Fórmula 1: La historia de Lewis Hamilton, el niño que fue leyenda y el piloto de las seis coronas
Sin conocerlo en persona, no dudó en afirmar que Juan Manuel Fangio es el patrono de la Fórmula 1. Proyectó su carrera en rasgos que diseñó Ayrton Senna y ahora quiere apoderarse de las plusmarcas que estableció Michael Schumacher. Los desafíos asomaron desde niño para Lewis Hamilton, el piloto que se convirtió en leyenda y el mismo que con 10 años, en una noche de gala de premiación, enseñó su personalidad. El segundo puesto en el Gran Premio de Estados Unidos, en el autódromo de Austin, por detrás de su compañero de equipo Valtteri Bottas, lo consagró séxtuple campeón; el clasificador estableció el décimo 1-2 de la escudería de Brackley en la temporada, abrumadora superioridad que exhibe Mercedes frente a los rivales y que lo empujó a encadenar una semana atrás el sexto título de Constructores.
Hamilton se convirtió en la estrella de Mercedes. Piloto franquicia, quien firmó cinco de los seis campeonatos del conjunto –el restante fue obra de Nico Rosberg–, una celebridad dentro y fuera de un autódromo. Porque al piloto solo lo obsesiona ganar: no es una rareza que las ocho victorias que lo separan del registro de Schumacher (91-83, a favor del alemán) le aceleren el corazón y le mantengan el hambre de gloria, al igual que festejar una nueva corona para equiparar al Kaiser; al hombre lo movilizan sentimientos y sueños que arrastra de niño, la fama que nunca lo obsesionó lo expone la lista Forbes 2019, que lo coloca como el 13er deportista con mayores ingresos –49 millones de euros–, la cuenta de Instagram, con 13 millones de seguidores, la presencia en los desfiles de Tommy Hilfiger, los tatuajes, las rastas, su modo de vestir tan identificado con la cultura hip-hop que lo convierten en un ídolo fuera de Reino Unido.
Hijo de Anthony, oriundo de la caribeña isla de Granada, y de Carmen Larbalestier, sus padres se separaron cuando Lewis tenía apenas dos años. Fue su padre, que ayer estuvo en el paddock, quien descubrió la pasión por los autos del pequeño: le regaló para los seis años un auto a control remoto y exprimió su ajustado sueldo de empleado de Ferrocarriles Británicos para comprarle los primeros karts. También hizo de entrenador; "Fíjate dónde pisan el freno los más rápidos y tú písalo un metro después", lo convenció.
"Cuando tenía seis o siete años, mi papá me dijo que nunca me diera por vencido y ese es el lema de la familia. Él fue mi gran mentor, estuvo encima de mucha gente que me ayudó en mi carrera. También extraño a Niki [Lauda], porque no estaría en este equipo si no fuera por él... Pero encima de todos está mi padre, que me apoyó en las buenas y en las malas", reconoció en la rueda de prensa, en Austin.
En sus comienzos llamó la atención, era el destacado entre los cientos de niños que montaban karts en Inglaterra. Con ocho años ganó carreras y también campeonatos regionales y nacionales. Senna era su ídolo, lo siguió siendo cuando el brasileño murió en el espectacular accidente en Imola, en 1994. Aquel día, Lewis participó en una fecha de karting y lloró detrás de un camión, alejado de la vista de su padre. "Él fue el piloto que me inspiró cuando era niño, sigue siendo héroe y siempre lo será", recuerda quien se sonroja cuando lo comparan con el paulista. Entre sus tesoros más preciado dentro de su colección de trofeos, hay una réplica del mítico casco amarillo que utilizaba Senna y un retrato gigante de su referente.
La noche que cambió su destino
El domingo 3 de diciembre de 1995, en el hotel JW Marriott Grosvenor House, en Londres, fue azuzado por Anthony para que sacara a relucir su personalidad. Con 10 años, Lewis estaba invitado a la gala, en la que recibiría un premio por la obtención del título en karts. Los focos apuntaban a Michael Schumacher, que esa temporada se consagraba bicampeón de la F.1 y recibiría el galardón de Piloto del Año; Colin McRae, campeón mundial de rally; Jacques Villeneuve, por su coronación en IndyCar y las 500 Millas de Indianápolis y Ron Dennis, el hombre que manejaba con maestría los destinos de McLaren. "Coméntale que quieres correr algún día para su equipo", le susurró al oído Anthony a su hijo, cuando el pequeño, con el trofeo en la mano, ese que le entregó Villeneuve, descubrió a quien veía por televisión en cada festejo de la escudería de Woking.
La escena fue una estrategia que puso en juego Anthony. A pesar de sus esfuerzos para que Lewis compitiera en todo el país, el excesivo costo para mantenerlo entre los pilotos top podía truncar la carrera. La reacción de Dennis fue la de un padre: le preguntó la edad y le firmó una servilleta, a modo de contrato, con una advertencia: "Ven a verme dentro de nueve años". No pasó tanto tiempo para que se produjera el nuevo encuentro. Apenas un año, cuando en el cierre de la temporada de karts "Campeones del futuro", un certamen que organizaba McLaren para descubrir jóvenes talentos, Hamilton se cruzó con el manager y lo llamó por su nombre, algo que sorprendió a Ron. El tercer título consecutivo de Lewis provocó el tercer cruce: como si se tratara de una señal, al día siguiente, Anthony recibió el llamado de Dennis, quien en la conversación le aseguraba que, a partir de 1998 y contrato mediante, McLaren correría con los gastos de la carrera deportiva del pequeño talento.
La leyenda del piloto, Hamilton la forjó cuando era niño. La historia señala que es al menos el único en ganar un Gran Premio cada año; el que en su estreno en la F.1, en 2007, marcó cuatro triunfos, 16 podios y seis poles. Nacía una estrella, la que el año siguiente festejó la primera corona, en el GP de Brasil, en Interlagos, en una carrera histórica: el 2 de noviembre se convertía en el campeón más joven de la F.1, con 23 años y 10 meses.
"Soy pasional en la pista porque amo la victoria, amo las carreras, amo los coches, amo el humo que despiden y, en general, amo la competición", advierte Hamilton, que ya prepara su próxima obra.
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