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Pasaron diez años desde aquel lunes que le cambió la vida a Marcelo Bravo, de 20 años, un juvenil con proyección internacional que se afianzaba en la primera de Vélez. Tras ser campeón del Clausura 2005 con el Fortín, había sido convocado al seleccionado de menores y el sábado 20 de agosto de 2005 fue la figura en el triunfo 6-0 ante Gimnasia, en La Plata. "Me acuerdo que la rompí. El Lobo llegaba invicto y le metimos seis. Hice un golazo y di dos asistencias. Jugué como nunca", recuerda. Al día siguiente, su madre corrió hasta el kiosco para atesorar los diarios del domingo, con la foto de su hijo en la tapa.
Toda mi vida me manejé en colectivo, llegué a primera y seguía viajando en colectivo. Me tomaba el 283 hasta Camino Negro, desupes el 318 hasta La Noria y después el 28 o 31 hasta Liniers. Casi dos horas de viaje
"El lunes me presenté a entrenar como lo hacía siempre. Había sido un fin de semana perfecto para mí. Agarré mi ropa, saludé al utilero y en eso lo veo a Miguel [Russo, el DT] que se me acerca con cara de preocupado", recuerda Bravo. El ex futbolista, de 30 años, tiene aquel momento adherido en su corazón: "Russo se me paró al lado y me dijo que necesitaba hablar conmigo. Yo veía algunas caras largas y le pregunté si había pasado algo".
-¿Qué imaginaste en aquel momento?
-No fui consciente de lo que pasaba. Russo me dijo que no me cambiara porque no iba a entrenar. Me comentó que había un problemita cardíaco. Imaginate, yo tenía 20 años, venía de ser figura y no tenía ningún síntoma o dolor. Me sentía mejor que nunca.
Los resultados de los estudios de rutina que le habían efectuado durante la pretemoprada revelaron una afección cardíaca. Meses después el diagnóstico fue más certero: sufría una miocardiopatía, que lo obligaba dejar la actividad profesional. Una noticia fulminante. Sin saberlo, ante Gimnasia, Bravo jugó su último partido oficial.

-¿Cómo fueron los primeros meses alejado del fútbol?
-Era muy chico en aquel momento, me sentía mal porque no sabía bien lo que tenía al principio. Fue un proceso de seis o siete meses hasta que detectaron la miocardiopatía. Al principio lloraba todos los días. Estaba resentido con el fútbol y sólo veía partidos de Vélez.
-¿Te preguntaste "por qué me pasó a mí"?
-Sí, todos los días. Hasta el día de hoy me pregunto por qué me pasó a mi. Me pregunto si yo en algún momento le hice daño a alguien o si hice algo mal... al contrario, siempre fui muy profesional desde los 12 años. Me acuerdo que mi viejo me daba 20 pesos para manejarme, yo a veces me llevaba un guardapolvo para sacar un boleto escolar que era más barato y ahorraba plata. Y a fin de año compraba un regalo de Navidad para mis hermanos.

El proceso de asimilación duró cientos de días y miles de lágrimas. Historia de un vínculo aprendido a la fuerza, Bravo dice tener asumida su realidad de ex futbolista: "Tengo 30 años, el jugador se retira a los 36, es muy difícil..." Sin embargo, suelta entusiasta: "Siempre quise volver a jugar al fútbol. Si ahora mismo si me dicen que mis estudios dan bien, me pongo a entrenar".
-Pasaron diez años, es mucho tiempo…
-Sí, lo sé. Ahora soy entrenador y estoy desde el otro lado. Como te decía, tengo 30 años. Lo peor ya pasó.
-¿Qué te provoca recordar aquel lunes en el que no te dejaron entrenar por precaución?
-Pasó mucho tiempo, ya lo digerí. Y eso que nunca fui a un psicólogo, fui muy fuerte, tengo un temperamento y una cabeza que me ayudaron a controlar toda la situación. En ese momento necesite estar al lado de mi familia.

-¿Volviste a jugar al fútbol?
-Juego al fútbol 5 con mis amigos para divertirme, para sacarme las ganas.
Hoy Marcelo Bravo trabaja como entrenador de la décima división de Vélez. Agradece al club que le dio trabajo, a su familia y a sus dos representantes que nunca lo dejaron solo. No le molesta hablar de su historia y desea que sirva de ejemplo de superación para los jóvenes. "Mi mujer está embarazada y tengo una hermosa hija de seis años, se llama Nahiara. La vida pasa por ahí, la vida es larga y tengo una gran familia".
Marcelo Bravo cuenta cómo fue la primera vez que cobró por jugar en Vélez. "Al principio me manejaba con el viatico que me daba el club, más lo que me ayudaba mi representante. No tenía contrato. Recuerdo que en 2004 arrancamos bien, ganamos cuatro partidos y empatamos uno. Jugamos contra Banfield y ganamos 2 a 0, así que mantuvimos el invicto. Después de la victoria, en el vestuario, justo cuando me entraba a bañar, entra un señor muy bien vestido con un maletín. Yo lo empecé a mirar. '¿Quién es ése?' me pregunté. Conocía al presidente, al vice y algún dirigente más, pero a este señor no lo conocía. Me quedé sorprendido. Veo que abre el maletín y empieza a sacar papeles. Le pregunté a Sergio Sena, un compañero, si sabía quién era ese ese señor. Sergio me respondió que era un dirigente que nos venía a pagar los premios. Me dijo: 'Chelo venimos ganando y nos vienen a pagar'. Yo pensé que nos daban un regalo. En eso empieza a llamar por apellido. Cuando me llamó, me acerqué y me dio uno de esos papeles. Yo no sabía muy bien lo que era un cheque, nunca había tenido uno en la mano. Firmé. Eran 6000 pesos a un cambio de dólar conveniente, muchísimo para esa época. Llegué a casa y lo llamé a mi viejo que estaba laburando como albañil en Mar del Plata. Le dije que se viniera, que no trabajara más... (risas). El lunes fui al banco y mi representante me ayudó a cobrar el cheque. Mi vieja tenía una heladera que se caía a pedazos, asi que me tomé un remís, me fui al centro de Lomas y le compre una nueva".

