Belgrano y los Gradin, casi unasola cosa
Los hermanos Francisco y Diego y su primo Luis integran el cuerpo técnico; buscan lo que sus padres lograron en 1968: el título
Que el equipo de toda la vida esté en las alturas del certamen de la URBA es un placer. Dirigirlo, además, todo un orgullo. Y hacerlo entre hermanos y primos, una mezcla impagable de ambas cosas, un disfrute excepcional. Es la situación que están viviendo tres Gradin, portadores de un apellido que está unido automáticamente a Belgrano. Luis, actual presidente de la Unión de Buenos Aires, fue jugador y entrenador en el equipo de Virrey del Pino, y hoy su hijo y dos sobrinos llevan adelante los destinos de la primera división marrón y amarilla.
Francisco es el entrenador principal, y su hermano Diego y su primo Luis (hijo del titular de URBA), sus asistentes. En la estructura, por encima de ellos aparece Guillermo Tramezzani, el director de rugby y el único que es rentado en su función.
En su época de rugbiers, los tres Gradin pasaron por la primera. Francisco era ala, Luis actuaba como hooker y Diego se desempeñaba como apertura o centro. Gracias a la poca diferencia de edad que se llevan (seis años entre el mayor y el más joven), se dieron un gran gusto: llegaron a jugar juntos.
"Nos gusta venir al club, y si encima nos toca hacerlo entre familiares, mejor. Lo mismo con el Pelado", cuenta Diego, aludiendo a Tramezzani. Mientras, Luis y Francisco agregan al unísono que hay muy buena onda entre todos.
Francisco se sumó hace siete años al staff que dirige la primera, mientras que Luis, tras tener a cargo a la intermedia, arribó a la división superior hace dos temporadas. Diego fue el último en incorporarse, en 2014.
En el pasado reciente de Belgrano, un hombre de fuera de la casa era parte del cuerpo técnico: Alejandro Conti, un producto del SIC, estuvo contratado en el club durante alrededor de una década, hasta que dejó el club porteño al finalizar el último Nacional de Clubes.
El menor de los Gradin, Diego, destaca la importancia de Conti en estos años: "Alejandro aportó mucho orden en un momento que veníamos de abajo", elogia. Es que entre 1998 y 2007, el conjunto marrón tuvo que jugar ocho veces en Reubicación. El presente es otro, muy diferente. Belgrano jugó los últimos dos años el Nacional, y llegó a una semifinal en 2015. Y en el Top 14 de URBA, alcanzó los playoffs en cuatro de los últimas cinco temporadas.
"Creemos que el equipo ha adquirido una identidad, con rigor físico en el contacto, y tratamos de que la explote al máximo", dice Francisco. Esa identidad, con la dirección que parte de Tramezzani, abarca hasta las divisiones juveniles. Y Luis valora la importancia de haber logrado esta identidad: "El año pasado llegamos a las finales en varias categorías [conquistas en la intermedia, la preintermedia A y la preintermedia B y semifinal en la primera]. Y cuando hay que rotar jugadores, el sistema no se resiente porque todos están hablando el mismo idioma".
Así como en la cancha cada jugador cumple su función, afuera existe una estructurada división de tareas. Diego, el único ex back, se encarga de las salidas y los kicks; Francisco entrena el scrum y Luis lleva adelante los line-outs.
Los buenos resultados podrían alentar a creer que Belgrano, como CUBA hace un par de temporadas, romperá una extensa racha sin títulos, en su caso, de 47 años. Pero el mensaje desde el cuerpo técnico es otro: "El equipo tiene que seguir trabajando en silencio", advierte Tramezzani, el ex jugador que más presencias tiene en el club, y quien compartió la primera con sus tres compañeros del cuerpo técnico.
Esa racha se ha prolongado tanto que, de los cuatro entrenadores, solamente uno había nacido en aquel feliz 1968, Tramezzani (categoría 65). Luis lo hizo en 1969, Francisco es de 1972 y Diego nació en 1975. Al igual que Diego, Francisco y Luis, sus padres compartieron equipo. Pancho, el papá de Diego y Francisco, y Lucho, el de Luis, lograron la copa vestidos de marrón y amarillo en aquel 1968.
Este proyecto los apasiona,al punto de consumir gran parte de su vida. "Esto nos lleva muchas horas por semana y lo disfrutamos muchísimo. Yo tengo hijos jugando. Me encanta venir al club a pasar tiempo libre", cuenta sonriente Diego.
Sencillos, sin pretensiones de trascender, los Gradin dicen que es mucho más lo que el club significa para ellos que lo que ellos son para el club. "A mí me encanta venir. El protagonismo de esto no es nuestro, sino de los jugadores. Nosotros venimos y estamos a disposición de ellos", explica Francisco, al mando de un proyecto tan institucional como familiar que busca la gloria.
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