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Se necesitarían reflexiones de los más grandes expertos para hallar las mejores conclusiones sobre los quiebres políticos y puja de poderes que estremecen al boxeo en estos momentos casi a modo de guerra civil. Clarificaría, también, tener un gran conocimiento sobre los actuales personajes que invaden en este ámbito y de los períodos más duros de su historia, cuando la explotación de los pugilistas y el manejo déspota de sus carreras conformaron un auténtico monopolio enquistado en Estados Unidos.
¡Hay una bomba de tiempo en el boxeo y nadie se anima a desactivarla!
El lanzamiento de la flamante compañía Zuffa Boxing hacia lo más alto de este deporte es el gran detonante. La sociedad conformada por el estadounidense Dana White, propietario de UFC, la empresa más poderosa de artes marciales mixtas, y el ostentoso jeque árabe Turki Alalshik, dueño de la promotora saudí Riyadh Season y de una fortuna de 2.800 millones de dólares, anunció un exorbitante contrato con la compañía Paramount, que desembolsará una cifra inusitada durante siete años para difundir los mejores combates en sus televisoras y plataformas digitales. Doce de ellos en 2026.

¿Cuál es el problema, entonces? Zuffa Boxing intentará, además, elevar al Congreso de los Estados Unidos una modificación en la ley antimonopólica “Muhammad Alí, solicitando la creación de una única entidad boxística fiscalizadora en todo el territorio norteamericano, U.B.O. (Organización Unificada de Boxeo, en castellano), que excluiría a los actuales organismos internacionales más prestigiosos (CMB, AMB, OMB y FIB) del control de sus eventos. Además, los rankings a utilizar serían los pertenecientes a la histórica revista “The Ring”, propiedad de Turki desde hace un par de años.
La estrecha relación entre White y el presidente Donald Trump, abre una mínima esperanza a esta cuestionable reforma que dejaría en manos de pocos el destino del boxeo. Y esto es peligroso.

El periodista norteamericano Chris Dalby desarrolló en su web lo siguiente: “Hay cinco factores claves por los cuales Zuffa no podrá quebrar la ley Alí, pero supimos que dos legisladores, Brian Jack, republicano, y Sharice Davids, demócrata, están tentados en participar de todo esto“.
White expresó: “Soy más inteligente y creativo que todos los dirigentes de boxeo juntos. Estoy listo para liderarlo hacia un nuevo rumbo. Solo necesitamos reactualizar la ley Alí”.
Al respecto, Mauricio Sulaimán, presidente del CMB, fue el primero en reaccionar. Tras darles la bienvenida oficial declaró a LA NACION desde México: “El boxeo es un deporte único y grandioso, conformado por boxeadores y empresarios. Desde los mas grandes hasta los más chicos por todo el mundo. Y nadie podrá ser el amo de todo esto. White maneja un ámbito cerrado y de su propiedad: U.F.C. Esto es distinto”.
Si bien la inserción de la dupla White-Turki tuvo un suceso absoluto en su debut con la organización del match Canelo vs. Crawford, el mes último, las conclusiones sobre sus comportamientos fueron contradictorios. Sobre todo, de la prensa que fue acreditada o excluida del evento en base a sus criterios para comentarlo: positivos o negativos. Y eso desató una reacción del periodismo pugilístico internacional pocas veces vista en las últimas décadas. Los festivales organizados por White cuentan con relatores dependientes de su promotora. Propios. Muy descriptivos y de escasa profundidad conceptual.
Los repartos de ingresos son disimiles. UFC sólo distribuye el 20% de las ganancias para los peleadores y el 80% restante es para la promoción. Un ejemplo claro estuvo en las bolsas logradas por los campeones mundiales pesados. En boxeo, el ucraniano Olexsandr Usyk ganó 132 millones de dólares tras batir a Daniel Dubois, en su última defensa en Wembley; el ídolo del octágono Jon Jones, en cambio, recibió 6.200.000 dólares tras su combate con Stipe Miocic. Y esto fue un llamado de atención.
El boxeo siempre estuvo abierto a críticas y polémicas, incluso en estos días, en donde el dinero le gana al mérito y el acomodo prima sobre el talento. Pero siempre fue un deporte y sus bases fueron sus reglas. Agonizantes, a veces poco creíbles, pero reglas deportivas al fin.
Resultará riesgoso otorgar grandes créditos a los nuevos inversores que buscarán convertirlo en un espectáculo con sabor a jaula; con nada de historia y lleno de intrigas.




