Andrés Nocioni: "La Generación dorada demostró que los argentinos no somos tan malos como pensamos"
Tras el retiro piensa la vida y el juego con la misma claridad de siempre; la Liga Nacional, la NBA, Baskonia, Real Madrid, la selección, una carrera exitosa para un hombre que exuda pasión
GENERAL PICO.- Camina por la calle 22 y saluda al que pase cerca. Es amable por naturaleza y no desconoce su ascendencia, su importancia. Aunque parece sentirse algo incómodo cuando los halagos se acumulan. Ni las medallas con la selección argentina, ni los galardones en Europa ni los años de NBA, marearon su esencia. Disfruta de la calma de General Pico, se mantiene alejado del ruido. Y eligió intencionalmente estar allí, más allá de que Paula, su mujer, nació en ese lugar. Necesita esa desconexión. Porque también podría haber pensado en vivir en Vitoria, en España, donde es amo y señor, pero no. Su cuna está en Galvez y siempre encuentra la forma de recordarlo en una charla. Es que Andrés Nocioni tiene todo eso que cualquiera podría haber dibujado como deportista: humilde, sincero, frontal, talentoso, temperamental y exitoso. "Hay cosas que uno las trae de la cuna. Nadie te enseña a tener pasión", un Chapu auténtico.
A los 37 años decidió salir del juego y con la camiseta de Real Madrid. Pavada de lujo. No extraña ser jugador, lo dice con seguridad. Lleva por las mañanas a la escuela a su hija, Margarita, disfruta de compartir la misma pasión por la pelota naranja con Laureano y que Benicio tenga su atención deportiva sobre el rugby. Se para en la vieja estación de tren y cruza palabras con los vecinos, cuenta que hace asados y que la pesca sigue ocupando un lugar importante como cable a tierra en su vida. Ahí, sentado a la mesa del bar del hotel Euskadi, la gente pasa y mira curiosa por qué hay una cámara. Apura un café y habla con LA NACIÓN con naturalidad, con calma... Nada hace pensar que allí sentado está el corazón más grande de una generación que llenó de oro a la Argentina.
-¿Por qué siempre dijiste y lo sostenés que vos no tenés el talento que otros tienen para el básquetbol?
-Creo que es una realidad, cada uno conoce sus límites y conoce sus virtudes. La palabra talento quizá la usé mal. Es posible que yo tuviera talento para hacer otras cosas, a aportar lo que otros jugadores no pueden. Los equipos tienen que tener una combinación justa entre lo que es la técnica y la creatividad junto con el compromiso, perseverancia... Me parece que lo que yo tenía era algo que me permitía jugar en equipos bien armados.
-¿Extrañás algo ahora que te retiraste?
-La verdad que no extraño nada todavía. Estoy acomodándome al día a día, pero no más que eso.
-¿Lo esperabas que fuera de esta manera?
-Sí. Lo esperaba así, tomando todo con tranquilidad. Por ahí lo que me está costando es el adaptarme a la situación del país, porque yo hace 20 años que no estaba acá.
-¿Te preparaste para el día después?
-Sí me preparé, pero hay que vivirlo. Cada ex jugador tiene su forma de ver el retiro. Pensé que iba a estar más tranquilo y no lo estoy tanto. La verdad que veo más lo malo de ser un ex jugador que lo bueno.
-¿Qué es eso malo?
-Se siente un poco abandonado el ex jugador. Se siente un poco inservible, porque uno siempre jugó al básquetbol y no le dio tiempo a otras cosas. No se preparó lo suficiente. Entonces, es complicado. También hay casos en donde el cuerpo juega un papel importante, porque nosotros llevamos el cuerpo al máximo. Y eso todo te pasa factura. Yo en ese sentido estoy bien. No tuve grandes problemas físicos. El ex jugador a veces deja de entrenarse pensando que no debe tener más impacto o más golpes y eso es un error.
-¿En qué debías haber preparado mejor tu retiro?
-Traté de encaminar todo lo que me dio el básquet para tener una tranquilidad económica. Quizá podría haber hecho más cosas, pero no una carrera en especial, sino estar preparado para algunas cosas en general. Estoy tranquilo por ahora y sabiendo que tengo que evolucionar para las oportunidades que tenga de ahora en más.
-¿Pudiste disfrutar de todo lo que viviste?
