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Las agujas del reloj de Boca giran tan intensas, más aún en épocas complicadas, que el frustrado repechaje hacia la Copa Libertadores pareciera haber ocurrido hace días. No pasaron siquiera 72 horas desde que el penal de Alan Velasco fue contenido y activó un alarido unánime que marcó una jornada sin precedente en la Bombonera desde que Juan Román Riquelme se involucró como dirigente, hace más de cinco años. “¡Que se vayan todos, que no quede ni uno solo!”. Todos empapados, sin excepciones.
No es común que el hincha de Boca se exprese de esa manera, aun cuando en los últimos años son frecuentes los descontentos exteriorizados mediante cánticos principalmente dedicados a los futbolistas. A veces es bueno tener una inmediata “revancha”, como se le suele denominar al encuentro siguiente a un gran golpe. Pero el partido con Rosario Central no actuaba como tal.
Apenas tres días después, Fernando Gago debía pisar el mismo suelo del que había sido despedido por plateistas que deseaban no verlo más como entrenador y permanecer 90 minutos entre las mismas tribunas, que podían presentarle un ambiente insoportable. De esos que se pueden imaginar por la última foto, pero –a la vez– dejaban abiertas otras puertas. Para colmo, con Rosario Central como rival, puntero invicto de la zona B del Torneo Apertura.
Los jugadores no estaban exentos, claro. Sin embargo, estaba claro que Gago sería el principal actor apuntado. Más aún con el contexto de los últimos días: su sentencia de estar “cien por ciento con fuerzas” no bien consumada la eliminación, mostrarse entero también en la intimidad cuando Riquelme y compañía esperaban recibir el famoso “gesto” (que renuncie) y la filtración dirigencial del jueves: los medios informaban que anoche se produciría la última función de un ciclo que consideraban totalmente cumplido. El técnico habló con Marcelo Delgado al ver en su teléfono lo trascendido y éste le negó rotundamente esa decisión. La respuesta del dirigente no lo tranquilizó igual.
El hecho de que el presidente ni ninguno de sus laderos saliera públicamente a respaldar su continuidad mantuvo (y mantendrá) las alarmas encendidas. Gago se exponía a ser recibido de mala manera, él mismo lo sabía.
Así fue, sin la hostilidad que se insinuó tras la eliminación. La cronología de una larga jornada comenzaba a ostentar su original sabor con el calentamiento previo del equipo, movimientos habituales en el terreno de juego un rato antes del inicio. Como siempre, aparecieron primero los arqueros, con la historia de los penales a cuestas: tímidos, Agustín Marchesin comenzó a trotar hacia el arco que está próximo a “La 12” y Leandro Brey miró todo con una calma caminata.
Recibieron aplausos por parte de una Bombonera que todavía presentaba poca gente, entre una tarde que tuvo lluvia, el caos de autos en las calles aledañas y un dato que brinda un crudo relato: por primera vez en los últimos 15 años, plateístas dejaron a disposición sus asientos para que otros asociados, desde la aplicación Boca Socios, compren el lugar para ver al equipo más relajados. Ya había ocurrido en los días previos a enfrentar a Aldosivi, hace una semana, y esta vez se potenció. Desbordados de desilusión, tristeza y nulas ganas de ir a ver a un conjunto que vive apático.
El ambiente no sólo se olfateaba por fuera del plantel: en las entrañas decidieron que los futbolistas hicieran la entrada en calor sin salir ante la gente. Quedaba escuchar el altoparlante con cada nombre. La gente aplaudió a todos sin mucho énfasis (sí reconoció más al joven Milton Delgado) y reprobó a un único jugador: Marcos Rojo colmó la paciencia y por primera vez en cuatro años de estadía se llevó fuertes silbidos.
Casi a la par de los silbidos que recibió, como se esperaba, estaba Gago. Notoria reprobación para el director técnico, aunque no estruendosa. Sí se pudo ver, por ejemplo, algún hincha mostrando un cartel que exigía su salida: “Chau, Gago”. Sin embargo, si estaba entero, los chiflidos pudieron no herirlo como algunos preveían. Más allá de los aplausos al resto, los mensajes estaban escondiéndose. Una vez que el equipo salió a la cancha y se dispuso a comenzar el encuentro, la Bombonera se expresó.
“¡A ver los jugadores si pueden oír, por la camiseta de Boca matar o morir!”, exclamaron, incluso, golpeando la extensa chapa que cubre el banco de suplentes. Enseguida, más directos: “¡La camiseta de Boca se tiene que transpirar y si no, no se la pongan, váyanse, no roben más!”.
El gol tempranero de Milton Giménez y la actitud que el equipo mostró en el primer tiempo parecía calmar aguas y levantar al público, pero nada hizo olvidar lo ocurrido. Al iniciarse el segundo período apareció el cántico que más repercusión arrastró: “¡Hoy vinimos a ver a Boca, que en la Copa nos falló, con la hinchada no se juega, la p… que los parió!”.
Gago estuvo apuntado, pero el resto no está perdonado por más aplauso recibido. ¿Fin de ciclo? Los jugadores respondieron y el director técnico no quiere renunciar. Pero Riquelme todavía no habló.