Evander Holyfield: la pobreza e ignorancia del “entretenimiento” barrió a un gran campeón del ring
El veterano ex campeón fue vapuleado por un atleta marcial: Victor Belfort en menos de dos minutos
El estadounidense Evander Holyfield, célebre ex campeón mundial de los cruceros y pesados, gestor de jornadas inolvidables en la historia del boxeo como aquellas victorias llenas de sangre y fuego ante Mike Tyson, en 1996 y 1997, cuando dejó parte de su oreja izquierda para llegar al objetivo, se convirtió este sábado en un foco receptivo de misericordia, lástima y compasión dentro del marco de un espectáculo en donde la ignorancia y la pobreza de las industrias del entretenimiento perdieron por KO.
Con casi 59 años, un Holyfield vacío, obnubilado y perdido –tal como se esperaba– subió al ring del Hard Rock de Hollywood, en las afueras de Miami. Aquel atleta ejemplar de los Estados Unidos, embajador de Coca Cola en sus tiempos dorados y portador de la antorcha Olímpica en 1996 que parecía iluminar de por vida su imagen inmaculada se mostró frágil como un papel e incapaz de aguantar un golpe. No tiró ninguno, y después de caer por primera vez no evidenció entusiasmo ni reacción.
Débil ante cualquier impacto y ni siquiera fueron aplicados por un boxeador. Esta vez, por un atleta marcial brasileño: Victor Belfort, de 44 años, de movimientos pugilísticos torpes que le alcanzaron para retirarlo del ring al 1.44″ del primer round. Ante el estupor de todos los presentes que nunca imaginaron ver algo tan doloroso. El comentarista central de Triller –aplicación de instagram– fue Donald Trump, quién se mostró eufórico en el análisis previo y divagante en la despedida.
La ausencia de Trump en la ceremonia evocativa del atentado a las torres gemelas de Nueva York –hace 20 años– para ocupar un sitio en la transmisión oficial de este evento y la ineptitud de la Comisión Atlética de Florida –zona de aterrizaje ideal púgiles argentinos con cualquier tipo de licencias– que autorizó a Holyfield a boxear pese a su suspensión definitiva, por prescripción médica en los principales estados de Norteamérica, conformaron una pareja negligente e inepta para analizar el grado de riesgo que implica lanzar al ring a un hombre lleno de gloria, golpes y años. Pero este tipo de “emociones” y mensajes son los que sobresalen en el consumo pugilístico actual. Poco creíble, en todo lo que hace a sus reglamentos y comunicadores.
Las inestabilidades expuestas por Holyfield sintetizan las adversidades que afrontó durante y después del éxito. Sus tres divorcios millonarios y la educación de sus once hijos le pasaron una cuenta grande. La usura miserable de éste nuevo “boxeo musicalizado”, de mucho oro y humos raros al lado del cuadrilátero, quiso estrecharle una mano pero lo hundió en una trampa.
Entre acordes y luces que acompañaron los compases festivos de “Lo Gozadera” y " Gente de Zona”, con el consumos de licores –en vivo y en directo– de " Fifty Cent” y los encantos de Anitta cantando con ropas de boxeadora, culminó la velada que sentenció el ocaso del gran Holyfield. Ninguno de las canciones “pintó” lo ocurrido en la velada. Tampoco hubo talento para escoger un tema acorde al momento. No tuvieron idea siquiera para pensar en un tango. Sobre todo, aquel de Pascual Contursi: “Mi noche triste”.
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