-Por momentos. De lo más usual. Como yo estaba tan metido en la competencia dejé de disfrutar muchas cosas. No era disfrutar cien por ciento. Es que buscaba la excelencia y jugaba por trabajo. Me parece que ahora que dejé, me estoy dando cuenta que todavía me gusta el básquet. Vi algunos partidos del EuroBasket, volví a ver la Liga Nacional, que la tenía un poco abandonada. Me intereso por la ACB (la Liga de España). Entonces, uno se va dando cuenta que en realidad el ser profesional era una carga pesada... Con presiones, con exigencias. En realidad me puse yo en ese lugar, porque podría haber elegido quedarme en Baskonia hasta mi retiro y estaba bien. Pero me propuse ir por más y así fue.
-Si pudieras elegir tres o cuatro momentos de los que disfrutaste, ¿cuáles fueron?
-La vuelta a Baskonia, porque venía de unos años bastantes complicados. Disfruté mucho mi segundo y tercer año en Chicago, también muchos momentos con la selección, con el Real Madrid, el último año y medio lo disfruté muchísimo, más que el año en el que ganamos todo. Es que cuando salimos campeón de todo, lo que disfruté fueron de los logros, los festejos, pero el paso a paso no porque me presionaba mucho. Leía las críticas de la edad, decían que había llegado tarde, cuestionaban por qué había ido al Madrid. Entonces no lo pasé como me hubiera gustado.
-¿Cuándo te diste cuenta que jugar al básquetbol era un trabajo?
-Muy pronto. A los 15 años, cuando estaba en Racing. Cuando advertí que iba a jugar al básquet lo tomé como un trabajo y me dije que iba a vivir de esto. Desde ahí me propuse ser lo más profesional posible. No me lo enseñó nadie, lo aprendí sólo. Nadie me dijo que iba a comer con esto. Tampoco que iba a ir a la NBA. Se veía algo en mí, pero fui yo el que se propuso todos los desafíos.
-Si no era el básquet, ¿qué era?
-No lo pensé, no me imaginaba en otra actividad. Porque en el estudio no tenía problemas, era un alumno normal. Después fui menos aplicado, porque Independiente (de General Pico) me pagaba. Era un dinero importante para un chico de 17 años, entonces exigían de una forma diferente. No había un regla que me obligara y permitiera estudiar y jugar. Y eso me complicaba las cosas.
-¿Cómo se hace para no desenfocarse cuando uno es joven, tiene fama, dinero y exposición?
-No es un tema fácil de manejar. Tuve mis momentos. Pero siempre tuve un objetivo fijo. Yo salí de noche, tomé alguna copa, hice todo lo que debía en mi juventud, pero nunca me dejé llevar por nada externo que no haya sido jugar al básquet. Si yo había salido dos días seguidos, me frenaba automáticamente. Era imposible llevar un vida diferente si yo quería rendir los fines de semana. Pero también considero que es necesario tener una vida normal. A los 15 años, en Buenos Aires, me movía en los colectivos, andaba de un lado para el otro. Es necesario conocer qué pasa a tu alrededor, vivir una vida normal. Después cada uno saca sus conclusiones.
-¿Cómo se hace para manejar el ego?
-Bueno qué se yo. Cuando escucho que alguien puede dar una orden para que le resuelvan tan o cual cosa, trato de decirle ?No te olvides que sólo sos un jugador de básquet'. Esa es la realidad, no somos otra cosa. Cuando un jugador de básquet o de fútbol cree que tiene un poder o tiene que tener beneficios por ser deportista, me parece ridículo.
-¿Quién te pone a tierra?
-La familia. El llegar a tu casa y lavar los platos. Llevar los chicos a la escuela. Te pone los pies sobre la tierra, porque cuando sos jugador y te van bien las cosas, pensás que el mundo es ese universo en el que vos vivís. En su momento me pasó, pero me fui dando cuenta que no era así. En Chicago, en la NBA, tenía todos los privilegios que se te ocurran. Tenía una niñera que me ayudaba y en mi casa no hacía nada. Eso para mí, porque mi mujer no lo necesitaba, ella siempre se bancó todo con los chicos. Y con el tiempo entendí que eso no era la realidad. En definitiva, llevar una vida normal te permite sacar un poco la cabeza del deporte y oxigenarte.
