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Cuando el 17 de junio de 1983 Jörg Sievers, de 17 años, se arrojó al agua luego de tomar las pastillas azules prescriptas por su médico para realizar sus entrenamientos diarios en el centro de alto rendimiento de Magdeburgo, en Alemania Oriental, seguramente no pensaba que ese sería su último día de vida. Tampoco pensó que, casi dos décadas después, su caso, silenciado entonces junto con los de otros miles de menores que sufrieron los mismos "tratamientos médicos", sería causa de un juicio que hoy conmueve a Alemania y al deporte del mundo entero.
Los juicios por doping sistemático, lesiones graves permanentes y homicidio, iniciados hace dos años por la Fiscalía General de Berlín, tienen ya sus cuatro primeros condenados, el último, ayer (Lothar Kipke, ver aparte), pero eso parece ser apenas la punta de un tenebroso iceberg de secretos ahora develados.
Durante casi dos décadas el dopaje de los deportistas fue un secreto de Estado en la ex DDR. Luego de la caída del muro, algunos se atrevieron a contar lo sucedido y así, luego de investigaciones realizadas en 1996 y 1997 en los archivos de varios centros de entrenamiento en Berlín, Leipzig y Magdeburgo, entre otros, se comprobó que la realidad superaba a la ficción; 12.000 nadadores de ambos sexos, de 12 a 21 años, habían sido sometidos durante años, en la mayoría de los casos sin saberlo, a tratamientos con anabólicos para mejorar su performance.
Hoy, algunos ya no están para testificar lo sufrido; cáncer hepático y del aparato genital fueron diagnosticados como causales de los decesos.
Otros, como Cristine Knacke, ex recordwoman de 100 metros mariposa, que junto a su pequeño hijo sufren graves trastornos de salud, denunciaron a los entrenadores Volker Frischke, preparador de Sylvia Gerasch y de Kerstin Kielgass, miembros del equipo nacional, y a Gerd Esser, actual entrenador de la estrella Franziska van Almsick, por lesiones graves, un delito con penas de hasta 20 años de prisión en Alemania.
Si los recientes fallos de la Justicia de un año de prisión en suspenso -15 meses, en el caso de Kipke- a algunos entrenadores y dirigentes de la ex DDR se extienden, como es de esperar, a otros casos más graves, tal lo sucedido con Sievers y con Knacke, la batalla contra el doping en el deporte puede tener un futuro algo más prometedor que las declaraciones de circunstancia y las promesas de dureza que, en la práctica, sólo sirvieron para suspender a algunos deportistas, pero no al entorno de médicos, entrenadores, dirigentes y a veces hasta familiares de los atletas, generalmente tanto o más culpables que los sancionados.
Desde 1996, la Federación Internacional de Natación ha realizado 2850 controles antidoping, con 65 resultados positivos (la mitad de ellos, en nadadores de China), aún cuando se sospecha que los nuevos productos enmascarados del consumo, en especial de eritropoyetina (EPO), han logrado reducir significativamente el porcentaje de casos detectados.
Quizá, las sentencias del fiscal general de Berlín, Martin Hillebrand, marquen un antes y un después en esta larga y hasta hoy infructuosa batalla contra el doping, que todos esperan de defina para bien en el nuevo milenio.




