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La guardia baja, la lengua afuera, los golpes fuera de línea, un estilo heterodoxo, enmarañado... Antes le alcanzaba a Pastor Maurín. Esa postal primitiva, indescifrable, que durante años animó el boxeo local, mostró ayer una versión inexpresiva, sin sorpresa. Lo aprovechó Juan Gerardo Cabrera (57kg.), ordenado y práctico, cuyo esquema disciplinado lo condujo sin problemas a una cómoda victoria por puntos (117-1131/2, 1171/2-112 y 117-1121/)2), en la Federación Argentina de Box.
Vaca Mala Maurín (57,15kg) lució fuera de estado y su acción se limitó a arrebatos de manos lanzadas de cualquier manera, lo que facilitó el trabajo del cordobés Cabrera, al que le alcanzó con repeticiones de combinaciones que las tarjetas reflejaron desde el principio.
Sin embargo, el nuevo campeón dejó reflejado que su poder de definición no es el de antes (tiene 32 KO en 43 victorias, no es un mal promedio): Maurín peleó la mayor parte del tiempo a cara descubierta y los envíos conectados por Cabrera nunca lo conmovieron.
"Es el comienzo de una nueva etapa", dijo Cabrera, de 27 años, que quedará bien clasificado en el ranking del Consejo Mundial de Boxeo, a la espera de una oportunidad por el título mundial, ahora vacante.
Maurín, en cambio, no perdió la sonrisa. Se juntó con su familia y encendió un cigarrillo rubio: "Qué va a ser. Se gana y se pierde", se consoló, y dio otra pitada.
Así es este salteño, que hace algunos años le hizo la vida imposible a Marco Antonio Barrera, con quien perdió por puntos, cuya línea de combate es un dolor de cabeza para los puristas. Anteanoche Vaca Mala volvió a sacar la lengua en la FAB. Fue tan sólo un gesto anacrónico: el orden de Cabrera se convirtió en su trampa esta vez.
El peso pesado Sandro Vázquez (99,3kg), conocido como El Tyson Blanco , consiguió una impresionante victoria en el semifondo de la FAB: batió por KO técnico en el 4° round al cordobés Claudio Fernández (107,45kg), cuyo rincón tiró la toalla.

