Japón se conmocionó con la llegada de Maradona
El ex astro del seleccionado argentino arribó a Tokio para presenciar la final de pasado mañana y una multitud fue a recibirlo; quiere que Bielsa siga al frente del plantel nacional
TOKIO.– Por un momento, los japoneses se olvidaron del orden y los ganó la conmoción. El ídolo lejano está al alcance de la mano. La pasión pudo más que cualquier formalismo. Diego Maradona llegó ayer a Tokio, esperado por un enjambre de micrófonos, flashes y brazos que en vano estiraban bolígrafos para una firma. Maradona logró derribar todas las barreras y consiguió finalmente la visa para ingresar en Japón. Su deseo en principio era estar al lado del seleccionado argentino. Pero tanto tironeo diplomático le impidió estar presente en el arraque del primer Mundial del siglo XXI.
Invitado conjuntamente por la FIFA, el gobierno japonés y la Federación de fútbol nipona, su arribo provocó una verdadera revolución. Esquivó con una sonrisa los intentos de la prensa y apenas dejó una frase en referencia a la obstinada negativa de los japoneses en concederle la visa: “Yo no maté a nadie. Me siento bien”.
Enseguida, desde todos lados comenzó una suerte de pelea por invitarlo. Pero Maradona eligió primero ir a instalarse. Lo hizo en una suite del piso 16 del New Takanawa Prince Hotel, justo enfrente de donde se hospedó en 1979, cuando se consagró campeón juvenil con el seleccionado Sub 19.
Lo acompañan Guillermo Cóppola y su guardaespaldas Carlos Carpintieri; también están Osvaldo Santos, ex arquero de Boca y ahora empresario, y Jorge Conti y Giles Sfez, de la firma Sumo Gol, que en breve lanzará un juego de azar del cual Diego será la cara.
Urgente, pidió ir a jugar al golf. Manos a la obra para todos los encargados de asistirlo. Allí entraron en acción, además de sus acompañantes made in Buenos Aires, una traductora especialmente asignada, Tomoko Aikawa, y... hasta un inglés que se llama Neville Hampson y es el contacto designado por la FIFA. “I’m sorry” (lo siento), fue lo que atinó a decirle a Cóppola, como si su nacionalidad (en obvia referencia a la victoria inglesa sobre la Argentina), le crease un sentimiento de culpa.
En una camioneta manejada por Federico, un argentino que vive en Tokio, Maradona emprendió viaje hacia el Swing Himoya, uno de los mejores driving de esta ciudad. Fueron 35 minutos en los que insistió en que todavía no iba a hacer declaraciones por el dolor que aún le causaba la temprana eliminación argentina. Pero en la intimidad de ese trayecto, sus impresiones futboleras fueron inevitables. ¿Se imaginan a Diego manager del seleccionado? Bien, pues ése es su anhelo. A pesar del golpe de la eliminación, Maradona respalda la continuidad de Bielsa como DT y apoya a los jugadores argentinos. Entre los suyos también dejó traslucir que no le gustó el Mundial; que Roberto Carlos y Rivaldo fueron lo más destacado; que elogia a los asiáticos por sobre los africanos porque con menos recursos individuales lograron más, y que los arbitrajes son igual que siempre, con la diferencia de que antes perjudicaban a la Argentina y ahora a cualquiera.
Difícil que Maradona sea Maradona sin el fútbol rondando su mente. Pero llegó el momento de la distensión que le brinda el golf. Antes se detuvo en el Spy Glass Golf Shop para comprar un guante especial. Imposible. Fue regalo. O más bien trueque. Es que el dueño de la tienda lo reconoció y a cambio de dinero pidió... una foto y la clásica firma Diego (10) en la pared.
Llegó al driving, un sitio imponente con forma de panal de abejas y una tecnología increíble. Diego se asombró de tener, por ejemplo, una TV que repetía su golpe 8 segundos después de haber pegado. Está motivado con el golf y ya anunció que volverá pasado mañana, antes de presenciar la final entre Brasil y Alemania.
Todavía no tiene una agenda muy elaborada, pero se sabe que el lunes dará una conferencia de prensa, tal vez la única actividad oficial de su estada, que calcula para una semana.
Además, aparecerá junto a la Editorial Gentosha, que presentará el libro Yo soy el Diego en japonés.
De muy buen humor. Así lució Diego en una visita que se hizo esperar demasiado. El Mundial lo aguardaba y, tarde pero seguro, el ex astro argentino llegó para poner la dosis de jerarquía que su figura conlleva.
Se conmovió Japón, donde todo parece a pedir de Diego.
Del 79 a la primera definición del siglo
TOKIO (De un enviado especial).– El recuerdo de la consagración de 1979, en aquel inolvidable Mundial Sub 19 es el principal lazo que vincula a Diego Maradona con los hinchas japoneses. Y la memoria del ex número 10 no perdió exactitud. Por ejemplo, desde el balcón en el hotel en el que se instaló en esta ciudad se observa, enfrente, la piscina del lugar en el que estuvo hace 23 años. Y rememoró con precisión envidiable la broma que le hicieron a su compañero Juan Barbas, al que arrojaron vestido al agua. “Mirá, ahí lo tiramos a Barbitas”, se rió buscando complicidades.
En 1989 regresó a estas tierras, ya consagrado con Napoli para jugar un amistoso con el seleccionado de Japón. Después, comenzarían las trabas. Su posterior causa judicial por drogas lo forzaría a un paréntesis que culminó ayer, luego de que el gobierno japonés le concedió la visa.
Más de una vez se reavivó el tema del vedado ingreso de Maradona a este país. La primera fue en 1994, cuando integraba el seleccionado argentino dirigido por Alfio Basile, que debía disputar un amistoso con el combinado nipón. Enterados de la decisión del gobierno de Japón de no permitirle la entrada al entonces capitán argentino, los otros integrantes de la selección se reunieron y determinaron no viajar en solidaridad con su compañero.
Hubo otra ocasión más cercana en el tiempo. Ya retirado de la actividad, en 2000, Maradona tuvo intenciones de acompañar al plantel de Boca que iba a enfrentarse con Real Madrid, por la Copa Europeo-Sudamericana. Tampoco pudo ser esa vez ni el año siguiente cuando el equipo de Carlos Bianchi se midió con Bayern Munich.
El indulto llegó para el Mundial, con un poco de presión de la FIFA, pues es indudable que la figura de Maradona es necesaria para la difusión de una Copa del Mundo. Diego no pudo estar con el equipo argentino, pero el consuelo le llegó para presenciar la final.
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