A los 17 en un Fórmula 1: “Manejé sin cometer locuras”

SUZUKA, Japón: "Si no se deja superar por la presión en su primer contacto con el coche, puede convertirse en una estrella." La frase, terminante, no la lanzaba ningún improvisado. La enunciaba el triple campeón mundial Jackie Stewart el mismo día en que se supo que el holandés Max Verstappen , de entonces 16 años, se había asegurado una butaca en el equipo Toro Rosso de Fórmula 1 para 2015.

Corroborar o desestimar la sentencia del gran escocés iba a ser una cuestión de calendario. Y el equipo italiano aceleró los tiempos. Amparado en el reglamento que habilita a un tercer piloto a tomar parte de los entrenamientos, el team lo situó en uno de sus coches durante la sesión matutina de ensayos para el Gran Premio de Japón, que se largará en la madrugada de mañana. El titular de esa máquina, Jean-Eric Vergne , pasó entonces a ser un resignado espectador. Es que aunque Verstappen le devolverá la butaca para todos los GP que le quedan a este año, el francés será quien le deje el lugar el año que viene al piloto más joven de la historia de la F.1.

No es Suzuka el mejor trazado para aprender los secretos de la conducción de alta potencia, ya que es una mezcla de virajes veloces y vericuetos algo intrincados a los que hay que resolver con solvencia y sin mezquinar aceleración. Pero Max se tomó su tiempo. "Manejé con cuidado, sin cometer locuras", dijo. No hubo excesos ni un esfuerzo innecesario por lucirse. Sobró concentración en grado extremo y una paulatina adaptación a los sistemas y a los botones en el volante. Hizo, en definitiva, una lectura paciente de cada curva del intimidante escenario en el que Alain Prost y Ayrton Senna –nada menos– dirimieron como leones desatados sus pleitos personales cuando Max aún era un bebe. "El reto principal es acostumbrarse al auto" fue la máxima que se grabó de su jefe, Franz Tost, antes de salir a girar. Lo hizo bien. Tranquilo, como decía –y pedía– Stewart. El duodécimo lugar en la tanda y la frescura de su rostro, imperturbable aún después de la exigencia, hablaban de una jornada positiva. ¿Qué más quedó en el haber? Que no haya tomado ningún riesgo y que su compañero Daniil Kvyat, noveno en esa sesión, lo haya superado por apenas cuatro décimas...

"El coche es más grande en comparación con el que estoy acostumbrado a manejar en la Fórmula 3. Hay muchas cosas en las que pensar mientras estás conduciendo, así que algunas vueltas las consumí en adquirir confianza", relató con madurez al finalizar su tarea.

Verstappen ya lo sabe por el legado paterno: llegar antes cronológicamente no significa emparentarse con la gloria. El camino recién empieza y tratar de estar en el momento justo en el lugar indicado no es tan sencillo como parece.

Es probable que las 22 vueltas realizadas en ese primer contacto hayan marcado parte del destino del holandés de cara a un futuro que (ahora) puede adivinarse promisorio. Si hasta se dio el lujo de bromear con lo que le ocurrió a Sebastian Vettel, que cuando realizó su primera tanda oficial siendo un desconocido hizo el mejor tiempo. "No hay comparación. Aquella vez, Sebastian llegó al autódromo conduciendo su coche particular...", sostuvo risueñamente Verstappen, en alusión a que por su edad, aún no está habilitado para conducir coches de calle y arribó en el auto de su padre Jos, quien ofició de chofer de lujo para el hombre más buscado ayer por la prensa.

Allí radicó el otro "triunfo" de Max: aunque el ambiente de la F.1 vive por estos días convulsionado por la posible salida de Fernando Alonso de Ferrari y la no menos relevante hipotética llegada de Vettel a la Scudería, fue él quien más minutos de pantalla televisiva ganó durante el entrenamiento de la mañana. Claro síntoma del interés que generó su primer trabajo.

"Si no se deja superar por la presión...", había dicho Stewart. Y si algo pareció no molestar al chico Verstappen ayer fue justamente la presión. Casi, como aprobar con 10 el primer examen..