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YOKOHAMA.- Japón y su condición de sede de la cita mayor de clubes de la temporada han sido muchas veces el escenario de la gran frustración para grandes equipos europeos, sorprendidos a su turno por rivales sudamericanos con mucho menor cartel. Ocurrió varias veces mientras Oriente albergó el viejo partido por la Copa Europeo-Sudamericana y sucedió también ayer, en el formato todavía nuevo del Mundial de Clubes de la FIFA. El David, esta vez, fue Internacional, de Porto Alegre; el Goliat, el opulento Barcelona. El 1 a 0 significó para el equipo brasileño ganar el título por primera vez en su historia.
Como no le valió a Brasil en Alemania 2006, el poderío futbolístico que implica tener a Ronaldinho tampoco le alcanzó al conjunto catalán. Justamente, la celosa marcación que fijaron los gaúchos sobre el crack de Barcelona fue una de las llaves del triunfo. El encargado de la custodia fue Ceara ("vas a marcar al mejor jugador del mundo, pero... ¡quién sabe! Tal vez algún día seas el mejor lateral del mundo", lo alentó su DT, Abel Braga).
Desactivado el poder de influencia de Ronaldinho -lo mejor que mostró fue un tiro libre en el que hizo pasar la pelota muy cerca de un poste-, Barcelona ejerció un dominio sin profundidad, mientras Inter estaba al acecho. Cuando el partido parecía encaminarse hacia el tiempo suplementario, apareció alguien con experiencia para jugar finales en ese estadio: Pedro Iarley, que se coronó allí con Boca en 2003, en la victoria sobre Milan por penales. En aquella ocasión propició el gol del empate de Matías Donnet; ayer encabezó el contraataque que le dio el triunfo a Inter: asistencia de Iarley, gol de Adriano. Sorpresa para los 67.000 espectadores que colmaron el estadio donde Brasil se consagró pentacampeón mundial en 2002.
Barcelona ya se sintió sentenciado. Y después, los coletazos inevitables. Primero, en la boca de Frank Rijkaard. "Para mí, es un fracaso. No es fácil, pero hay que felicitar a Inter, que jugó un gran partido. Me dejó la sensación de ser superior a nosotros", dijo con un toque de hidalguía el técnico holandés. Ronaldinho, que deambulaba por el campo con los ojos llorosos tras la caída, también se lamentó: "Estoy triste. Ellos jugaron a la contra , a no recibir goles".
Por entonces, en el grupo brasileño ya se vivía la misma euforia que se había desatado en las calles de Porto Alegre. Braga, exultante, también tuvo un reconocimiento para su rival. "Es una gesta impresionante. Estamos en la cima del mundo. Pero Barcelona sigue siendo el mejor equipo porque casi todos sus jugadores están en sus selecciones". Iarley, que para sus compañeros debía haber sido elegido el mejor jugador del torneo -el premio fue para Deco, de Barcelona-, sacaba pecho: "Dijeron que Barcelona era favorito por sus nombres, pero Internacional fue un equipo que dio el máximo".

