Una veterana forma de ser
Uno no podía evitar reconocerse en esos hinchas que peinan canas pero alientan como pibes, en la tribuna de un estadio de China. Esos que las cámaras mostraron también en Atenas, en Londres, en Pekín. El básquetbol siempre fue un deporte de amigos, de clubes de barrio y de provincias. De juveniles y cadetes (las inferiores de más edad), enseñándoles todo a los chicos de 8 a 10 años, cuando nacieron las categorías mini y premini, sin importar levantarse temprano los domingos para dirigirlos o ser referees en sus campeonatos, o dedicarles horas en la semana para entrenarlos, para darles los fundamentos. Cualquier semejanza con el rugby de clubes no es ninguna casualidad.
De aquellos tiempos en los que el club daba solo la camiseta y a veces ni micro había para jugar de visitante, a estos de ahora, con infraestructura (sin tablero de madera, con pelota de cuero), con torneos internacionales, con jugadores que van a los mejores equipos del mundo para dejar atrás la utopía de la NBA (ABA hasta los 70), el básquetbol mantiene la esencia. No hay profesionalismo, ni plata ni medallas doradas que lo diluyan.
Esa esencia que supo sostener la Liga Nacional, la maravillosa creación de León Najnudel que hizo más federal un deporte que ya tenía un Campeonato Argentino único, que jugaban los seleccionados de todas las provincias. Y que tiene los Encuentros Nacionales de Mini Básquetbol, donde los chicos viajan del interior a Buenos Aires y viceversa, se alojan en casas de sus "rivales" y viven una experiencia increíble (inolvidable Napostá, de Bahía Blanca).
De chico, siempre, en todos lados y en todos los deportes fue duro ir a entrenarse, entre el colegio, los largos viajes en colectivo (el 66, que te llevaba a Villa Sahores, en Villa del Parque, era una diligencia), el tiempo dedicado sin otra retribución que sentir el cosquilleo la mañana del partido y cuando te ponés la camiseta en el vestuario. Se nos hace que todo eso lo sienten todavía estos jugadores de la selección de Sergio Hernández . Se les nota, se reconoce como a aquellos veteranos que no podían volcarla –en el aro- y no tiraban de 3 en los 70/80, porque el arco de los 6,25 empezó cuando uno ya estaba trabajando y estudiando, sin profesionalismo aún. Y que ahora alientan, desinhibidos, atrayendo a cada rato la cámara de la transmisión oficial, tomando el triunfo, los triunfos, como si fueran propios.
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