Isco sobresale como un fenómeno de categoría mundial
MADRID.- La noticia de la temporada en España es un jugador que desafía las convenciones del fútbol. Nunca le han faltado partidarios a Isco, pero han predominado los críticos de su barroco estilo, muy alejado de las pautas que dominan el juego actualmente. Pequeño, compacto, culón, con un centro de gravedad tan bajo que le permite girar como un trompo, Isco nació gambeteador y morirá gambeteando. Sus habilidades parecían más adecuadas para imponerse en la adolescencia, pero ahora, con 25 años, Isco tiene el cartel de figura en el Real Madrid y es la jugador bandera de la selección española.
Sureño, nacido en la provincia de Málaga, Isco destacó desde niño. Con 17 años, lo contrató el Valencia. Era la estrella de la selección juvenil española, donde generalmente ocupaba la media punta. Apenas tenía rivales entre los jugadores de su edad. Más hábil y más fuerte, Isco se imponía con facilidad, aunque había muchas dudas sobre la eficacia de su juego en el fútbol profesional. Ni era especialmente rápido, ni parecía en condiciones de convertirse en un centrocampista integral. Su influencia se limitaba a las proximidades del área, más como provocador de goles que como goleador.
Los detractores de Isco le veían más defectos que cualidades. Los cartesianos le deploraban por retórico. A los estadísticos no les salían las cuentas de los goles. Los enemigos de los medias punta lo rechazaban por su dificultad para adaptarse a otras posiciones. Los menos beligerantes con Isco admitían que la superpoblación de estrellas, con Messi a la cabeza, en un puesto que obliga a marcar las diferencias en los grandes equipos.
Isco regresó pronto a Málaga, donde el chileno Manuel Pellegrini y Fernando Hierro, técnico y director deportivo del equipo andaluz, estaban decididos a formar un gran equipo, amparados por el dinero del empresario qatarí Al Thani. Hierro, que había supervisado las categorías juveniles de la selección española, era un incondicional de Isco. Pellegrini era un fanático del joven futbolista. El fastuoso proyecto del Málaga se derrumbó pronto, pero el derrumbe no afectó a Isco. Pellegrini lo reclamó para el Manchester City, donde el entrenador chileno comenzó a dirigir otro equipo con enormes recursos económicos.
Un día antes de firmar por el equipo inglés, los representantes de Isco recibieron una llamada del Real Madrid. El chico había deslumbrado en el campeonato de Europa sub 21, donde se había reunido con Thiago, Koke, Morata, De Gea, Carvajal, Illarramendi y Nacho, ahora internacionales en la selección que acaba de acceder al Mundial de Rusia. Florentino Pérez, presidente del Real Madrid, dio orden de fichar a Isco, que rechazó a última hora el acuerdo con el Manchester City. "Cuando el Real Madrid decide fichar a alguien, lo mejor es apartarse", suele comentar Txiki Begiristain, director deportivo del Manchester City, donde Manuel Pellegrini no dejó un solo día de lamentar el fracaso del fichaje.
Mucha gente consideró que la llegada de Isco al Real Madrid se debió más a la presión popular y mediática que al entusiasmo de Florentino Pérez. Desde su ingreso en el verano de 2013, Isco jugó razonablemente bien y muy bien en ocasiones. Sin embargo, en el club se lo medía más por sus defectos que por sus virtudes. Trasladaba mucho, rebajaba la velocidad de los contragolpes, no tenía las condiciones del centrocampista integral, tomaba decisiones sospechosas en zonas de riesgo y no parecía capaz de desafiar a Modric o Kroos, dos centrocampistas excepcionales. La llegada del colombiano James Rodríguez, un favorito de Florentino Pérez, tras el Mundial 2014 empeoró todavía más las perspectivas de Isco en el Real Madrid.
Un dato explica el debate que ha presidido la trayectoria de Isco. Debutó en 2013 con la selección, pero no fue convocado ni para el Mundial 2014, ni para la Eurocopa 2016, a pesar del declive de España tras la marcha de jugadorazos como Xavi y Xabi Alonso. Todo indicaba que abandonaría el Real Madrid en 2017. Antes de las semifinales, Isco sólo había jugado 13 minutos en los ocho partidos que había disputado la Champions League. Sin embargo, un partido cambió su destino. En abril, frente al Sporting de Gijón, en El Molinón, Isco ofreció una actuación maradoniana. En un Real Madrid plagado de suplentes, marcó dos goles impresionantes y pareció un gigante frente a enanos.
El clamor fue tan grande que Zidane lo alineó como titular en el primer partido de semifinal frente al Bayern. Desde entonces, Isco ha emergido como la principal estrella del fútbol español. Lo que antes se consideraba inconveniente -su irremediable propensión al regate- ahora es un regalo de los dioses. Isco es un Houseman en todas las zonas del campo, pero con una fiabilidad sin igual en el fútbol europeo.
No pierde la pelota ni a tiros, rompe líneas como si fueran papel de fumar, recorre el campo de punta de punta, mete pierna y quita, oficia de cinco, de ocho y de 10, llega al área con poderío y resuelve con una imaginación desbordante. Su crecida es de tal calibre que el debate ahora es de otra naturaleza: no se sabe si Isco está tocado temporalmente por los dioses o se ha erigido en el mayor fenómeno español desde Andrés Iniesta. No son pocos los que defienden la segunda posibilidad.ß
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