El hombre cualquiera se sentía un crack
Mi viejo me cuenta que El Gráfico recién llegaba el viernes a Bragado. Aunque ya estaba por comenzar la fecha siguiente, se vendía igual porque en los ‘40 no gobernaba la locura por la inmediatez. El placer estaba en la lectura. Durante décadas, incluida mi infancia y adolescencia, sus páginas conservaron un halo mágico en las siestas del pueblo: a medida que avanzaban las notas crecía la curiosidad, y los finales eran siempre sorprendentes. La revista El Gráfico era un viaje hacia lo desconocido. Coleccionarla, una religión. Porque también guardaba el encanto de la pertenencia. Te acercaba al deporte grande al menos por un instante. En las coberturas del TC se publicaban los binomios de cada auto… y ahí aparecían bragadenses. La ‘Doble Bragado’ agitaba el orgullo de la ciudad. Y las batallas de Andrés Selpa en el ring, los saltos hípicos de Jorge Canaves, las victorias de Juan Carrizo en Fiestas Mayas, los goles de Percudani en Independiente... inflaban el pecho. Y se repetía en cada rincón del país: de repente, el hombre cualquiera se sentía un crack.
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