-¿Qué es ganar para vos?
-Bueno, ganar, la verdad que... Pasé muchos años sin ganar, pero eso no quiere decir que fueran malos años. Me parece que ganar es plantearse un objetivo y cumplirlo. Y mi meta era ser profesional del básquetbol y lo logré. Creo que eso es ganar. Pero también tuve éxito con mi mujer, con mis hijos. Los títulos son relativos y hasta ficticios. Porque puede haber muchos jugadores que ganaron cientos de campeonatos, pero no están conformes. Eso quiere decir que no ganaron. Siento que gané porque quería terminar bien mi carrera y pude hacerlo.
-¿Qué representa en tu vida la Generación Dorada?
-Es parte de una filosofía. La Generación Dorada, demostró que el argentino no es tan malo como pensamos. Creemos que somos destructivos, piolas, que las sabemos todas, pero no es así. Y me parece que con esa generación lo que logramos es trabajar en equipo que es lo que se debería transmitir. Ese equipo debe quedar por lo que hizo como grupo, por su compromiso, su capacidad para dejar los egos de lado y por pensar en el bien común.
-¿Dónde aprendiste más en Baskonia, en la NBA o en la selección?
-Recién en Baskonia me di cuenta qué era ser un profesional. En la Liga Nacional cobraba muy poco. Cuando firmé en Europa, me pagaban al día y exigían en consecuencia Y ahí entendí todo lo que implicaba ser un trabajador del deporte. En España crecí como jugador, comencé a tener más roce internacional, me medí con rivales de mayor jerarquía, pero el salto de calidad como jugador lo hice en la NBA. Y mi juego mejoró muchísimo allí, porque me dieron todas las herramientas. Me hicieron mejorar en mi juego porque te ponen todo a disposición para ello.
-¿Por eso decidiste salir de la NBA?
-En la NBA me había estancado un poquito, llegó un momento que me quedé por una cuestión económica, no lo voy a ocultar. Pero advertí que la plata no era lo principal y que lo que necesitaba era estar en un equipo más competitivo y volver a ganar, por eso fui a buscar ese deseo a Europa. Tuve oportunidades de volver a la NBA, pero nunca se dio una circunstancia exactas para hacerlo.
-¿La selección te enseñó jugar en equipo?
-Sin duda y supimos dejar de lado los egos. Lo que sucedió es que cada uno supo qué hacer por el equipo y dejar todo tipo de egoísmo de lado. Pudo haber habido discusiones o roces, pero a la hora de jugar todo quedaba de lado y nos concentrábamos en el objetivo que perseguíamos: competir.
-¿Qué personajes te marcaron en tu carrera?
-Antonio "Gachi" Ferrari fue el primer entrenador, en Ceci de Galvez, que me enseñó los conceptos del básquet. Eso me marcó. Después apareció León (Najnudel) que fue una especie de padrino parar mí. También Scott Skiles (entrenador en Chicago) fue otra persona que me marcó. Yo tenía un nombre en Europa y en la primera reunión de equipo en los Bulls, Skiles les dijo a mis compañeros ?Nocioni no es un rookie, tiene más experiencia que muchos acá adentro'. Eso me impactó porque me hizo entrar a un equipo, en donde algunos me miraban raro porque no había tantos extranjeros como ahora. Eso marcó mi carrera en la NBA. Porque yo no hablaba bien inglés y no conocía tanto la competencia como otros.
-¿Qué conquista no esperabas conseguir?
-Adaptarme al juego de la NBA. A mejorar mi juego para estar en competencias de elite. A mí siempre se me catalogó como un jugador de carácter y personalidad y está bien, pero se ve menos el desarrollo, de concepto, juego y evolución de atributos. Para mí fue lo más importante para mi carrera ser versátil a los cambios.
-¿Te ves como entrenador, dirigente o asistente?
-Dirigente no. Cumplir una función para el básquet sí. Ser director deportivo o general manager, me gustaría. Entrenador no. ¿Quizá ser un tercer asistente o trabajar jóvenes? Eso me interesa, ser un poco mentor de los nuevos talentos. Poder comunicar experiencia. Me veo más dando charlas o explicando esa filosofía que se logró con la selección de la Argentina. Me parece que tenemos un compromiso de transmitir eso que vivimos.