El más poderoso del rugby; tan frágil como cualquiera
Dicen que murió Jonah Lomu. La incredulidad es instantánea.
Primero porque sólo tenía 40 años; la muerte joven siempre conmociona. Pero además, porque el deporte tiende a idealizar a sus figuras. Y todos saben que mientras apretaba una pelota de rugby bajo el brazo, este hombre era capaz de arrastrar, colgados sobre sus hombros, hasta tres rivales juntos. Esa imagen deportiva construyó en el imaginario a un coloso mitológico. Creímos que con ese impulso podía llevarse todo por delante. Hasta a la misma muerte.
Era él mismo el que tenía que recordarle a todos que su vida, hoy, ya no era la misma. Que era tan frágil como cualquiera. "Desafortunadamente, ningún tratamiento ha funcionado, mi salud es exactamente la misma que al comienzo de la enfermedad. Todo el mundo tiene que morir algún día", dijo en una entrevista en 2012, mientras esperaba un segundo trasplante de riñón. Los problemas renales comenzaron cuando tenía 20 años. Eso no le impidió jugar dos Mundiales, 63 partidos internacionales con Nueva Zelanda; apoyó 37 tries con su país. Dos veces jugó contra los Pumas.
Lomu fue la cara misma del rugby. El hombre que ayudó a promocionar un nuevo producto; el que impulsó el desarrollo de un deporte como ningún otro. Sus tries en los Mundiales de 1995 y de 1999 lo convirtieron en el jugador más desequilibrante de la historia. Con su tracción rompió defensas y derribó barreras. Hizo que su nombre fuera mucho más allá del rugby; incluso del deporte.
¿Acaso alguien recuerda que nunca pudo ser campeón mundial con los All Blacks? Los entendidos en el tema, seguramente. Pero para el colectivo, Lomu era imbatible. No hacía falta que dijeran que había sido campeón. Lo era. Bastaba con verlo jugar. Era el hombre más poderoso del planeta.
Esa mole de 115 kilos y 1,96m, hubiera sido un forward natural en cualquier país del mundo. Pero Lomu era veloz; tal vez el más veloz. ¡Fue un jugador perfecto en el seven! Sus entrenadores se divertían ensayando variantes. Como cuando en el Mundial de 1999 lo pusieron de tercera línea a empujar en el scrum; se levantaba de la formación con la pelota, y lanzado en velocidad era como un destructor surcando el océano.
Dicen que murió Jonah Lomu. El hombre más poderoso del rugby. Tan frágil como cualquiera.
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