Mundial femenino. Las historias detrás de las argentinas que no triunfan, pero enamoran a todos
LE HAVRE, Francia.– La pregunta que viaja desde la Argentina es: ¿Cómo hace esta Selección para darles pelea a los mejores equipos del mundo en esta Copa del Mundo? La derrota por 1 a 0 contra Inglaterra fue, como el empate contra Japón en la primera fecha, una muestra de la entrega de una Selección que enamora pese a no conseguir resultados.
Antes del partido, el entrenador Phil Neville había opinado sobre Argentina. Sus palabras fueron un anuncio de lo que se vio en el Stade Ocean: "Ellas son muy guerreras, son capaces de dejar hasta la vida en una cancha".
Vale la pena bucear en las historias de las futbolistas argentinas para comprender algo de lo que sucedió en el campo de juego. La arquera Vanina Correa , que le atajó el penal a Nikita Parry cuando el partido ahogaba a la Selección, es madre de mellizos y trabaja de lunes a viernes como cajera en la Municipalidad de Villa Gobernador Gálvez. Adriana Sachs, la lateral por la derecha, fue empleada de limpieza en la UAI Urquiza, un trabajo que dejó hace un tiempo para dedicarse exclusivamente al fútbol. Aldana Cometti atendió la mercería de su familia, Agustina Barroso pensó en dedicarse al básquetbol en lugar del fútbol. Las dos conforman la zaga central del equipo de Carlos Borrello. Y Eliana Stábile, lateral por la izquierda, disfruta de conocer el mundo después de haberse criado en una familia humilde, en Pontevedra.
En el mediocampo, Florencia Bonsegundo, que no para de correr una sola pelota, también trabajó cumpliendo tareas de limpieza y atendiendo un negocio de ropa deportiva. Ambos empleos los tuvo mientras se destacaba como volante en la UAI. Miriam Mayorga dejó una casa a medio construir en Bariloche y viajó a Buenos Aires para jugar al fútbol. Allí se recibió de médica.
Ruth Bravo había dejado este deporte después de una lesión. Su papá quería que fuera modelo: ella responde acá en Francia que lo terminó siendo. Es modelo para muchas chicas que quieren ser futbolistas.
Lorena Benítez tiene 20 años, acaba de ser madre de mellizos con su compañera, Verónica Rivero: se conocieron en el Mercado Central, donde trabajan en los puestos de alimentos.
Estefanía Banini, la talentosa de este equipo, una jugadora que ayer no logró hacer pie en un partido demasiado vertiginoso para su pausa y un tanto rudo para su juego, nunca jugó en la primera división de Argentina. Se fue apenas le ofrecieron pagarle un salario por aquello que ella hace bien: el público que ahora la mira por TV nunca la vio –quién sabe si alguna vez podrá observarla– en la humilde Liga argentina.
Soledad Jaimes, la grandota que peleó sola contra las inglesas en el Stade Ocean, jugaba descalza en su Nogoya natal: su mamá, la jefa del hogar, no tenía dinero para comprarle otro par de zapatillas. Sole se tomaba tres transportes públicos para llegar a las prácticas cuando jugaba en Boca.
Vanina Correa, elegida como la mejor del partido (en una votación de la que participa el público), consideró que en los 90 minutos quedó demostrado que se acortaron las distancias entre ambas selecciones. La arquera, la mamá y la trabajadora –las tres vidas en una que lleva esta Vanina de guantes y buzo– hicieron referencia a otra frase de Neville del jueves. El DT había dicho que la actualidad Argentina era la de Inglaterra pero 15 años atrás.
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