toda rivalidad futbolística tiene un comienzo. Un hecho que trastoca para siempre la relación entre dos equipos y que coloca la piedra fundacional de una enemistad que será eterna. Por lo general son conflictos de vecindad. De una constante y periódica búsqueda por ser mejor que el otro en cada competencia regional o continental en las que se crucen.
La relación deportiva entre la Argentina e Inglaterra, dos seleccionados separados por un océano, había sido hasta 1966 muy cordial. Incluso se habían cruzado sin ningún inconveniente en amistosos y, cuatro años antes, en el Mundial de Chile 1962, donde los europeos vencieron 3 a 1. Todo muy cordial. Hasta las 15.35 del 23 de julio de 1966, cuando en medio del partido válido por los cuartos de final del Mundial, y en Wembley, el árbitro alemán Rudolf Kreitlein decidió expulsar a Antonio Ubaldo Rattín. Los ingleses finalmente se quedarían con la victoria por 1 a 0 y el pase a semifinales.
A los 79 años, el Rata, protagonista estelar de aquella historia, recuerda ese acontecimiento junto a LA NACION, medio siglo después.
–¿Por qué te echa?
–Yo veía que cobraba todo a favor de Inglaterra este señor alemán. Bah, señor no. Retiro lo dicho. Este guacho les daba todo a ellos: corners, foules. Hasta inventaba manos. Todo para los locales. Ante eso le muestro el brazalete de capitán y durante varios minutos le pido un intérprete para pedirle explicaciones. Entonces me acuerdo que a los 35 minutos del primer tiempo Roma saca una pelota del arco, se la pasa a Marzolini a la izquierda. Yo le insisto al juez con que entre un intérprete y me expulsa.
–¿Cuál fue tu reacción?
–No lo podía creer. Me quedé parado en el medio del campo y mis compañeros me rodearon para que no me echen. Pero entonces entró el vicepresidente de la FIFA y varios dirigentes más. Y no tuve otra que irme al vestuario.
–Pero tardaste en llegar…
–Era tan injusta la expulsión, que de la bronca voy y me siento en la alfombra roja del palco de la Reina. Ella no estaba en el estadio, pero igual me senté unos cinco minutos ahí. Después me levanté y me fui para el vestuario, que estaba atrás del arco. No había túnel. Mientras caminaba veía que los hinchas me tiraban chocolate aireado, que para mí era toda una novedad. Nosotros no los conocíamos todavía. Yo abría el envoltorio, masticaba un poco y se los devolvía. Entonces llegué a la esquina del campo y veo que en los postes de los corners flameaba una banderita británica. Y la retorcí toda con la mano, miré a los hinchas y les dije: "Ingleses hijos de...". Se ve que se habían acabado los chocolates porque ahí empezaron a tirarme latas de cerveza cerradas. Entonces, medio que salgo corriendo para evitar que me pegue una lata en la cabeza.
–¿Cómo viste el resto del partido?
–Por una ventanita del vestuario, con una impotencia total. No me quedaba otra.
–Algunas versiones indican que Argentina no tenía chances de ganar, aun con 11
–Para nada. Lo desmiento. Tras mi expulsión nunca se notó el hombre de menos. Incluso el gol de ellos, que fue a 10 minutos del final, fue un centro al primer palo, en el que el delantero de ellos [Hurst] la pifió con la cabeza y eso descolocó a Roma.
–Tras el partido, el DT de ellos, Alf Ramsey bautizó a los argentinos como "Animals" [Animales]
–Pobrecito. Así está. Murió hace varios años…
–¿Qué te genera que hayan pasado 50 años?
–A mí me gustaría que me lleven allá de nuevo. Bajo del avión, voy a conocer el nuevo Wembley, charlo de nuevo con Bobby Charlton, voy a ver a la Reina, que todavía vive, y me vuelvo.
El equipo argentino había llegado al Mundial del 66 con un gran plantel. "La mejor selección que integré", según recuerda Rattin. Formaba con Roma; Ferreiro, Perfumo, Albretch y Marzolini; Solari, Rattín y Gonzalito; Ermindo Onega, Artime y Más. El técnico era Juan Carlos Lorenzo.
El duelo con Inglaterra se dio por esas cuestiones que sólo el destino sabe explicar. En el cierre de la fase de grupos, la Argentina le había ganado a Suiza 2 a 0, quedaba primera en la zona 2 y tenía a Uruguay en el horizonte. Pero un gol del alemán Uwe Seeler a seis minutos del final cambió todo. Con el 2 a 1 frente a España, los germanos superaron al equipo albiceleste por diferencia de gol. Los europeos se convirtieron en los rivales del conjunto charrúa y enviaron a los argentinos a Londres, a enfrentar a los locales. El resto es historia conocida.
–¿Cómo calificás tu expulsión ante los ingleses, esa que le dio paso a una rivalidad histórica?
–Fue un acontecimiento atípico. Anormal. Pero de aquel torneo para atrás, los que organizaban los Mundiales tenían prácticamente garantizado llegar a la final. Y era muy difícil pelear contra eso.
El nacimiento de las tarjetas amarilla y roja
La expulsión de Rattin en 1966 también marcó un antes y un después para el arbitraje. Hasta el Mundial 66, cuando un árbitro echaba a un futbolista del campo de juego, sólo podía hacerlo con gestos. Como consecuencia de la confusión que generó la situación entre el juez germano Kreitlein y el Rata, la FIFA consideró necesario incorporar un elemento que evidencie cuándo un jugador era expulsado. Ese mismo año, y en un viaje en auto, el árbitro inglés Ken Aston halló la solución frente a un semáforo. Amarillo, precaución; rojo, peligro. Cuando se lo comentó a Hulda, su esposa, ella le confeccionó con papel dos tarjetas rectangulares del tamaño exacto para que le entren en el bolsillo. Aston expuso esa propuesta ante la Comisión de Árbitros de la FIFA, de la cual era miembro. Su idea fue aceptada e implementada a partir del Mundial siguiente, en México 1970.
pl/av